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Mostrando entradas de septiembre, 2021

La Edad Oscura 2: la Oscuridad entre las Estrellas

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Yo soy la oscuridad entre las estrellas. Yo soy el sueño del que te despiertas gritando en la noche. Yo soy la sombra que ves moverse en el rabillo del ojo. Yo soy el monstruo que aterroriza tu planeta. Yo soy el pecado que paraliza tu alma. Yo soy el deseo inconfesable.    Yo soy una parte de ti. La parte oscura que niegas y ocultas a los demás, que escondes tras máscaras y sonrisas cínicas. Como el noble de la Casa menor que, tras su apariencia honorable, oculta sus sueños de deponer a su propia madre. O el alienígena Ukar cuyo gemelo oscuro se alimenta en su propio interior. O el mercader... bueno, ellos no se molestan en ocultar sus oscuras ansias de mayor riqueza.    Y, si bien aun no era hora de presentarme, aquí estoy. Y cuando vuelva lo haré con una oferta, una decisión que deberás tomar. Y cuando lo haga, la decisión que tomes marcará el destino de todo el Imperio de los Mundos Conocidos.    Porque, por mucho que el Profeta Zebulon os advirtiese contra mi, la verdad es que soy

La Edad Oscura 1: El Tablero está Dispuesto

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  Lo he dado todo por ti. Una guerra de cincuenta años para crear estabilidad. Una paz que dura ya veinte, que las Casas han usado únicamente para rearmarse para nuevos conflictos. Reformas sociales para defender la justicia y el mensaje del Profeta, solo para encontrarme con la oposición a todos los cambios de la Iglesia Universal. Una mejora de las condiciones de vida y los derechos de los siervos, que solo llevan a que los Gremios protesten por el incremento de costes. He pacificado las naciones estelares Vuldrok por medio de un matrimonio, que solo sirve para que la gente hable a mis espaldas de lo indigno que es casarse con una bárbara. He tenido una hija, mi bella Aurora, para evitar que se produzcan nuevos problemas sucesorios y traer una paz duradera al Imperio, solo para encontrarme que por cada uno que defiende a mi niña inocente hay alguien conspirando contra ella. Los soles, arrastrados por nuestros pecados, se siguen enfriando. Y yo me hago viejo. Y toda esta vieja tela de

Renglones Torcidos de Dios 2

El pasado siempre nos encuentra. Como una herida abierta que sangra, carga con el pus de nuestros pecados. Todo lo que tratamos de olvidar sale a la superficie, como el agua de cloaca en una noche de lluvias intensas, justo para retorcernos en el peor momento posible.   Madres que regresan de los muertos para ser sacrificadas de nuevo por sus hijos. Padres maltratadores que retiran la custodia a las madres. Corrupción policial incluso en las esferas elevadas. Señales en los cielos que auguran un mal futuro. Huidas del psiquiátrico que solo abren el camino de regreso. Abusos de poder desde las más altas esferas, cuadros malditos. El pasado y el presente se funden en una amalgama oscura y retorcida donde la realidad se pierde en el horizonte y donde las apuestas son extremadamente altas. Y a veces, para bienestar de la mayoría, algunos deben perderlo todo. Ese es nuestro oscuro y perdido mundo, lleno de callejones sin salida como los laberintos del Museo Reina Sofía. Llenos de esperanzas

Renglones Torcidos de Dios 1

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La cotidianeidad es ese escudo, esa barrera que nos protege. Nos permite fantasear con que el terror es ese payaso de la pantalla, o la niña que camina de espaldas en la escalera. Nos otorga el bello olvido, que permite que ignoremos que el monstruo está en el interior de cada uno de nosotros, en nuestras sombras, en nuestros miedos, en nuestra capacidad para hacernos cosas terribles los unos a los otros. Ya lo dijo Hobbes: "el hombre es un lobo para el hombre" .   Pero aquella tarde de abril de 2019, en Madrid, la frágil barrera que llamamos realidad iba lentamente a derrumbarse alrededor de aquellos personajes. A medida que los secretos del pasado se manifestaban de nuevo en el presente, caían a una piscina para la cual no estaban preparados y en la que no sabían nadar. Una caída libre en los ojos de una mujer aparentemente idéntica a otra asesinada hace sesenta años. En la confesión de un hermano policía de que practicó magia negra, que él mismo afirmaba que no existía. En

Los renglones torcidos de Dios

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La pantalla está completamente oscura a medida que, lentamente, se puede oir la música. Y entonces en el centro de la misma surgen las letras: KULT. Grandes, rojas, omnipresentes. Pero pronto se empiezan a corromper y desaparecer, con los últimos sonidos del primer coro y la entrada del bajo.  La ciudad de Madrid se aproxima a la cámara, que vuela sobre las cercanías camino de la misma. En las afueras, se ve el Palacio de la Moncloa y la cámara adentra en el mismo, mostrando lo que prácticamente es una foto estática. Un hombre anodino está sentado al final de una mesa amplia, con otas personas igualmente vestidas sentados a la mesa. Pero con un flash de la imagen, la escena cambia. El hombre de pronto está sentado en un trono al final de la mesa, una corona de latón sobre su cabeza. Y el resto se arrodillan frente a él, apoyados en espadas oxidadas, mientras todo el suelo está cubierto de petróleo.  La cámara abandona el palacio y avanza sobre campos verdes, al frente se ve el Palacio