La Edad del Fuego 10: La fe de los cañones

Desde la sala del trono imperial, la Emperatriz del Fenix proclama la prohibición de vender, comprar o esclavizar alienígenas en todo su Imperio. Y la reacción de los presentes, de la indignación a la ira, no se hace esperar pues no solo la Iglesia se encuentra dividida en sus cuestiones de fe, sino que la nobleza ve la sobreextensión del poder imperial como una amenaza al orden establecido. Y entre los asistentes, de manos de una dama que aun no sabemos quien es, unos documentos llegan a las manos del embajador Li Halan y, de las suyas, a las del Príncipe Ieyasu Khung-Zhao Li Halan... suyas son las órdenes de comenzar a movilizar la armada de su Casa Real, aunque aun habría que esperar para ver las consecuencias de esos actos.

De momento, nuestros protagonistas descendían del lugar donde otrora se encontraba el monasterio de Balantrodoch. El viaje de regreso es muy distinto a la ida, cada uno sumido en procesar lo experimentado cuando la divinidad tocó las esencias mortales. El silencio de Kamina, siempre tan vocal, era el más contundente pues el roce del Altísimo sacudió su vaga y dispersa fe. Pero no fue la única afectada, como atestiguó la larga conversación en torno a la fogata sobre cómo debían manejar la situación. A quienes decírselo, cómo contarlo, cómo hacerse entender y cómo defender a los Hermanos de Batalla. Eran preguntas importantes, pero las respuestas variaban desde la inocencia y dirección de Astra a la visión más estratégica del concilio por parte de Lázaro, la más directa de Macarena contrastando con las sutilezas de Orion y, en el medio, Yrina y Cornelius que debían consultar con sus superiores en la Orden.

En meditaciones y palabras continuó el viaje hasta las rocas que en otros tiempos se conocieron como Stonhenge, aunque mucho tiempo hacía que ese nombre había caído en el olvido. Es lo malo de los mortales, dejan que las cosas buenas desaparezcan con sorprendente facilidad. Oraciones y observaciones fueron interrumpidas cuando una monja hermitaña, una hesychast, apareció para limpiar y atender el lugar, como llevaba haciendo una cantidad enorme de años. Su timidez y silencio, propios de alguien que no trata habitualmente con otras personas, fueron la señal de que era hora de partir, pues otros asuntos requerían su atención. El grial de la visión, el concilio de Grail y, cómo descubrió Lázaro al llegar a Londinium, la existencia de una manifestación en torno a la libertad en Marte.

Sabiendo esto, y dado que quedaba de camino a la puerta de salto, Lázaro les convenció para detenerse en el planeta natal del Profeta, pues se sentía parte de lo que estaba ocurriendo tras haber hecho una huelga de hambre un poco de tiempo atrás. El primer día de la llegada a Marte, en vísperas de la manifestación pacífica, Macarena consiguió hablar con la Princesa Hazat y surgió la posibilidad de ir a investigar en persona la situación con la nobleza y la Inquisición en Sutek. Mientras tanto, Orion conversó con el Carthopylax de la Orden Eskatónica, al que le contó todo lo vivido como mejor era posible, pues las revelaciones que había regalado el monasterio de Balantrodoch no se podían transmitir correctamente a aquellos que no las habían experimentado. La idea de Macarena de visitar Sutek pronto despertó la paranoia y el cuidado, en especial por parte de Orion, que veía peligro en que viajase sola hasta allí mientas el resto de la comitiva viajaba a Stigmata. 

Así que, a la mañana siguiente, usando la radio consiguió que una de sus amigas nobles de Sutek la invitase a pasar unos días en sus tierras, para cotillear sobre el guapísimo Leonidas Castillo y otros personajes de la corte Hazat. Mientras tanto, escoltado por Yrina y Cornelius que temían un ataque, Lázaro se presentó en la oración-manifestación, donde distintas personas de los gremios y la Iglesia protestaban por el dominio eclesiástico de Marte y exigían reformas y la entrega del planeta a la nobleza o a algún consejo de autogobierno. Y pronto vieron que muchos de los seguidores allí reunidos, abiertamente cismáticos, suscribían muchas de las tesis de la segunda Heresiarca, Gaunn Audim, pues sus enseñanzas habían llegado hasta el planeta rojo tras su muerte. Lázaro contrastó unas ideas con otras, debatiendo públicamente con el líder protestante, consiguiendo que la gente se plantease sus posiciones, y finalmente la manifestación fue disuelta pacíficamente. Y cuando llamó a Astra para reunirse todos, encontró que la Talebringer se encontraba en la sede de la detective local, a la cual quería contratar a instancias de Orion para encontrar a la controvertida Antonia de Cadiz. Si bien ella no tenía ni los recursos ni las habilidades o contactos para lograrlo, conocía gente del gremio en Byzantium Secundus que bien podrían hacerlo, de modo que comenzó a encargase de ello mientras acariciaba a su gato. Que ese minino fuese un demonio o no, es algo que jamás sabremos...

Partir de Marte en dirección a la puerta de salto ocurrió tras un cambio de planes. En lugar de separarse o viajar a Stigmata, Yrina planteó la cuestión de que un monstruo del que circulaban leyendas en Byzantium Secundus podía ser un simbionte. Y Macarena, ansiosa de probar su valía en combate por medio de una gesta de caballería como esa, estuvo encantada de retrasar su visita a Sutek para ir a combatir a ese mal. El conflicto llegó cuando la capitana que les podía llevar antes en esa ruta era una Ur-Ukar, conflictiva y problemática en especial con Yrina por su origen Obun, causando que especialmente Orion se mostrase más que dispuesto a una confrontación o como mínimo a esperar a un navegante posterior. Pero la Hermana de Batalla, tras precauciones adecuadas, mostró su paciencia y cuidado y, en un acto de humildad, tragó su orgullo para viajar cuanto antes.

El viaje estaría acompañado de un portento, pues cuando llegaron a la puerta de salto, el lugar más alejado del sol, era el día de honrar a los difuntos. Mortos Diabolos, uno de los festejos más antiguos de la humanidad, muy anterior a las palabras del Profeta Zebulon, el día en que la Oscuridad más cerca está de los Mundos Conocidos. Con ritos, sacerdotes de la Ortodoxia se encargan de crear guardas y protecciones en esa noche oscura, mientras la gente bebe y celebra, recuerda a los que se han ido y disfruta la vida. Y en su Liturgia, Lázaro tiene un momento de duda, de zozobra, cuando en sus oídos escucha la voz de su difunta madre, la que una vez fue la inocente Cristina Laurentia que, ahora, escupía veneno con cada uno de sus sonidos. Verdades, mentiras, invenciones y recuerdos, era imposible separar unos de otros, pero para los sentidos psíquicos desarrollados de Macarena era claro que el sacerdote estaba en problemas. Pero fue Yrina quien se aproximó con su rosario y, rezando juntos, consiguieron completar la Liturgia y silenciar la voz de los muertos y la Oscuridad. 

Pero el peso en el alma del párroco era grande, pues la muerte de su madre le recordaba que jamás podría haber una reconciliación, ni podrían deshacerse las heridas y pérdidas vividas. Y por mucho que tanto Macarena como Augustus trataron de tranquilizar al joven con la mejor de las intenciones, no lo consiguieron, solo ahondaron en su tristeza. Y fue cuando ya estaba llorando en su catre de la nave que con suavidad, maternalmente, Astra acudió a tranquilizarlo con caricias que le reconfortasen, igual que lo haría Yrina poco más tarde.

Era la primera prueba de tribulaciones y dudas, el primer roce con lo que se oculta entre las estrellas. Pues por cada paso que da la luz, las sombras que proyecta se sacuden también. E invisibles a todos, esa noche otros portentos se produjeron: el movimiento de un terrible leviatán devorando las almas de los perdidos, la presencia de un fantasma infernal o sagrado tocando el motor de salto del Emperador de los Soles Exhaustos e iniciando un fallo nuclear que solo las protecciones paganas de los Vuldrok pudieron evitar que fuese una tragedia de las más terribles proporciones.

El resto del viaje a Byzantium transcurrió sin incidentes. Solo se cruzaron con la flota de Lisandro Castillo en Sutek pero no hicieron nada por llamar una atención que no deseaban sobre si mismos. Y viajaron hasta la estación civil que guía el comercio estelar del planeta capital imperial, que la Casa Xanthippe quería coger bajo su protección y control con sus extraños comportamientos y razones. Y de ahí descender a la superficie lluviosa de la capital imperial, al reencuentro con padres y laboratorios, a preparar la búsqueda del monstruo y a obtener nuevos conocimientos y preparar argumentos teológicos. Pues el tiempo discurría inexorable, casi dos meses habían transcurrido desde el comienzo del Concilio de Grail y los argumentos y decisiones de los eclesiastas se entremezclaban en la complicada política imperial con los intereses de la nobleza y los gremios. Y el tiempo, como granos de arena que caen por el reloj, lentamente se va acabando a medida que el Eskaton se aproxima inexorablemente.

Pero esa es una historia para otro momento, otro tiempo, otra gente. Ya llegaremos a ella, pero la paciencia deberá ser ejercitada antes de que el Final consuma al Todo.

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