Renglones Torcidos de Dios 1

La cotidianeidad es ese escudo, esa barrera que nos protege. Nos permite fantasear con que el terror es ese payaso de la pantalla, o la niña que camina de espaldas en la escalera. Nos otorga el bello olvido, que permite que ignoremos que el monstruo está en el interior de cada uno de nosotros, en nuestras sombras, en nuestros miedos, en nuestra capacidad para hacernos cosas terribles los unos a los otros. Ya lo dijo Hobbes: "el hombre es un lobo para el hombre".
 
Pero aquella tarde de abril de 2019, en Madrid, la frágil barrera que llamamos realidad iba lentamente a derrumbarse alrededor de aquellos personajes. A medida que los secretos del pasado se manifestaban de nuevo en el presente, caían a una piscina para la cual no estaban preparados y en la que no sabían nadar. Una caída libre en los ojos de una mujer aparentemente idéntica a otra asesinada hace sesenta años. En la confesión de un hermano policía de que practicó magia negra, que él mismo afirmaba que no existía. En extraños rituales mágicos practicados en la espalda de un cadáver. En un comisario de asuntos internos desaparecido para ser sustituido aparentemente por su segunda al mando, una trepa con oscuro pasado. En antiguos casos que de nuevo salen a la luz y hermanas desaparecidas que regresan. En unos cuadros malditos que aparentemente distorsionan la realidad del Museo Reina Sofía. En huidas por las escaleras, pesquisas sobre fotos en una caja, móviles rotos. En una rica y vieja Alba, asesina protegida por la Corona Real y el CNI. 
 
Porque al final, como una colección de fichas de dominó, cuando el mundo que nos protege, cotidiano y seguro, cae, la realidad misma muestra la podredumbre y corrupción que hay debajo.

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