Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra

La derrota de las Buenas Gentes de Zarlath llevó un debilitamiento de la presencia feérica en el polo entero, como pronto confirmaron viendo la situación en el distrito de Firewander. Si bien extraños portentos se producían, como ballenas voladoras y luces cantantes, la cantidad de energía del Wyld era menor y las barreras protectoras aguantaban con mayor fuerza. Un alivio y buena señal en un tiempo donde la voz de la radio acababa de ser atacada y se desconocía lo ocurrido. 

Tras esa comprobación viajaron a Great Forks, donde la influencia del dios Heraldo de los Cuatro Caminos crecía rápidamente. Su templo se encontraba lleno de seguidores, pero seguía siendo un templo pequeño, con el santuario de Ágate Perfecto a un lado y el Jardín de las Seis Ninfas del otro. Pero el dinero, que todo lo puede en Nexo, no puede conseguir cualquier cosa en Great Forks y, aunque los donativos de Jun fueron generosos y permitirían ampliar el templo del Heraldo en vertical, no servían de nada para convencer a los templos cercanos de que vendiesen sus terrenos. Y conseguir otra posición en la ciudad requería entrar en la complicada política de dioses y espíritus de Great Forks, casi todos ellos buscando encontrarse lo más cerca del centro de la ciudad, del triple templo de los tres dioses gobernantes de la urbe. Pero el poderoso dios pato, con su firme quack, les transmitió su sabiduría y aceptó gustoso la corona de oro y luz que Jun le regaló.

Con eso cumplido, Ventura informó a los demás de que tenía que ir al sur, a las montañas, pues el duelo contra el maestro ninja de la escuela de Tinta Negra. El resto decidieron acompañarle, así que llegaron al lugar acordado donde los ninja que habían conocido unas semanas antes les estaban esperando. Meditarían hasta que llegase la noche. 

En un momento todo era respiración controlada y sensaciones, al siguiente el Maestro Ninja Pai Mei se encontraba allí y la batalla comenzó entre él y Ventura. La fuerza y habilidad del maestro, que luchaba solo con dos de sus dedos, fue antepuesta contra la agilidad del guía que se movía en los huecos. Pues cada golpe de los dedos del maestro debilitaba al solar, pero no lo suficiente como para conseguir que, con una buena maniobra, el maestro diese por superada la prueba. 

La conversación no ocurrió hasta finalizado el extraño duelo, en que los presentes trataron de convencer a Pai Mei de que en ellos estaban las chispas de los solares que formaban el círculo de Tinta Negra, y que
Ventura era Tinta Negra mismo reencarnado. No fue posible convencer de ello al orgulloso maestro, que ofendió a Synn al señalar que era una inferior, pero si que consintió en permitir que todos le acompañaran al templo donde se reunían los miembros de orden ninja de Tinta Negra. 

Este se encontraba montaña arriba, en la caldera de un volcán largo tiempo apagado, rodeado por un bosque. Sus paredes, de madera negra que cambiaba y se modificaba como hecha de tinta, señalaban que se trataba de una manse. En otro tiempo llamada el Filo de la Virtud, aunque ellos no lo supieron hasta más tarde, entre sus árboles los aprendices de ninja estudiaban y practicaban movimientos y ataques, esquivas y el uso de herramientas. Y en sus salones interiores, los ninjas ya formados estudiaban las historias de aquellos que se habían enfrentado a bestias y monstruos en el pasado, muchos de ellos de las Buenas Gentes, para aprender de su sabiduría dónde se encontraban sus debilidades y sus fortalezas. 

En el santuario central se reunieron de nuevo con Pai Mei, que reconoció que ahora Ventura era digno de ser un estudiante de primer rango de la escuela, al haber conseguido vencerle cuando usaba una décima parte de su poder. En la conversación salieron a la luz muchas cosas, sobre el uso de la astucia y la argucia, el engaño y el subterfugio, contra la honestidad poco contenida del guía de Nexo. Algo que Pai Mei no aprobaba, igual que no aprobaba la gran ciudad llena de corrupción y banalidad. Como seguía sin reconocer a Ventura como Tinta Negra, el guía convenció al maestro de que le permitiese tomar las siguientes pruebas para ser reconocido como ninja de pleno derecho, no un mero aprendiz.

La segunda prueba, la más misteriosa en palabras de Pai Mei, requería matar a lo que más quisiese Ventura. Pero este, tras una bravata adecuada, se negó, lo cual superó de modo inesperado la prueba. Pues las técnicas de Tinta Negra solo podían usarse para proteger aquello que nos es querido, no para el mal o el asesinato o la traición. Una sabiduría que el resto debían aprender paso a paso con sus estudios en la manse. Para la prueba final debía viajar al linde del bosque que rodeaba el Filo, dejando atrás a sus compañeros.

Primero Jun y luego Sagrest, ambos decidieron desafiar al Maestro para convertirse en ninjas de la escuela. Pero Jun descubrió rápidamente que la fuerza del ninja era enorme y, pese a su artimaña, fue derrotado con rapidez. Sagrest luchó con mucha más contundencia bajo la bendición del Alba, pero también encontró la derrota ante los dedos precisos y terribles de Pai Mei. Así que se retiraron a explorar la manse, pero encontraron que esta les negaba el paso a la mayor parte de las localizaciones, de modo que acabaron regresando al maestro para pedir si se les podía servir un té. Y aunque este quería negarse, no pudo decir que no a la hospitalidad, con lo que Jun resolvió uno de los misterios: Pai Mei era un espíritu, y era el brillo de su ánima de Eclipse el que lo obligaba a darles hospitalidad. Pero un espíritu que había pasado tanto tiempo con humanos que casi parecía más uno de ellos que uno de los habitantes inmortales de lugares como el sagrado Yu-Shan.

Mientras tanto, Ventura regresaba a la manse sin poder valerse de sus charms, pudiendo confiar solo en sus habilidades y sus argucias. Pero los ojos de los aprendices que le buscaban por los bosques no fueron suficientes para identificar la sombra que se movía invisible entre los árboles. Igual que no fueron mejor parados los observadores ninjas de pleno derecho que le esperaban en el interior de la manse, que no identificaron cuando se coló en el doble techo o cuando se dejó caer detrás de ellos. Sin haber sido avistado en el trayecto, la prueba había sido superada y Pai Mei a regañadientes se vio obligado a reconocerlo como ninja completo de la escuela.

Con la libertad ya de moverse por la manse con sus compañeros, exploraron los salones secretos donde generaciones de ninja entrenaban con las herramientas y técnicas secretas de la escuela. Prodigios de las artes marciales, bombas de humo y estrellas ninja, todas al servicio de acabar con monstruos y amenazas que supusieran un peligro en las tierras salvajes del polo de la madera. Y, al final de ellos, una biblioteca con los pergaminos y textos de Tinta Negra, sus reflexiones y opiniones.

Adentrarse en ellos fue para Ventura descubrir que en el pasado, además de un ninja, había sido un filósofo. Preocupado por la virtud, por los nexos de unión entre la gente importante, por los lugares de poder donde podía protegerse a la gente. Uno que, a medida que la Gran Maldición crecía en su interior, fue viendo cada vez más en peligro a sus compañeros, y fue viendo nuevas amenazas en cada sombra. Y tomando medidas para prevenirlas, y proteger a sus queridos amigos de las maldiciones que ellos llevaban dentro. Pues, aunque humilde, se aferraba a las virtudes como un modo de enfrentarse a su propia maldición, a la paranoia que crecía en el interior de su ser.

Pero también un filósofo respetuoso de la virtud plena del Sol Invicto. Uno que reconocía en Okami la virtud del liderazgo, corrupta en tiranía debido a las venenosas palabras de una de sus seguidoras a la que Tinta Negra había terminado por asesinar para proteger a su amiga. Malentendiendo con ello la situación y quitando a la pieza del tablero que servía como ancla a Okami, al ser la única persona que le negaba cosas.

Reconocía en Ziyhuan la virtud de la lealtad y el servicio, desde su manse entre los espinos, pero esta se había corrompido en una determinación ciega. Y sin el equilibrio de su amada Rostro del Verano, otra solar que también estaba aquejada de la Gran Maldición, y ante el rechazo de los mismísimos cielos, Ziyhuan había caído en una demencia de la que Tinta Negra no podía protegerle.

Y en Yueh encontraba la virtud de la sabiduría, que se corrompía en conocimientos malévolos cuando el fin justificaba los medios. Era la Atardecer la que más preocupaba a Tinta Negra, encerrada en sus experimentos en la Conjunción de las Esferas, fuera del espacio donde podía ser vigilada y guiada. 

Finalmente estaba la virtud del coraje, que se decaía en la falta de precaución de considerarse invencible. Un mal que Tinta Negra veía en su amigo Alba, pero un mal que afectaba principalmente a su amigo que antes o después se iba a acabar haciendo daño. Con suerte aprendería de ello. 

Pero sus textos también hablaban del poderoso círculo del nordeste, que se había adentrado tanto en el Kaos que había terminado perdiendo el contacto y las conexiones con el resto de los solares. Y para Tinta Negra, era en las conexiones y nexos donde se encontraba la verdadera fuerza de la mayoría de los solares, pues era en sus hijos en quienes el Sol Invicto había ido depositando sus distintas virtudes, ninguno de ellos perfecto por si mismo pero si como conjunto. O, al menos, así había sido hasta la gran batalla, la gran victoria, pero también el gran sacrificio.

Si bien en el Filo de la Virtud, en sus textos y salones, todavía quedaban secretos por revelar, la negativa de Pai Mei a reconocer a Ventura como Tinta Negra implicaba que esos permanecerían sin ver la luz de momento. Para conseguir ir cambiando la situación, regresaron juntos a Nexo a bordo de la Corona de la Creación. Allí buscaron pronto a la Reina de la Medianoche pues la idea era descender a la Tumba de la Noche donde Tinta Negra debía estar enterrado. La poderosa dama del Consejo de las Entidades aceptó acompañarles, tras hablar de preocupaciones que todos compartían.

Bajo tierra, la negra esfera de la Tumba negaba cualquier luz que quisiese entrar, y aquel que cruzase suficiente su linde jamás regresaba. Pronto lo descubrieron usando ratas y otros medios como experimentos. Todo parecía imposible ante aquella bola de absoluta negrura hasta que a Sagrest se le ocurrió brillar con el poder del sol a través de su anima. Y si bien el efecto de la suya fue limitado, el anima de Ventura si que hizo que la esfera se contrajese a medida que él se aproximaba, revelando los cadáveres y los mensajes de todos aquellos que lo habían intentado con anterioridad.

Pero llegó un punto en que la negrura, que aterrorizaba al propio Meng, se negó a retroceder más y de su interior se oían extraños sonidos. Las sombras en el interior de la esfera se preparaban para destruir a quien intentase continuar el camino y los intentos de Ventura por desactivarlas fueron infructuosos. No así sus palabras de mando, comandando a las sombras a que les abriesen paso. 

Con ese sendero despejado, otras trampas se encontraban en la oscuridad. Pero no solo ellas, como Sagrest pronto descubrió, sino que bestias grandes e informes, terribles y oscuras se movían por aquel espacio que claramente dejaba de estar del todo en el mundo. Y en el centro de las trampas, tras navegar entre ellos gracias al oído ya que la vista era inútil, la esfera central era impenetrable para casi cualquiera. Pero no así para Ventura que, con la habilidad de un ladrón y la sabiduría de un guía, encontró un modo de obligar a que la esfera se abriese para él. 

El interior era un lugar de terror y maravilla, un espacio negativo de blancos y negros. En el centro, una sombra humanoide estaba atravesada por una daga, y sangraba y lloraba tinta negra que fluía hasta el borde de la esfera para dar origen a las enormes formas monstruosas que se movían protegiendo la tumba. Ventura arrancó la daga y el cuerpo, a cámara lenta, fue descendiendo mientras su propia mano comenzaba a ser desmaterializada. Con pruebas y cuidado, expulsó la daga de la esfera, perdiéndose su sombra entre la negrura del exterior, encontrando que para entonces todo el lugar parecía pulsar a un ritmo extraño. No por la desaparición de la daga, sino porque esta ya no atravesaba a la sombra. Y, durante un tiempo largo, la sombra fue lentamente revelando una silueta de luz debajo de la misma, como si estuviera embalsamada en tinieblas. Y esta figura, al ser tocada por el guía de Nexo, fue revelando los ropajes y las facciones de Tinta Negra... o su cadáver, pues la sangre negruzca empapaba su pecho allá donde la daga había estado clavada. 

La investigación minuciosa confirmó las teorías de Sagrest de que aquello no había sido un asesinato, sino un suicidio. Preocupado por su propia oscuridad interior, sabiendo que el peor enemigo de un solar era él mismo, Tinta Negra había realizado un ritual final. Un acto de brutal fuerza para transformarse, para ascender, para dejar solo la virtud y expulsar la corrupción. Y, como el resto de los integrantes de aquel antiguo círculo de solares, había fracasado, incapaz de evitar que su visión del mundo estuviese contaminada por la misma corrupción que buscaba arrancarse. 

Abandonar la tumba en silencio mostró que la esfera había cambiado para siempre, las capas de negrura y sombras desaparecidas hasta dejar únicamente el núcleo central. Algo que, antes o después, sería descubierto tan pronto el siguiente enamorado viniese a depositar un mensaje buscando suerte. Pero Jun consiguió que la Maestra de la Medianoche decidiese ocultar todo aquello en la medida de lo posible, y retrasar las interferencias y preguntas... siempre que no interviniese la loca o visionaria, la más extraña de los miembros del Concilio de las Entidades, la Astróloga.

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