La Edad del Fuego 11: Los verdaderos monstruos

La llegada a la lluviosa capital del Imperio llevó a la separación de la comitiva, cada uno con destino a distintos alojamientos. Kamina fue a reunirse con los Voceros del Pueblo pues extrañas nuevas de cambios llegaban desde Aragon. Yrina y Macarena fueron con Astra a ser alojadas con los Talebringers, y mientras se adaptaban a su nuevo entorno, dejaron espacio a que la hija hablase con el padre. Y Seth, que una vez lo supo todo de lo que ocurría en el Imperio, no sabía que su querida Salandra estaba retenida por los Decados. Su brote de ira, como se temía en su momento la Princesa Hazat fue repentino, pero Astra logró tranquilizarle. Y aprender de él algunas de las cosas que ocurrían en el Imperio, antes de acompañarle a conocer a Yrina y Macarena en la sala de te. Fue con ellas con las que compartió algunas cosas, como el hecho de que uno de los Maestres de la Compañía del Fénix, el noble Gawain von Gwynneth, estaba interesado en el monstruo que las dos guerreras querían cazar. E incluso les permitió el uso futuro del Emperador de los Soles Exhaustos para cuando fuesen a buscar el grial de Stigmata. Pero por cada revelación y concesión del viejo Consejero Imperial, un secreto se guardaba bajo su aspecto elegante y educado. Y creédme con ello, lo se mejor que nadie.

Lázaro por su parte se alojaba en el Monasterio de los Silencios Sagrados, donde estaba trabajando en el scriptorium en notas y guías de lo ocurrido en Urth, para poder llevarlas al Concilio de Grail. Sin saber que Augustus, a sus espaldas, estaba negociando con las autoridades de la Iglesia un ascenso dentro de la misma para el joven que tanto prometía. Por ello fue convocado a una conversación con el Primado Fergaz Hilden, un hombre bonachón y cómo con su vida de considerable lujo. Debatieron de teología, de la trayectoria del joven estudioso y de la rebelión. Pero, sobretodo, de las formas en que se debían cambiar las cosas, pues si se aumentaba el cargo de Lázaro ello requería un mayor compromiso con las instituciones eclesiásticas, no acudir a manifestaciones y protestas públicas como recientemente había ocurrido en Marte. 

Finalmente, Orion fue a la sede eskatónica en el planeta, pero encontró que más que estudiosos y ocultistas, los miembros de la Orden en Byzantium Secundus eran políticos. Aún así su limitada biblioteca de conocimientos le reveló que las conversaciones a la mente eran más cosa de psíquica que de teurgia. Tras ello fue a los archivos eclesiásticos, donde encontró el rastro de su maestra y amante Antonia de Cádiz. Seis cargos distintos había recibido de la Inquisición por sus viajes, los tratos que tenía con gente cuestionable y sus oscuros conocimientos. Alegatos de lidiar con herejes y antinomistas llegaban a tal gravedad que finalmente el Gran Inquisidor Gondo Ortiz la había reclamado y, ante eso, ella había desaparecido. Pero juntando las piezas dispersas en los documentos, Orion llegó a la conclusión de que, o Antonia era excelente mintiéndole o se encontraba bajo influencias mentales graves. Y que, fuera como fuese, su camino parecía haberla dirigido a Stigmata, como yo ya os adelanté en capítulos anteriores. 

Con esta información Orion organizó que se reuniesen todos en la sede de los Talebringers. Quería contarles a todos sus planes y disquisiciones, pues si perdía la cabeza siguiendo fantasmas o cualquier otra cosa, no quería desaparecer y que nadie supiese lo ocurrido como había pasado con su maestra. Pero no solo su camino llevaba a Stigmata, pues Yrina tenía intención de recuperar el caliz de allí una vez se hubiese derrotado a los monstruos. Y estos no eran ballenas mutantes simbiontes como ella temía por las historias que habían llegado hasta sus oídos, sino criaturas humanoides, extrañamente marcadas. Y para saber más, el que habrían de ver era al jefe de la guardia de la Emperatriz.

Así que al palacio imperial les llevó Astra, previa conversación de su padre con los encargados para organizar el encuentro. Y el Maestre Gawain demostró en efecto estar preocupado por todo lo que rodeaba a esos cuerpos, más allá de las historias de fantasmas del puerto, temía que hubiese de por medio extraños rituales de brujos necrománticos. Como alguien que había visto a la Oscuridad a los ojos, sus temores le mantenían despierto por la noche. En especial en aquellos momentos en que la mayoría de la Compañía del Fénix se encontraba reunida lejos, en Grail, y la Emperatriz era más vulnerable a un atentado como el que había sufrido su padre tantos años atrás. Hay fracasos y heridas que nunca cierran, y la vergüenza de Gawain por fallarle a Alexius permanecía con él pese a que los mundos habían seguido girando y las estrellas brillando. Por eso él no podía acompañarles en la empresa, pero si podía facilitarles información para ayudarles a tener éxito. 

Así que con la información, y tras comprobar que los miembros de la Orden Eskatónica en el planeta no conocían los ritos necesarios para detectar simbiontes y que los Hermanos de Batalla aparentemente habían abandonado el planeta en busca de lugares donde estuviesen otros de sus hermanos, hubo que prepararse para la batalla. Así que en sus talleres, tras triangular la posición del origen de los monstruos en un barco que la noche siguiente (la próxima luna nueva) estaría en un lugar que Astra logró determinar, fue hora de fabricar. Igual que su padre hiciese tiempo antes para con los suyos, la joven se dedicó en cuerpo y mente a fabricar escudos de energía que protegiesen a Yrina, Macarena, Rauni, Cornelius y Gurney. 

Pero esa noche de fabricación también traería oscuras revelaciones en la llamada de radio de Yrina a Theafana al-Malik. Ya advertí que hay secretos que es mejor no descubrir, pero nunca nadie me hace caso, supongo que es mi destino de personaje trágico. Pero sí que le hizo caso a las terribles revelaciones de Theafana de que el caliz que buscaban estaba maldito, que había transformado a parte de la Orden en sirvientes del demonio del cisma. Que Seth era sirviente del demonio de la herejía pues la Oscuridad anidaba en lugares de gran poder de todos los Mundos Conocidos. Y que llevaba muchos pasos de ventaja en sus planes, de tal modo que crear un cisma contra el cisma era avanzar los designios del Iehannum. Que no se sabía quienes estaban llevados por la Oscuridad y quienes no, pues hasta el mismísimo Gran Maestre Claudius podía haber sellado sus pactos con los demonios. 

Duras y terribles revelaciones que Cornelius se negó a aceptar, aferrándose a que tenía que haber otras explicaciones alternativas. Quizás las hubiese. Quizás no. Pero fuera como fuese, si había que buscar una nueva vía, él no era el adecuado para hacerlo, un guerrero no sabe forjar una paz con su espada, aunque Yrina siempre había tenido esa capacidad para encontrar un sendero intermedio, oculto para muchos otros. Tal vez fuese su legado místico y filosófico Obun que corría por sus genes. Pero lo que no quedaba duda para ninguno de los dos era que los verdaderos monstruos no siempre lo aparentaban y acechaban en los lugares más insospechados.

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