Danzando en la Cima del Mundo


En las laderas de la Sagrada Montaña Imperial, en el centro del mundo, dos figuras se mueven con gracilidad y belleza. Cada giro y cada salto al borde del abismo es respondido con una defensa grácil y elocuente, que de modo fluido se transforma en una patada buscando desestabilizar al oponente. El sudor cubre la piel de ambos contendientes, el maestro y la aprendiz, mientras progresan en su aluvión de puñetazos y esquivas, con elevadas volteretas que los llevan a nuevos picos y posiciones. 

-Centraos, joven ama, vuestra furia y frustración distrae vuestros golpes- el maestro, con una sonrisa, aparta el puñetazo dirigido a su cara con una defensa con la palma abierta, antes de empujar a la joven que rueda sobre si misma para recuperar su equilibrio.

-¿Qué más da, si todo esto es inútil?- responde ella, lanzándose desde su posición acuclillada sobre su maestro, que la captura en el aire y la lanza en dirección a la pared, donde ella se apoya para poder lanzar una nueva patada desde esa posición.

-Es cierto que vuestra casa ha caído en desgracia, joven ama, y que los Tepet no son lo que fueron hace unos años. Pero vos sois una Exaltada, una hija del Dragón del Aire, quizás sea en vuestras jóvenes manos que la casa Tepet recupere su gloria y poder perdida.-

-¿Cómo maestro, peleando en un risco como parias abandonados?- la sorna de la joven acompaña la danza de puño-parada-contraataque-esquiva en la que sus movimientos la danza que se sucede- En una montaña donde no puedo usar mis poderes para que puedas vencerme con facilidad, ¡apropiada metáfora para la situación de mi familia, maestro!-

La ceja fruncida del maestro fue la primera respuesta, la segunda fueron los giros precisos y elegantes de sus manos, seguidos de amplios movimientos con sus brazos y piernas. En su frente, arrugada por el gesto de sus cejas, el emblema del Aire fue visible a medida que el viento comenzaba a reunirse a su alrededor, en un potente vendaval que lanzó a su aprendiz contra la ladera de la montaña tras empujarlo con suavidad con la palma abierta.

-Nos encontramos en el centro del Polo de la Tierra, joven ama, pero incluso aquí donde la piedra y la roca gritan con fuerza, podemos escuchar el susurro del viento y de las nubes. La Esencia forma el mundo en todo momento y todo lugar, y el Aire nos acompaña en los cantos de los pájaros y las brisas que mueven los arbustos. Está en cada cosa viva y cada elemento del clima, está dentro de nosotros y fuera, está en el todo y en el vacío. La Esencia es. Aparta el ruido de la Tierra de tu mente, céntrate en el murmullo del Aire y este acudirá a tu llamada como siempre, es tu legado, eres su hija.-

Poniéndose en pie y atusándose los ropajes azules, la joven miró al maestro y comenzó a concentrarse. Los movimientos de brazos y piernas demasiado erráticos para conseguir canalizar las energías que buscaba comandar.

-No es con dominio y orden como vais a conseguir que el Aire acuda a tu llamada. Es la materia de sueños e ideales, es la Esencia del mundo mismo, no se la puede obligar, hay que seducirla.- 

Aparentemente sin esfuerzo, mientras su aura azulada cogía fuerza, el maestro lanzó un golpe descendente y cortante con la mano lejos de su aprendiz. Pero el viento se transformó en una cuchilla recorriendo la distancia entre ambos, de modo que la muchacha se vio obligada a rodar sobre si misma para esquivar el ataque, que impactó de lleno en la Montaña que, como había hecho durante siglos, permaneció impertérrita. 

-Seducción, elegancia, respeto. Pero para tenerlos debéis calmar vuestro espíritu y entender que es vuestro legado, vuestro derecho de nacimiento. El Aire es vuestro amante y sirviente, vuestro amigo y esclavo y son las cadenas de vuestra sangre las que lo atan. Haced que quiera responder a vuestra llamada, acumulad la Esencia de vuestro interior, y liberadla pues se encuentra a vuestra disposición.-

La muchacha cerró los ojos, inspiró con profundidad y sus brazos trazaron sendos círculos hasta encontrar ambas palmas frente a sus pechos. Sus piernas se separaron para buscar mayor base de equilibrio y un centro de gravedad más bajo, sus dos manos moviéndose al frente con la derecha transformándose en un puño firme y cerrado. Su ánima empezó a activarse, los vientos arremolinándose a su alrededor y sacudiendo sus ropas con fuerza. Proyectó la palma abierta al frente y el viento surgió en vendaval de la misma.

La respuesta fue la risa del maestro, su voltereta elegante hacia las alturas para esquivar el ataque y su descenso en forma de patada, recorriendo la distancia que les separaba impulsado por el viento. Pie contra antebrazo en una excelente parada, le sigue un giro de cadera para una segunda patada que encuentra la palma abierta de la aprendiz para detenerla y dos miradas que se entrecruzan.

-Muy bien, muy bien, joven ama. Pero recordad que la Esencia que acumuláis en vuestro interior es limitada; cada vez que le solicitamos al Aire sus favores la agotamos y deberemos encontrar formas de reponerla. Y aquí, en las alturas, nos encontramos lejos de la Morada de vuestra familia, aquí es la Tierra la que se encuentra presente. Así que debéis racionar vuestra Esencia, elegir cuando es el momento adecuado para usarla, para manifestar vuestro aura y demostrar vuestra herencia, y cuando es mejor conservarla hasta que llegue el momento perfecto. Es lo que nos enseñan la Orden Inmaculada y es cuestión de estrategia básica.-

La joven asintió, su frente perlada de sudor, pero sus ojos no disimulaban la sonrisa que anidaba en sus labios. Canalizar la Esencia la hacía sentir bien, sentir poderosa, sentir excepcional. Porque lo era. Hija del Dragón del Aire, la Jerarquía Perfeccionada del mundo la marcaba como un ser sagrado, una de las futuras dirigentes Exaltadas del Reino, por encima de mortales de todo tipo. Por mucho que su casa estuviese pasando por problemas, ella tenía el poder de enfrentarse al resto de familias de la Dinastía y lograr restaurar a los suyos. Solo tenía que centrarse y comandar al Aire. Y ese, era su legado.

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