Negro sobre blanco

El despacho está suavemente iluminado por las velas que descansaban en sus soportes tanto en el techo como sobre la mesa de roble. El anciano se encuentra volcado sobre la misma, el pincel en su mano trazando elegantes letras sobre el papel que se encuentra frente a él. Demasiado tiempo ha pasado en su vida como para dedicarse a otras tareas, de modo que Ixien busca construir un legado: que su iluminación y sabiduría puedan perdurar cuando se haya reencarnado de nuevo. Es humilde y puro como se espera de un miembro de la Orden de los Dragones Inmaculados, pero en el momento en que cierra los ojos su interior sueña con morir y nacer de nuevo como un Hijo del Dragón, un paso más cerca de la Iluminación final. 

"Es por ello que la pureza de los Dragones de los Elementos es infinita. Han trascendido, encontrado la Iluminación. Su dominio de la Esencia los hace maestros del mundo, seres perfectos, trascendentes e inmanentes. Toda alma busca esa pureza, es lo que ambiciona el sabio, todo el resto es lo material e intrascendente."

Acompañando a sus palabras escritas en el pergamino, desde la parte principal del templo se escucha el sonido del gong invitando a la meditación. Las voces profundas de sus hermanos se pueden oir con claridad desde el pequeño despacho, elevándose y descendiendo en cánticos monótonos y repetitivos, que llevan al alma al vacío del ser. 

"Fueron los Dragones Inmaculados los que enseñaron el dominio de la Esencia a aquellos que fueron sus escogidos por su sabiduría y perfección moral. Por su Iluminación innegable. Los Dragones Inmaculados, manifestaciones mortales de los Dragones de los Elementos, son la guía de los Vástagos del Dragón, la forma final a la que todo mortal aspira. Solo con su dominio de la Esencia se puede alcanzar la perfección del alma, la trascendencia."

Un joven monje entra en el despacho en el máximo silencio, para reponer las velas agotadas con nuevas que iluminen el lugar. La luna hace tiempo que se ha alzado en el exterior de las ventanas de la sala, su luz plateada reflejándose con suavidad en la pacífica superficie del estanque donde nadan las carpas. El joven abandona el lugar, tras dejar un pequeño platillo con frutas para que Ixien tenga alimento en esta noche, pues de todos es sabido que el anciano seguirá trabajando hasta bien entrada la noche.

"Por ello vivimos vidas de pureza e iluminación. Temporales y limitadas, al final de las cuales somos juzgados. Quienes nos juzgan es desconocido, pero es mi humilde opinión que son los propios Dragones Elementales los que valoran nuestras almas para hallar la mácula que las oscurezca. Y aquellas juzgadas como puras estarán listas para reencarnarse en una forma más elevada, en su busca de la Iluminación final y la trascendencia. Y aquellas atenazadas por la impureza permanecen en el mismo escalón o incluso son reencarnadas como formas más lejanas a la Iluminación como castigo. La más impura de las formas es la más alejada del manejo de la Esencia, la forma de meros animales y plantas, carentes de mente capaz de comprender la sabiduría necesaria para perseguir la Iluminación."

La hoja de papiro terminada es echada a un lado, su cara regada suavemente con arenisca para facilitar que la tinta negra se seque. Los labios ajados y estrechos de Ixien se fruncen cuando sopla con suavidad para alejar la arena y dejar la página terminada junto al resto de las que estaba escribiendo, hacia la izquierda de la mesa, orientada hacia el oeste como mandan los finales. 

"Para alcanzar esa pureza, debemos seguir el ejemplo de los Dragones Inmaculados. Solo siendo como ellos podemos trascender y obtener la verdadera sabiduría que toda alma desea. De Daana'd, la Árbitro de la Queja Inmaculada, Iluminada del Agua, aprendemos a juzgar y a solucionar los problemas en vez de limitarnos a llorar sobre nuestra impotencia, como hace su némesis el Mocoso Gimoteante.

De Hesiesh, el Recitador de Altos Himnos y Oraciones Eficaces, Iluminado de Fuego, aprendemos la importancia de usar la Esencia cuando es más relevante y no trivializarla pues es en su fluir natural donde se encuentra el equilibrio, así como la importancia y sabiduría de seguir la tradición, no como hace su némesis el Patán Intolerante.

 De Sextes Jylis, Aquel que Esparció Mucha Hierba, Iluminado de la Madera, aprendemos la importancia de la responsabilidad en nuestros poderes y nuestro deber de viajar por el mundo y restauraralo a su perfección tanto moral como física, no como hace su némesis el Caballero Desconsiderado.

De Mela, la Peticionaria de Nubes para la Llamada a la Batalla, Iluminada del Aire, y primera en Ascender, aprendemos la importancia de ser perfectos en todo lo que hacemos y continuamente esforzarnos por mejorar, no como hace su némesis la Puta Enfermiza.

Finalmente, de Pasiap, Aquel que Ilumina Ambos Mundos con Majestuosidad y Poder, Iluminado de la Tierra, aprendemos a darle forma perfecta a las cosas y majestuosidad a Moradas y refugios para que la Esencia fluya con libertad y equilibrio y alcancemos la sabiduría, no como hace su némesis el Paleto Ostentoso."

La siguiente página estaba completa, y el ritual centenario de la arena y el soplido se produjo de nuevo. Los cánticos habían cesado ya a medida que todos los monjes se habían retirado a dormir, pero Ixien solo colocó una nueva hoja en blanco frente a él. Su pincel se mojó suavemente en la tinta y comenzó a trazar nuevas letras dando forma a lo informe, luchando contra el Kaos absoluto al consolidar el mundo y su sabiduría.

"Enfrentar los problemas, utilizar la Esencia con maestría, aceptar nuestra responsabilidad, buscar la perfección y darle forma a lo abstracto. Así caminamos en la senda de los Dragones Inmaculados y buscamos la Iluminación, alejando nuestros pasos de otras sendas y tentaciones que no son más que corrupciones del alma. Como los campesinos, que adoran ciegamente a los espíritus, ven sus vidas truncadas así por escuchar susurros que carecen de Iluminación. Solo los Vástagos del Dragón merecen la adoración que les corresponde por su cercanía a los Dragones Inmaculados. El resto es parte de la Herejía de los Cien Dioses y su falsa adoración a los espíritus, que no son más que simples funcionarios de los Dragones Iluminados. 

Peor aún son aquellos que refugian o protegen a los Anatemas, los Ladrones del Cielo. Habitan en el Umbral, con sus terribles maestros feéricos y falsas deidades, y es la labor del Reino y de sus iluminados miembros conquistar esas tierras y devolver el equilibrio de la creación a la informidad del Kaos. Solo dándoles muerte y purgándolas podemos devolver estas almas a la senda de la Iluminación mediante la reencarnación. Y lo mismo debe hacerse con cualquier forma de herejía, con cualquiera que esparza falsas creencias o corrompa las palabras y enseñanzas de los Dragones Iluminados. Pues la herejía es la corrupción que niega la Iluminación, esparciendo falsa sabiduría para engañar a los incautos y desprevenidos. Solo las palabras y enseñanzas de los Dragones Iluminados, y el trabajo eterno de la Orden que lleva su nombre, pueden llevarnos a la trascendencia del alma, a la pureza del espíritu, a la virtud."

Luciérnagas y grillos cantan y bailan fuera de la ventana, la sinfonía nocturna que acompaña a la escritura. Pero los ojos de Ixien empiezan a cerrarse lentamente, el cansancio acumulándose en su cuerpo anciano. 

-Cerraré los ojos, Dragones Inmaculados, solo brevemente antes de continuar mi trabajo.-

Pero Ixien nunca los volvió a abrir. Posado sobre sus escritos y enseñanzas, su alma abandonó su cuerpo para transitar en busca de la reencarnación que soñaba. Un paso más cerca de la Iluminación.

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