Acero para Humanos Interludio: Lanza una Moneda a tu Bardo

 

-Así que tuve que dejar los suaves muslos de la condesa atrás y salir por patas de allí. Las cosas en Cintra no están bien, mis buenos amigos, está todo más revuelto que el río cuando hay deshielo. Os lo digo yo que vengo de allí y tuve que dejar el amor de mi vida detrás...-

Mientras contaba la historia aproveché para jugar la carta que me correspondía; mis contrapartidas estaban más pendientes de lo que narraba y  las noticias que de fijarse en como retiré alguna de las monedas de la mesa al depositar la carta. Espero que sepáis guardarme el secreto, pero habían sido unos días duros y la audiencia había sido rácana con sus monedas, como viejas que esperasen pagar a Melitele la Anciana por alargarles un poco más sus vidas. ¿Pero de qué valdrían sus duras existencias sin los momentos de asueto y descanso que les proporcionamos los artistas? ¿Qué sentido tienen sus oscuras vidas sin el brillo de la luz que proporcionamos, las risas y la aventura?

-Esos skelligenses son poco dignos de fiar- dijo uno de los hombres que jugaban la partida, afirmando como si sentáse cátedra en las aulas de Oxenfurt. Y eso que, probablemente, no había visto a ninguno de los isleños en toda su vida.

-Son peores los nilfgaardianos- respondió otro de los hombres, jugando su carta como si estuviese jugando un importante torneo de gwent en Novigrado en vez de una partida de naipes tonta en una taberna inmunda, sin duda de una calidad muy inferior a este honorable establecimiento.

-Bueno, mis amigos, en lo que todos podemos sin duda estar de acuerdo es que, como los tiempos están cambiando, también cambian los señoríos y las baronías. Ya se conoce el dicho de mi tierra: "cuando veas las barbas del vecino cortar, pon las tuyas a remojar". Y hay muchas barbas siendo cortadas en el sur este verano, se vienen tiempos turbulentos. Por eso yo viajo hacia el norte, lejos de aquí, a pasar un invierno tranquilo.-

Viajar era algo que aquellos hombres probablemente no harían en toda su vida y, sin embargo, muchas de las mejores experiencias de mi vida han sido en los caminos. Pero mentes cerradas en pueblos cerrados, cerebros como las vidas sin ilusión ni magia que llevan adelante donde solo un poco de nuestro arte puede iluminar sus recónditos refugios e iluminar sus almas durante un rato. Eso me ha quedado bien, debería guardarlo para hacer algún verso con esa idea, ¿no creéis?

-A mi barba que no se acerquen- rumió el tercero de los hombres, demostrando con sus palabras que no había entendido nada de lo que había dicho. Hombres sin duda sin el discernimiento que vos tenéis.

-En todo caso eso da igual, mis buenos amigos, lo que importa es que el mundo está revuelto. ¿Os he contado la historia de cuando yo y un brujo derrotamos al rey de los elfos? Se que Barth de Vengerberg ha popularizado una balada al respecto, pero no se encontraba allí como lo estábamos nosotros, con los ojos asesinos de los orejas largas puestos en nosotros. El brujo estaba desarmado, pero estoicamente Teos de Exeter confiaba en salir victorioso, pero lo que nadie esperaba era que...-

-¡Bardo!- la voz atronó al abrirse la puerta, dejando ver la masiva forma del armero de la ciudad en la entrada- Le has quitado la virginidad a mi hija, así que ahora tendrás que casarte con ella.-

Me puse en pie con una sonrisa encantadora, mientras recogía mis monedas y algunas de los demás que, sorprendidos, miraban el encuentro más entretenidos que con mis historias. Aquel había sido un público difícil sin duda, pero tomaría aquel dinero como los justos honorarios por mis esfuerzos, seguro que gente trabajadora como vos puede entenderlo.

-Por supuesto que tengo intención de casarme con ella mi buen armero... ¡suegro incluso! Tomaré a Nadia por...-

-¿Nadia? ¿Esa no es la hija del frutero?- preguntó uno de mis compañeros de juego mientras el armero enrojecía de ira.

-¡Natiusha! ¡Mi hija es Natiusha!-

A pasos agigantados dignos de su tamaño, el armero quiso cerrar la distancia conmigo. Si os soy sincero, ni me acordaba del nombre de su hija, dije lo primero que me había venido a la cabeza, como inspiración de Melitele la Doncella a la cual estas cosas le gustan. Cogí las monedas que restaban sobre la mesa, sin duda las que no eran mías me las había ganado con mi arte, y corrí hasta la ventana. Por suerte, mi laud se encontraba cerca después de mi anterior actuación así que pude recogerlo al vuelo, como si todo hubiese dispuesto así mismo por los hados. 

Cruzar la ventana me dio de cara con el fresco de aquella tarde otoñal, pues creedme que en Brugge no hace precisamente buen tiempo pese a encontrarse al sur. ¿Y os podéis creer que allí en el suelo es donde encontré este anillo por el que me preguntáis? Por supuesto que no es el vuestro, mi buen amigo, sino que su origen se encuentra muy lejos de esta honorable ciudad de Wyzima, yo creo que forjado por los elfos o los enanos en tiempos antiguos, y dispuesto ahí por la voluntad del Destino para que yo lo encontrase.

Así que no os preocupéis, sin duda no es el de vuestra esposa, mi buen amigo. Permitidme que os invite a una bebida y os cante una canción para celebrar que nos hayamos conocido. ¡Cantad conmigo!

"Lanza una moneda a tu bardo,
oh valle forrado, oh valle forrado..." 

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