El poder de los nombres


Para finales del siglo XXI, la demografía pujante, el continuo saqueo de los recursos de la Tierra y el cambio climático llevaron a una creciente tensión sobre unos gobiernos cada vez más débiles e incapaces. Presionados por sus electorados para buscar soluciones a los problemas de falta de empleo y de empeoramiento de las condiciones de vida, fueron cediendo espacio y competencias a las grandes corporaciones. Siempre hambrientas de mayores beneficios, los servicios más básicos fueron privatizados a ritmos acelerados y las distintas redes de seguridad social fueron desmanteladas. Los inmensos beneficios obtenidos se usaron como demostración del éxito del modelo y la creciente pobreza y precariedad de la ciudadanía fueron atribuídos a su pereza y falta de esfuerzo. 

A esto no se le llamó la Gran Venta, a esto se lo denominó Progreso. 

Pero el devorador anhelo del crecimiento perpetuo se veía ralentizado por unos progresos tecnológicos masivos que no podían ser comercializados debido a la creciente pobreza y los continuos casos de revueltas y revoluciones en poblaciones que todavía recordaban sus antiguos derechos. De modo que las corporaciones dirigieron la expansión fuera de la Tierra, a la Luna, a Marte, donde poder crear sociedades corporativas a su medida, con sus leyes y conductas, sus ciudadanos. Propiedades de perfecta libertad económica donde cualquier medio para aumentar la línea roja de los beneficios era válido, cualquier cuestionamiento moral en perjuicio de las ganancias una herejía imperdonable. Adora al Dios Dólar, único amo y señor de todas las cosas. 

A esto no se lo llamó la Gran Alienación, a esto se lo denominó Libertad. 

Los restos de las identidades nacionales constituyeron el último de los baluartes de defensa de un modo de vida en ruinas. Valores e ideologías, que hacía tiempo tiempo habían sido transformados en palabras vacías por el poder del marketing, se resistían a aceptar su condena al olvido. Así que los gobiernos mismos fueron eliminados y reestructurados en un parlamento que aunase naciones y planetas bajo una misma bandera. Organizado sobre los rescoldos del sueño de un mundo en paz para el que había sido construida originalmente, la ONU fue subvertida y transformada en la Gran República Federal de las Naciones y Gentes de la Humanidad. Vacía, eso sí, de prácticamente cualquier poder, limitada a palabras aprobadas por los departamentos de relaciones públicas y a trámites burocráticos carentes de significado real. Y con ello, la capacidad de acción ciudadana quedó reducida a qué marca de zapatillas calzar o cual canal de transmisión usar para sus contenidos aprobados favoritos.

A esto no se lo llamó la Gran Tiranía, a esto se lo denominó Verdadera Democracia.

Las iglesias fueron transformadas en catedrales del sexo. Las universidades en centros de adoctrinamiento tecnológico para optimizar al ser humano. En ciudades y arcologías crecieron los altares al exceso, a la decadencia, a la búsqueda desenfrenada de beneficios y ascenso en las todopoderosas jerarquías corporativas. Burdeles en honor al emprendimiento, hospitales donde destruir la humanidad y transformar a la gente en piezas de la gran maquinaria. Mensajes únicos y verdades tergiversadas convertidas en espectáculos masivos de visionado obligatorio. Doctrinas económicas transformadas en mantras religiosos. Sangre derramada en nombre de eliminar a los rivales, traiciones cotidianas para aumentar el valor propio, privatizaciones masivas para atraer inversión externa. Venta acelerada con entrega inmediata como sustitución del trato personal y la cercanía afectiva. Programas informáticos y circuitos de cromo adorados como dioses de neón a los que entregarse con ceguera mística. Órganos ofrendados en sacrificios masivos en nombre de la fusión entre humanidad y máquina. La prostitución de lo más importante en beneficio del mejor postor. 

A esto no se lo llamó la Gran Inhumanidad, a esto se lo denominó Eficiencia Procedural.

Pero el avance en la terraformación extraterrestre era insuficiente, lenta y costosa y la creciente presión demográfica y económica de las masas abusadas llevó a revoluciones fracasadas e intentos fallidos de cambio. Dos siglos de frustración sin salida hicieron que la violencia, bajo el control de la Gran República, se volviese contra sus ciudadanos, los descontentos, los pobres, los carentes de valor, los prescindibles, los rebeldes. Las prisiones se multiplicaron y las fosas masivas quedaron a rebosar de cadáveres. Todo ante unas masas que vieron en la violencia extrema un deporte de entretenimiento, en la destrucción un espectáculo de consumo familiar fácilmente convertido en experiencias banales. En respuesta a la situación, las corporaciones diseñaron grandes naves generacionales capaces de alcanzar las estrellas y ampliar así la esfera de la riqueza corporativa. Mientras la Tierra era envenenada por la industria y Marte no terminaba de nacer, la plutarquía ya preparaba la huida hacia el siguiente lugar que destruir. 

A esto no se lo llamó el Gran Abandono, a esto se lo denominó Oportunidad.

El descubrimiento de la tecnología de salto y, con ella, el de Terra 2 cambió por completo el escenario. Los grandes motores y navíos requeridos para realizar el largo y peligroso viaje complicaron el tránsito y elevaron el coste de un modo que solo estaba disponible para las grandes corporaciones. Pero las vastas cantidades de recursos naturales, la estabilidad y frescura geológica de un planeta prácticamente perfecto hicieron que el éxodo inicial fuera más rápido y profundo del esperado, surgiendo comunas y pequeñas sociedades por todo el planeta, bajo la bandera de corporaciones, estados senatoriales y fondos de inversión. Rascacielos y astropuertos, casinos y centros de negocios, sótanos de opio y refugios de datos proliferaron entre las grandes cadenas montañosas y los profundos océanos. Pero esa belleza natural fue mancillada. Los bosques nativos fueron talados, la fauna local cazada y desperdiciada, todo suplantado por variantes traídas desde lejos, más acorde a los paladares de las élites terrícolas. 

A esto no se lo llamó la Gran Destrucción, a esto se le denominó Diseño Humanocéntrico.

Pero, con el paso del tiempo, las comunas locales evolucionaron en sociedades propias, alejadas de unas grandes corporaciones controladas desde el Sistema Solar con prolongados requerimientos para el viaje. Identidades, culturas y valores, resurgieron como las grandes plagas de un pasado obsoleto, gérmenes de una enfermedad no curada causante de una brecha de divergencia alimentada por la distancia. Crecientes protestas y demandas fueron respondidas con fuerza y brutalidad, el conflicto y el fuego asolaron el nuevo paraíso. Los ejércitos de la Gran República, alquilados al mejor postor de entre las corporaciones, fueron enviados a acallar y someter a una población de anarquistas, comunistas, anticapitalistas, rebeldes, terroristas. Las Fuerzas de Seguridad limpiaron pueblos y ciudades en busca de los extremistas escondidos entre la población civil, dejando que las balas hablasen en lugar de las palabras, en busca y captura de aquellos que se autodenominaban Hijos de Ashutrek.

A esto no se lo llamó el Gran Genocidio.

A esto se lo denominó Gestión de Recursos Humanos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra