Espiritus y Dioses


Chiaroscuro está construida sobre las ruinas de una ciudad de la Primera Edad, de altas torres de cristal coloreado que se alzarían hacia los cielos como agujas elegantes. Como todo en la ciudad, las magníficas construcciones de otros tiempos largo han sido destruidas en su mayoría, el cristal que las componía reutilizado en construcciones modernas, más honestas pero también más modestas. Y en algunos portentos, como la plaza de ejecuciones, creadora de tantos fantasmas.

Y es que las calles de mi ciudad están recorridas por los muertos cuando cae la noche. Espectros traslúcidos y hambrientos buscan a los vivos y se los llevan para aumentar su número. Ni el Tri-Khan, nuestro gobernante, ni ninguna de los Vástagos del Reino que puedan encontrarse en la ciudad para cobrar diezmos, comerciar o guerrear, pueden hacer nada para detenerlos. Solo las líneas de sal trazadas por calles y barrios impiden a los espectros cruzar y mantienen las zonas muertas de la ciudad detenidas, controladas, bloqueadas.

Pero los fallecidos no son los únicos espíritus de la ciudad, acaso ni siquiera los más poderosos. La Abuela Brillante habita en la ciudad como lleva haciendo desde tiempos inmemoriales, su corte abierta para aquellos que sepan los antiguos ritos y muestren la cortesía adecuada. Vivos y muertos acuden a ella, los primeros durante el día, los segundos al caer la noche. La Orden Inmaculada puede afirmar que los espíritus no son dioses y no deben ser adorados, pero muchas veces he visto por las calles de la ciudad las pequeñas ofrendas de los habitantes a la Abuela, buscando su ayuda en cuestiones de comercio, de amor, o cuando se enfrentan a viajes peligrosos fuera de la ciudad. Supersticiones dicen los fieles de los Dragones Inmaculados, pero aquí en estas tierras antiguas, superstición y ciencia se dan la mano con pactos de incienso y respeto.

La Orden Inmaculada afirma que los espíritus son como la burocracia de los Dragones Elementales y, como si fueran funcionarios de las Mil Escamas, así deben ser tratados. Pero aquellos que vivimos en su proximidad sabemos que son mucho más que eso. Whitewall en el lejano norte permanece libre de nieve gracias a antiguos pactos con espíritus locales, los mayores productores de drogas del este lo hacen en la ciudad de Great Forks bajo la protección de un concilio de tres espíritus locales, y raro es el marinero de las aguas que desafía la guía espiritual cuando se adentra entre las islas de coral del oeste. Protocolos y regalos, ofrendas y adoración, respeto y admiración. Todo esto buscan los espíritus, y mucho más, pues cada uno de ellos es único y tiene su propio lugar en su jerarquía, su propia personalidad, sus propios objetivos. Los hay que comercian, los hay que gobiernan, los hay que pactan, los hay que cazan.

No, los espíritus son parte del mundo y su fluir. Dioses, grandes y pequeños, que habitan en claros y en bosques, en ciudades y lagos, en las profundas arenas del desierto barrido por el viento. Saben mucho y responden a antiguos protocolos y etiquetas, exigen regalos y ofrendas, respeto y adoración. Por mucho que la Orden Inmaculada diga que no son divinos, se comportan como si lo fueran y esperan ser tratados de ese modo. Y si no quieres enfadarlos, debes hacerlo, pues la furia de los pequeños dioses es terrible, capaz de proezas que ni siquiera los Vástagos del Dragón imaginan. ¡Teme la ira de los espíritus, pues no todos son amigos de los mortales!

Si te preguntas cómo se todo esto, es porque he nacido en Chiaroscuro, en las tierras del fuego donde la profecía es moneda común y los dioses caminan por ruinas y dunas. Entre las calles de fantasmas encerrados en sal y las ofrendas a la Abuela Brillante. Y algunos, pocos, tildados a menudo como locos o fanáticos, herejes o traidores, tenemos especial sensibilidad para los entes espirituales que caminan entre nosotros. Y podemos darte un poco de su sabiduría a cambio de muy poco, solo un puñado de jades o un secreto.

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