Acero para Humanos Interludio: Un Hogar en Ruinas

 

El sonido del violín llenaba las estancias de Kaer y Seren, pasando entre puertas mal encajadas, huecos en las paredes, vacíos en los techos. La nieve caía fuera suavemente, aislando la fortaleza en una burbuja arrullada por el sonido de las olas del mar chocando contra los barrancos bajo ella. Kristov de la Huerta Blanca tocaba el instrumento con cariño, compañero suyo de muchos viajes, carreteras y montañas, y especialmente del hogar en ruinas que compartía con sus hermanos. 

Pero este año todo era extraño a sus ojos. Keldar, en lugar de su estar ausente y melancólico, parecía un torbellino de actividad, intentando reparar algunos de los dormitorios que hacía un siglo que no se usaban. Y Teos se encontraba en la planta superior, leyendo los libros de la biblioteca que él mismo había traído hacía años y había ignorado. Ambos parecían saber algo que Kristov ignoraba y su violín no podía traer respuestas. No había mucho margen de tiempo ya para que llegase más gente a la fortaleza, la nieve bloquearía los pasos de montaña en unos pocos días como muy tarde, y las ausencias eran demasiado numerosas.

Mientras pensaba en ello, sus dedos danzando sobre las cuerdas del violín, no escuchó los cascos del caballo que llegaba a la fortaleza. Uno de los hermanos llegaba de regreso al hogar de su vagar anual por los caminos, sus pasos disimulados por el sonido del violín y su propia cautela. Y, a la espalda de Kristov, el otro brujo le saltó encima entre gritos.

-¡Tu puta madre Cöen!- gritó el violinista sobresaltado, mientras soltaba la empuñadura de la espada que había agarrado sin siquiera darse cuenta- ¿Qué coño haces caminando como un fantasma silencioso?-

-Ya me conoces, Kristov, ¡fui misteriosamente entrenado por la Escuela del Gato!- el segundo brujo rió ante su broma, mientras golpeaba el hombro de su amigo y se abrazaba a él con fuerza.

-¿Dónde has estado todo el año gatete, buscando gatitas o peleando con perros?- Kristov rió ante su propio comentario, tomando de nuevo asiento y recogiendo de nuevo el violín que había depositado en la mesa a su lado.

-He estado siguiendo el rastro de un perro raro, si te soy sincero. Un tipo inmortal que está suelto por la Liga de Hengefors. Me encontré con Teos de hecho mientras rastreaba al potencial monstruo. ¿Donde anda el jovenzuelo?-

-Está por la biblioteca, leyendo. Lleva dedicándose a eso todos los días al menos un rato desde que llegó la semana pasada- el gesto de Kristov se oscureció ligeramente mientras el arco del violín comenzaba a acariciar las cuerdas-. Oye, tú acabas de recorrer los caminos de montaña, ¿se pueden transitar aún? Faltan varios de nuestros hermanos por llegar...-

El gesto de Cöen se ensombreció irónicamente y, de nuevo, el violinista tuvo la sensación de que también sabía algo que a él nadie le había dicho. Como si todos fueran parte de una broma de la que él no formase parte. Pero el ensombrecimiento del gesto del recién llegado aumentó mientras, solemnemente, echaba mano a uno de los bolsillos de su jubón y extraía un colgante de plata.

-Lo encontré en un mercado al oeste de Lan Exeter, poco antes de llegar aquí. No he conseguido la historia entera, porque había ido pasando de mano en mano durante semanas, pero creo que era el de Jakub. Parece que quedó debilitado después de luchar con algunos monstruos en las montañas del norte y los campesinos le pagaron con la muerte...-

Con solemnidad, Coën colocó el colgante del grifo al lado del de todos aquellos que habían ido cayendo con el paso de los años desde que se formase el Colegio. Sus cadenas de plata entrechocando en una suave danza, movidos por los fríos vientos del Norte. Cada año se añadía alguno a la colección, un fantasma más para caminar por los encantados pasillos de Kaer Y Seren, una historia que cada vez menos podían contar. Pocos podían ya rememorar la estoica presencia de Jakub, silenciosa pero siempre decidida, dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaban sin pedir más que una comida y una cama a cambio. 


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El salón principal de la fortaleza se hallaba ocupado los cuatro brujos, mientras Kristov de nuevo tocaba el violín. La ventisca exterior arremolinaba la nieve en una extraña danza de fantasmas blancos como aquellos que recorrían los pasillos de la memoria de quienes se encontraban cenando en la mesa. No era un festín, era más bien una comida algo frugal, pero no faltaba cerveza ni historias para acompañarla.

-¿Recordáis cuando el pequeño Teos subió por primera vez al Péndulo?- preguntó riendo Cöen, mientras agarraba el hombro del otro brujo con afecto- Compitiendo y corriendo a ver quien sería capaz de completarlo antes, si él o Zesiek. Total para ambos acabar con sus culos en la nieve como todos, ¡más heridos en su orgullo que en su cuerpo!-

-Si no recuerdo mal fue Zesiek el primero en intentarlo, así que puntos para él por tener el valor- sonrió Keldar, mientras acariciaba distante el libreto que siempre llevaba consigo.

Teos iba a defenderse en ese momento, cuando los portones del salón se abrieron y, con ellos, entró la nieve y el frío. Los dedos de Kristov dejaron de moverse en las cuerdas del violín mientras una figura encapuchada entraba por la puerta, cubierta de nieve y frotando las manos para entrar en calor.

-Seguro que estabais hablando de mi, aprovechando que aún no había llegado- sonrió Zesiek al cruzar el umbral-. Y, conociéndoos, seguro que nada bueno, alguna historia de cuando era un crío sin pelos en los huevos o algo así.-

Rió mientras veía a sus hermanos levantarse para abrazarlo uno por uno, el último pero el más sentido el abrazo de Teos. 

-Has dejado la puerta abierta, chaval- le amonestó de broma Kristov, mientras se acercaba a la misma para cerrarla- y entra un frio de cojones. No creo que nadie más pueda ya hacer el recorrido hasta aquí este invierno...-

-¿Nadie más, jovenzuelo?- la voz de quien entraba por la puerta hizo el silencio en el salón. Pues un fantasma regresaba en vida a los salones de Kaer Y Seren.

Todos, menos Kristov, sabían que ocurriría. Pero una cosa era saber la historia y otra verla con los ojos propios. Y, mientras Zesiek y Teos se apartaban entre abrazos, Keldar caminó hacia la entrada con lágrimas en los ojos.

-Bienvenido a casa, Gran Maestre.-

-Coño Keldar, déjate de formalidades ¡y dame un abrazo!-

Los dos hombres se fundieron en un abrazo que se había retrasado casi un siglo. Y, tras Keldar, fueron Kristov y Cöen los que abrazaron a Erland de Larvik, lágrimas corriendo por sus caras ante el reencuentro. Pero, mientras Zesiek cerraba las enormes puertas de madera del salón, un silencio se hizo en el mismo. La nieve caía demasiado fuerte fuera, el invierno era demasiado duro ya, los caminos de montaña estarían cerrados. Nadie más llegaría a la fortaleza y aún faltaba Hilbrandt.

-He oído que un brujo murió en las batallas de Cintra- dijo Cöen con tristeza mientras tomaba asiento de nuevo a la mesa-. Esperaba que fuera uno de los del Oso o de la Víbora, Teos me ha contado que ellos caminaban por esa región este año.-

-No creo que hayamos tenido esa suerte- respondió Kristov mientras recogía de nuevo el violín-, mala hierba nunca muere.-

-Estuvieron por la zona, pero viajaron a Cidaris que nos cruzamos con ellos cuando Teos y Zesiek vinieron a buscarme- respondió Erland, cogiendo una jarra vacía y llenándola de cerveza-. Barth, que creo que todos conocéis, hizo que los exiliaran de Cidaris, pero con el desorden que reina en la región a saber.-

-He oído que el brujo que cayó en Cintra lo hizo tras la batalla contra Temeria. Protegiendo una pequeña población de campesinos cuando la furia de los ejércitos dejó tantos cadáveres en el suelo que los ghouls de la región salieron a darse un banquete. Dicen que luchó con honor, sabiendo que eran demasiados para detenerlos.-

Las palabras de Zesiek resonaron por el salón mientras tomaba asiento al lado de Teos. 

-Eso sin duda descarta que fuera una Víbora o un Oso, "honor" no está en sus diccionarios de mierda- respondió con una sonrisa torcida Cöen-. Era o Hilbrandt o uno de los Lobos, pero de ellos ya quedan muy pocos y dudo que el viejo Vesemir se sacrificase por honor. ¡Por Hilbrandt, que descanse que se lo ha ganado!-

El brujo alzó su jarra de cerveza y los demás pronto se le unieron. A su alrededor, el salón que una vez estuvo lleno de veteranos brujos y jovenes entrenando, parecía cada vez más grande y vacío. Y, mientras el viento ululaba fuera, silbando en las grietas de los muros y en los torreones caídos, Kristov no pudo menos que pensar que ellos estaban tan rotos como la fortaleza que consideraban su hogar.

-Parece que aquí todos saben la historia, pero yo no tengo ni puta idea- dijo, inclinándose al frente mientras posaba el arco del violín brevemente-. ¿Dónde has estado todos estos años, Erland?-

-Perdido, mi buen amigo, he estado perdido mucho tiempo. Pero me han encontrado. Y ahora, he reencontrado el Camino...-

Y, mientrs la nieve y el frío asediaban el castillo, en el salón del grifo resonaron de nuevo las risas, las historias, el entrechocar de las jarras de cerveza. Cada vez menos de ellas, es cierto, pero el festejo del reencuentro, de la esperanza de un futuro, la alegría de simplemente haber sobrevivido a un año más. Todo ello, y mucho más, resonó entre aquellos muros derruidos y maltratados por el tiempo y los elementos, mientras las olas arremetían contra los barrancos bajo ellos con su incesante chocar.

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