El cruel destino de las leyendas

Las leyendas son traidoras, es parte de su naturaleza. Tomemos a Robin Hood, por ejemplo: un hombre que regresa de las Cruzadas y se encuentra con que el reino que le vio nacer se encuentra en las manos corruptas de Juan sin Tierra y sus secuaces. Así que, a través de miles de peripecias, se enfrenta a los ricos y poderosos para defender a los débiles y conseguir que Ricardo Corazón de León pueda regresar de Tierra Santa y ocupar su trono legítimo. Todo muy heroico y caballeresco, incluso romántico cuando entra en escena Lady Marian. 

Lo que la leyenda calla, a drede sin duda, es que Ricardo fue un rey nefasto, que pasó más tiempo fuera de Inglaterra en guerras de religión sin sentido que gobernando con justicia. Lo que la leyenda retuerce es que, de hecho, el reinado temporal de Juan no fue ni de lejos tan malo como el de su hermano, ni tan corrupto. Igual que la leyenda minimiza la importancia de que a Robin, que era noble, le habían quitado sus tierras y que daba igual los pobres y siervos porque él quería recuperar tierra y títulos. Esa es, resumidamente, la verdad tras la leyenda de Robin Hood.

Y, como con ella, todas. Hércules no fue como el personaje de Disney, sino un hombre demente que arrasó y mató con impunidad debido a sus poderes, en ocasiones porque Hera le azuzase pero en muchas otras simplemente porque no controlaba su ira. Sigurd no fue solo el cazador del dragón Fafnir, sino que tras su enfrentamiento con él se vuelve contra su propio padre adoptivo por temor a que este le robase su tesoro. Aunque a menudo se lo quiera describir como el hombre que derrotó a un Senado corrupto y creó un poderoso Imperio antes de alcanzar la divinidad, Julio César no fue más que un tirano que traicionó a su propio pueblo para sentarse en el trono del poder.

Los héroes no son héroes, eso es lo que demuestra la historia.

Por la mayoría de esos nombres, y de muchos más, corrió la sangre de los dioses. Y estos son tan poco dignos de confianza como sus hijos. Envidiosos, codiciosos, inmaduros, ignorantes, vengativos, cobardes... los dioses son todo eso y más. Un reflejo oscuro de la humanidad, un espejo que saca más a menudo lo malo que hay en nosotros que lo bueno a lo que aspiramos. Pero un reflejo que continuamente se involucra en nuestra historia y la retuerce.

La sangre de Aquiles no era mortal, y sin embargo trajo la ruina a Troya porque tres diosas estaban envidiosas cual quien era la más bella. Y Ramsés II tampoco era humano, usando todo su poder para incrementar un imperio a su servicio sin que le importase cometer barbaridad tras barbaridad sobre sus enemigos y rivales. Ni lo era la sangre de Aníbal cuando exigió a su gente un sacrificio brutal para mover su ejército de elefantes del otro lado del Mediterráneo e intentar someter a Roma en una guerra cuya única motivación era la codicia y el poder. 

No, los hijos de los dioses no somos mejores que nuestros padres. Y poco tenemos de verdaderos héroes.

He visto a esos autoproclamados héroes luchar contra una mantícora en el medio de un poblado, sin que les importasen los daños y las bajas civiles que podían implicar las fuerzas que liberaban. Les he visto manipular y engatusar a las personas para obtener de ellas lo que querían, desechándolas a un lado cuando dejaron de ser útiles. Les he visto poner sus increíbles inteligencias al servicio de sus ambiciones personales y dementes planes, en lugar de usarlas para ayudar al prójimo. Los he visto matar a otros en nombre de sus dioses y de bienes mayores, siendo simples peones voluntarios de los juegos que no comprenden. 

Y he dicho basta. 

Hasta aquí llega mi papel en el drama del destino, yo construiré mi propio camino. Ajeno a la divinidad, ajeno a los titanes, ajeno a las leyendas. Conectaré a la gente, compartiré conocimientos, e intentaré que los héroes sean más heroicos que nunca, o debilitaré a aquellos que antepongan sus propios intereses a los de las gentes del mundo. Creceré en poder, pero no anteponiéndome a los demás. Creceré en sabiduría, para compartirla con otros. Y defenderé el mundo, de dioses y titanes por igual.

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