Despedidas


A mi buena amiga Mnemon Alma Inmaculada, Magistrada de la Devoción Sagrada, Guardiana del Sello de Shicharrad, Vástaga del Dragón de Agua, Erudita de las Sendas Inescrutables:

Querida maestra, ha pasado mucho desde que te escribí la última vez. Se que no apruebas mi acto de rebeldía contra las órdenes recibidas, pero hay deberes más importantes que el prestigio y la política. Somos Magistrados y es nuestro deber mantener la paz, la justicia y la Jerarquía Perfeccionada cueste lo que cueste. Esta que tienes en tus manos es posiblemente mi última carta, pues la oscuridad se muestra ante mi y he de confrontarla aunque carezca de los recursos.

Como os he ido informando a lo largo de estos años, desde la desaparición de la Emperatriz las fuerzas contrarias a la Creación se han estado moviendo sin control ni vigilancia. Basta escuchar los informes de la llegada desde ninguna parte de las Tierras Sombrías, donde la muerte camina en el mundo de los vivos. O los rumores de que las tribus del borde del Umbral se ven cada vez más presionadas a invadir los reinos limítrofes bajo la presión de ataques y partidas de caza de la Buena Gente. El Kaos, como el Inframundo, quiere devorar la Creación y está moviéndose cada vez con mayor virulencia.

Pero hay un enemigo tan antiguo como aquellos y cuyos movimientos son más sutiles e insidiosos. Fuera de los límites de la Creación está Malfeas, tierra de fuego y dolor, repleta de demonios. Sus maestros, los terribles Yozis, llevan conspirando contra el mundo desde el principio de los tiempos, corrompiendo y destruyendo con sus intrigas e inquinas, con sus ejércitos de fuego y terror. Organizan a sus terribles sirvientes en círculos de infernal poderío, desde los débiles demonios del primer círculo a los terribles sirvientes de gran poder del tercero. Vastos ejércitos dispuestos a destruir el mundo y a sus habitantes con una simple orden de sus señores.

Como sabéis, la más terrible de sus herramientas son los Anatemas. Hijos de los demonios, bendecidos por sus poderes terribles y retorcidos, los Yozis los desatan sobre el mundo para traer destrucción y horror. Y, con su apariencia mortal, corromper y seducir a los fieles con ideas malvadas de rebelión y conflicto, destruyendo la paz del Reino. Como Magistrados, ambos sabemos bien el dolor que traen estos demonios camuflados y más de una vez hemos tenido que reunir a la Cacería para acabar con ellos antes de que se vuelvan fuertes y devoren las ánimas de ciudades enteras.

La desaparición de la Emperatriz ha hecho que la mayoría de los Dinásticos hayamos sido reclamados de vuelta a la Ciudad Imperial para propiciar el ascenso de nuestras casas al trono. Pocos Vástagos no han recibido esta orden. Menos somos los que la hemos rechazado. Se que no aprobáis mis actos y no os culpo por ello, yo mismo soy consciente de la deshonra que implican para mi nombre. Pero los siervos del Malfeas se extienden por el mundo, no podemos darle la espalda a oni y yokai por anteponer los intereses políticos de nuestras familias. Es nuestro deber como Magistrados, para proteger y defender el Reino y el orden de los Dragones Elementales, cuya sangre corre por nuestras venas. Ante todo, es nuestra obligación traer justicia al Reino y guardar a sus ciudadanos del mal... y, ante la decisión de sacrificar honor y posición por el bien de la Creación misma, sabéis cual ha sido la senda elegida, aunque no la aprobéis.

Así que, en el tiempo desde mi última misiva, he estado trabajando solo con mi séquito, aquí en el frío norte, en la región de la ciudad de Pneuma. Los combates entre las Legiones de la casa Tepet no favorecen la imagen de fortaleza y unidad del Reino y no me extrañaría que los habitantes de la satrapía pronto empezasen a hablar de rebelión ante la debilidad de la Isla Bendita. Ese es el precio de desatender el Reino por buscar el trono.

Investigando en torno a esa cuestión para encontrar levantiscos y traidores, encontré algo mucho más oscuro, pues los sirvientes de Malfeas se mueven entre las nieves y las sendas comerciales de la región, atacando pequeñas villas y poblaciones desprotegidas. Demonios infernales con forma de ventisca de nieve y ojos de fuego que devoran a la gente de un mordisco sin dejar más que los tobillos y los pies. Aparentemente los coleccionan. 

Así que ahora marcharé al Clavo de la Verdad, uno de los pocos lugares en todo el norte donde la Cacería Salvaje sigue teniendo presencia. A ver si algunos de ellos están dispuestos a unirse a mi cacería de demonios, aunque estos no sean Anatema. Y hablaré con los templos y gobernantes de la ciudad a ver si sus monjes se unen a nuestra persecución de los agentes de Malfeas, pero en una ciudad donde se ora más que se trabaja no espero encontrar gran cantidad de monjes guerreros como los de la Orden Inmaculada, pues los religiosos de estas frías tierras adoran a los pequeños espíritus de las cosas. 

Pero si es necesario partiré a solas por la carretera a Whitewall y, después tornaré hacia las montañas al oeste bajo cuyos bosques y en cuyas laderas se encuentra la morada de estos demonios. Si no volvéis a oir de mi, mi querida amiga, al menos sabréis donde se encuentran los oni que amenazan estas tierras. No permitáis que Malfeas siga extendiendo su influencia y, si caigo, vengadme. 

Como dice la decimo-séptima sutra de los Textos Inmaculados: "Y los agentes de Malfeas buscaron la destrucción de la Creación y encontraron la firmeza de los Dragones Inmaculados. Sigue su ejemplo en la senda de la reencarnación y la batalla."

 Siempre tuyo, tu amigo, tu discípulo

Cathak Yongh-suo, Magistrado de la Justicia Irredenta, Vástago del Dragón de Fuego

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

El poder de los nombres

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra