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Mostrando entradas de julio, 2018

El cruel destino de las leyendas

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Las leyendas son traidoras, es parte de su naturaleza. Tomemos a Robin Hood, por ejemplo: un hombre que regresa de las Cruzadas y se encuentra con que el reino que le vio nacer se encuentra en las manos corruptas de Juan sin Tierra y sus secuaces. Así que, a través de miles de peripecias, se enfrenta a los ricos y poderosos para defender a los débiles y conseguir que Ricardo Corazón de León pueda regresar de Tierra Santa y ocupar su trono legítimo. Todo muy heroico y caballeresco, incluso romántico cuando entra en escena Lady Marian.  Lo que la leyenda calla, a drede sin duda, es que Ricardo fue un rey nefasto, que pasó más tiempo fuera de Inglaterra en guerras de religión sin sentido que gobernando con justicia. Lo que la leyenda retuerce es que, de hecho, el reinado temporal de Juan no fue ni de lejos tan malo como el de su hermano, ni tan corrupto. Igual que la leyenda minimiza la importancia de que a Robin, que era noble, le habían quitado sus tierras y que d

La Guerra Mundial

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A finales del siglo XIX, la situación para los antiguos dioses era complicada. El crecimiento de las religiones monoteístas había ido eliminando sus seguidores hasta prácticamente hacerlos desaparecer, e incluso el impulso clásico del Renacimiento se había secado tras el periodo de racionalidad de la Ilustración. Y, aunque la modernidad temporalmente había puesto de nuevo en voga lo sobrenatural, desde fantasmas a seancés , era un mundo sobrenatural muy diferente al de las antiguas divinidades casi olvidadas. Para luchar contra esto, los dioses del Dodekatheon recuperaron a partir de 1896 una antigua tradición: las Olimpiadas. De nuevo como antaño, cada cierto número de años las naciones competían deportivamente bajo la marca de los dioses olímpicos y un pequeño caudal de fe les llegó de nuevo desde el mundo mortal para alimentarles en su montaña. Pero, en el norte, la envidia corroía a los Aesir. Hambrientos como el resto de divinidades, sabían que ellos no tenía

La caída de Dilmun

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Cuentan las leyendas que, al principio de la civilización, tres grandes panteones surgieron en el mundo. En el oeste se alzaba el panteón maya, y en torno al Mediterráneo se alzaban los egipcios y los sumerios. Aunque muchos otros dioses ya existían, el tiempo de grandeza de helenos y chinos, aztecas y nórdicos, aún estaba por llegar y sus panteones ocupaban lugares menores en el Overworld. De entre los tres originales, los mayas permanecían en buena medida al margen, pero de los choques entre egipcios y mesopotámicos surgieron leyendas, gestas e historia. Avanzó el arte, las técnicas de guerra, se creó la escritura, se descubrieron técnicas médicas, se araron campos y se crearon granjas. Y entre el Tigris y el Éufrates, la guía de los dioses de Dilmun creó una civilización sin rival. Nombres como Ishtar, Tiamat, Marduk, Nergal o Enkidnu pasarían así a ser el centro de un cosmos de gran riqueza y poder. Pero los enfrentamientos entre los dioses llevaron a que estos