La Sangre es más Densa que la Plata

El pequeño poblado había estado esperando este momento con ansiedad durante meses. El momento en que la realidad aburrida y previsible cambiaba durante una única noche. Cuando la caravana del Gremio llegaba con sus mercancías exóticas de otras partes de los Reinos Carroñeros, sus espectáculos y prostitutos. El momento en que la villa olvidaba que era una pequeña colección de casas acunadas entre los arrozales y, por una noche mágica, recordaba que era algo más y estaba conectada con aquello que la mayoría nunca vería, pues raro era quien abandonaba el poblado.

Pero Kian iba a ser ese alguien. Tenía que hacerlo, tenía que huir. Sus manos estaban manchadas de sangre. 

-Ey, muchacha, ¡pareces alguien que sabría apreciar un buen filo! Mira mi selección, seguro que hay algo que...-

El mercader había montado un pequeño puesto nocturno lleno de cuchillos y espadas, flechas de arco y hachas, expuestas sobre una tela púrpura que era el color favorecido por el Gremio. Reverberaban siniestramente a la luz de la luna, sus filos de colores anaranjados por la presencia de las numerosas lamparillas de papel de colores que adornaban el puesto. Lo último que necesitaba Kian era un arma, por eso había empezado todo aquel maldito lío. Así que se escabulló entre los grandes carromatos y las grandes conestogas donde mercaderes y mercancías viajaban durante todo el día. Dos de los yeddim, las bestias que tiraban de la caravana, alzaron la mirada al verla pasar, más aburridas que interesadas antes de regresar a su alimentación y forraje.

-¡Pasen y disfruten, señoras y señores! Las mejores amantes traídas de todos los rincones de los ríos, los muchachos más tiernos y vigorosos. ¡Disfrute de una noche de verdadero placer que recordará hasta que volvamos por aquí de nuevo!-

El prostíbulo era otra de las grandes Conestogas, y muchos de los lugareños contaban con entrar para pasar una noche, con lo cual la cola dificultó el paso de Kian. Conocía a los campesinos que esperaban, más de uno había estado ahorrando durante meses para aquel pequeño placer, como los que hacían cola del otro lado para ver las grandes bestias mitológicas que anunciaba otro de los viajantes. O que le leyesen la fortuna en el carromato que había un poco más allá. Danzarines y tragafuegos, vendedores de herramientas y especias, alfombras o maderas.

-¡Esclavos! ¡Buenos y dóciles! ¡Listos para trabajar los campos sin rechistar a cambio de muy poco, mansos y bien entrenados! ¡No deje que otro granjero se los lleve y haga que sus campos sean más productivos que los suyos!-

-¡Joyas de Chiaroscuro, traídas por el Gremio desde la exótica ciudad del polo del fuego! ¡Aguamarinas y turquesas y colgantes de coral de las islas del oeste! Todas las gemas del mundo entero a su disposición gracias a las caravanas del Gremio por medio mundo, ¡a un precio regalado!-

Entró en una carpa levantada temporalmente, dentro de la cual bebidas de todo tipo eran servidas por las monedas de plata que tanto costaba conseguir en el poblado. El alcohol aflojaba las lenguas y las conversaciones animadas, las risas y las bromas se alternaban con las miradas seductoras, las danzas sensuales, las miradas que prometían indecencias. Y entre comentario y flirteo, las noticias del mundo volaban entre las mesas, rumores y eventos, héroes y villanos, compartidos entre los locales y los foráneos.

-¿De dónde venís?- preguntó Kian a la muchacha de piel oscura que atendía la barra. La sonrisa blanca de la muchacha contrastaba con el latido del corazón acelerado que Kian notaba en su propio pecho. 

-De muchos sitios, muchacha bonita. ¿Qué quieres beber?- sin dinero no habría conversación, estaba claro.

-Cerveza, o lo que tengas. Lo barato, que no tengo para más. Esta es la segunda vez este año que pasáis por el pueblo, así que supongo que vais de regreso, ¿no?-

-Bien dicho, chica linda. Venimos de vender productos para el Reino en el puerto de Calin, y de viajar desde allí por villas y pueblos hasta la ciudad de Sijan con sus maravillas, y a través de las rutas habituales hasta aquí, donde sea que estemos ahora- la tabernera colocó la jarra de cerveza frente a Kian antes de seguir hablando- Y desde aquí seguiremos hacia el sur, por las sendas de siempre, hasta Great Forks y de allí finalmente rumbo a casa, a Nexus. Donde comprar y vender, reaprovisionarnos y entregar diezmos al Príncipe Mercader que nos patrocina. Antes de salir de nuevo de la ciudad e iniciar la ruta inversa, de vuelta al Reino. En el gran ciclo que, como los ríos, mantiene el dinero moviéndose de un lado a otro del mundo.-

La muchacha hubiera seguido hablando pero otro de los lugareños demandaba su atención. Y Kian ya tenía lo que necesitaba. Iban a Nexus, el lugar perfecto para desaparecer después de lo ocurrido. Todo el mundo, incluso aquellos de pequeños poblados como ella, sabía que el Gremio y sus caravanas controlaban el comercio de todo el mundo desde la gran ciudad, y que ninguna autoridad podría perseguirla si conseguía refugiarse allí. Era su única posibilidad.

Salió de la taberna con la jarra a medio beber dejada sobre el mostrador. Se adentró entre caravanas y mercancías, entre bestias que descansaban de un día entero de tirar de carromatos y mercaderes que buscaban hacer pequeños negocios aquí y allí, entre telas púrpuras y arneses de cuero. Curiosos y lugareños encantados con el momento en que se rompía la rutina, clientes que buscaban aquellos productos que no se podían conseguir en un poblado tan pequeño y aislado, hedonistas que ansiaban unas drogas que poder usar para alejarse de su aburrida vida.

Al frente de la caravana, una mujer de fuerte pelo rojo aunque entrecruzado de canas, miraba las estrellas. Era la guía, la líder de la caravana, la sirviente más directa del Príncipe Mercader al que pertenecía aquella colección de conestogas viajeras. La mujer se volvió al ver acercarse a Kian, la sonrisa en sus labios, cansada por el día de viaje, no era insincera. 

-Señora, necesito que me lleven con ustedes a Nexus- empezó a hablar Kian atropelladamente-. He matado a un Magistrado del Reino que estaba en el pueblo y necesito salir...-

La muchacha hubiera seguido hablando de no ser porque la mujer la interrumpió con un ademán firme de la mano.

-Muchacha, esto es una caravana del Gremio, aquí no hacemos esas preguntas. Si quieres unirte cuando partamos por la mañana, solo tienes que comprometerte a defender la caravana en caso de que nos ataquen. Tu pasado, y el de todos los que viajamos en la Ruta, es cosa de cada uno: no se pregunta, no se indaga, se respeta. Cada uno es dueño de sus propios fantasmas y pecados.-

Kian asintió, sorprendida y descolocada, pero también complacida. Nunca había abandonado la villa pero ahora, por primera vez, lo iba a hacer. Esperaba que, bajo la protección de la caravana del Gremio, entre sus productos y personal, entre vendedores y conductores, la guardia del Reino le perdiese la pista. Era su única oportunidad de sobrevivir después de haber matado al hijodeputa del Magistrado esa tarde: se lo merecía el cabrón por haber violado y asesinado a la mujer que, quince años atrás, le había dado vida a Kian.

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