La Edad Oscura 1: El Tablero está Dispuesto

 
Lo he dado todo por ti. Una guerra de cincuenta años para crear estabilidad. Una paz que dura ya veinte, que las Casas han usado únicamente para rearmarse para nuevos conflictos. Reformas sociales para defender la justicia y el mensaje del Profeta, solo para encontrarme con la oposición a todos los cambios de la Iglesia Universal. Una mejora de las condiciones de vida y los derechos de los siervos, que solo llevan a que los Gremios protesten por el incremento de costes. He pacificado las naciones estelares Vuldrok por medio de un matrimonio, que solo sirve para que la gente hable a mis espaldas de lo indigno que es casarse con una bárbara. He tenido una hija, mi bella Aurora, para evitar que se produzcan nuevos problemas sucesorios y traer una paz duradera al Imperio, solo para encontrarme que por cada uno que defiende a mi niña inocente hay alguien conspirando contra ella.

Los soles, arrastrados por nuestros pecados, se siguen enfriando. Y yo me hago viejo. Y toda esta vieja tela de araña, en complicado e inestable equilibrio, estaba a punto de derrumbarse. Mientras las sombras se alargan, desde la esquina menos importante de los Mundos Conocidos iban a comenzar a sucederse una serie de consecuencias inesperadas, cuando los demonios que habitan entre las estrellas regresasen como profetizado.
 
Este es la época del final de mi reinado, el tiempo en que todos los Mundos Conocidos se enfrentaban al abismo de sus pecados, sus rencillas y sus inquinas. Y, en el centro de todo ello, un noble menor, un banquero y un detective. Un conjunto improbable y, sin embargo, inevitable. 
 

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