Entradas

Mostrando entradas de 2015

Los renglones torcidos de Dios y las sinfonías perdidas

Así que te plantas ante mi, creyéndote poderoso, amparado por tus poderes sobrenaturales y tus armas encantadas. Dispuesto a conquistar con fuego y plata lo que no pudo derribar más que la voluntad del Altísimo. Y, sin embargo, aún con toda tu arrogancia y prepotencia, no puedo sentir otra cosa que no sea lástima por ti. Lástima porque, bajo toda esa apariencia de seguridad, solo puedo ver a un niño que grita por la mano de una madre que se ha alejado. No necesito usar de mis propios poderes para ver tu soledad, la debilidad de tu voluntad, tu inseguridad y fragilidad. Te crees poderoso por tu fuerza y capacidad de destruir, sin darte cuenta que lo que te hace grande es tu capacidad para imaginar, para crear, para soñar. 

La Eternidad

Permanece sentado y escucha en silencio , que te voy a contar una historia. Mi historia. Es probable que no la creas, pero eso no es importante esta noche. Disfruta de la cena, que para eso está.  Aunque no creas que llego a la treintena, en realidad mi nacimiento tuvo lugar en algún momento poco claro del siglo XI. Como comprenderás, en aquella época e hijo de mercaderes, no prestábamos demasiada atención a cosas como la fecha. Tampoco es que aquellas décadas fueran importantes, apenas recuerdo sombras y retazos: la cara de un primer amor adolescente, atender el negocio de mi padre con él como su aprendiz, conocerla una noche de borrachera... bueno, a ella si la recuerdo bien, eternamente grabada en mi mente: Lucrezia di Brigamo, la mayor belleza que había visto y la mujer que me hizo nacer de verdad poco antes de la Primera Cruzada, en el Año de Nuestro Señor de 1097.

Cuatro Balas para Medianoche

            Se aproximaban ocho, pero probablemente hubiera más en la floresta. Unos cuantos arcos, hachas y espadas, cubiertos con escudos de madera y pintura de guerra. Un ejército primitivo y sucio para enfrentárseme, pero yo no tenía muchas opciones. Tras la pequeña cobertura de madera, sabía que sólo me quedaban cuatro balas en el revolver.

Pequeños Grandes Sacrificios

             Ella no era tonta, puede que fuese pequeña, pero nada estúpida. Y se daba cuenta que algo raro estaba pasando a su alrededor. No era nada concreto y no acababa de entenderlo exactamente, pero algo ocurría. Todo el mundo le sonreía y jugaba con ella cuando estaban cerca, haciendo como si nada pasase pero ella sentía la tensión que había detrás de sus gestos como un zumbido inconsciente: algo raro pasaba. Y eso le quitaba el sueño, o al menos le costaba conciliarlo más de lo habitual, no importaba que la arropasen con un cuento. Incluso aunque fuese su favorito, Winnie the Pooh.