Acero para Humanos Interludio: Oro y Seda

 

Las puertas se abrieron ante ellos y el color inundó sus ojos como una marea imparable. El oro de las copas y la luz dorada de las antorchas, los rojos y verdes de las telas de los vestidos, los azules de las aguamarinas de los collares... Pero el asalto a sus sentidos no se limitaba a los colores, sino la misma temperatura, pues si en el exterior estaban cayendo las tradicionales nieves del otoño, dentro de aquellos salones reinaba el calor. ¡Y los olores! Perfumes de Toussaint, especias en la comida que se encontraba en un lateral todavía caliente, inciensos en las columnas... ¿Cómo dejar pasar también los sonidos? Unos bardos tocaban una melodía movida, uno de los temas de moda para bailar en las cortes, mientras las sedas susurraban con sus roces a medida que los danzarines progresaban por los pasos entre sonrisas y cortejos.

-El Duque de Pont Vanis y su familia- anunció solemnemente el chambelán de la corte a medida que ellos avanzaban en dirección al trono.

-Mi buen Duque, bienvenido como siempre. ¿Y quien es esta pequeña mujercita?- el Rey Esterad Thyssen se puso en pie de su trono para recibirles, sonriendo con tranquilidad mientras toda la familia practicaba una profunda reverencia.

-Majestad, os presento a Liliowy, mi hija favorita, que recientemente ha cumplido su mayoría de edad.-

Varias damas y caballeros de la corte aplaudieron distantemente, probablemente planeando cómo eso influenciaría en las posiciones del Duque de cara a casamientos y alianzas. Mientras ella doblaba las rodillas en el tradicional saludo que tanto había ensayado, vio como, en el lateral derecho, ricamente vestido, un joven reía con sus amigos mirándola con intensidad. No le costó reconocer al Príncipe Tankred, poco mayor que ella misma, y a su lado Tregger Debonnan, el hijo del poderoso Duque de Poviss. Sus intensas miradas hicieron que sus mejillas se tiñesen de carmín mientras ella bajaba la mirada, azorada y tímida, provocando la risa de los jovenes.

-Bienvenida a la corte, joven Liliowy, espero que aquí podáis hacer muchos amigos y tener buenos tiempos- le saludó el Rey con cierta dulzura en su voz.

-Majestad, los habitantes del Ducado de Pont Vanis se encuentran preocupados por la guerra que se celebra en el este. Como sabéis, la Liga de Hengefors ha invadido Holopole y muchos creen que deberíamos intervenir para evitar que el rey Niedamir siga extendiendo sus dominios.-

-Vuestras preocupaciones son justas y adecuadas, mi buen Duque- respondió el Rey, tomando asiento de nuevo en su trono-, pero no son acuciantes. El otoño avanza y es mal momento para entrar en guerra si no queremos que nuestros ejércitos se encuentren aislados tras las nieves que están por caer. Y, como sabéis, el Rey Niedamir ha suavizado su retórica últimamente.-

Las puertas del salón se abrieron de nuevo y una diosa entró por ellas. Caminando con la belleza de la Joven, pero con el aplomo de la Señora, la mujer que entró parecía la encarnación de Melitele. Su pelo corto se movía al ritmo decidido de sus pasos, que parecían querer doblegar la tierra misma con cada avance, mientras su vestido se mecía como parte de su propio baile invisible a la cadencia casi silenciada de la música. Y esos ojos, pálidos como las nieves del invierno, parecían sin embargo irradiar un fuego capaz de consumir la sala entera.

-Chloe de Möen- anunció el chambelán, su voz solemne resonando de nuevo por la sala.

Y, mientras avanzaba por el pasillo para hacer una reverencia a la corte, con un estilo grácil y sureño propio de Temeria, Liliowy se encontró con que a duras penas podía quitar sus ojos de su presencia celestial. Parecía una dama salida de los relatos de caballería que ella gustaba de leer, una de las princesas en sus altas torres.... aunque esta no parecía esperar a que ningún caballero de brillante armadura viniese a su rescate, pues sus ojos ardían con el fuego de las llamas del dragón que debería ser su guardián.

-Chloe, bienvenida de nuevo a la corte, justo hablábamos de vuestra acertada embajada ante la Liga de Hengefors- el Rey se puso en pie para recibirla y con ello logró atraer la mirada de toda la corte-. De hecho, este es buen momento para hacer anuncios y avisos para todos los que aquí nos encontramos.-

Esterad Thyssen hizo una pausa teatral en sus palabras, atrayendo la atención de los presentes con su silencio. Liliowy pudo percibir en la mirada del Príncipe una mezcla de deseo, vergüenza e ira ante la llegada de la hechicera. Pues una presencia como esa no podía ser otra cosa que la de una de las antiguas estudiantes de la exótica Aretuza. Mientras Chloe terminaba su genuflexión y se colocaba en un lateral del salón, la voz del Rey resonó de nuevo con la confianza de quien está habituado a que se le haga caso.

-Como sabéis, durante años hemos gobernado esta corte, desde que depusiésemos al usurpador. El uso de hechicería y el consejo del magus Stregobor por parte del ladrón de tronos hizo que desconfiásemos del apoyo y la lealtad de los integrantes de la Hermandad. Pero este está siendo un año complicado, aquí y al sur, y nos ha hecho replantearnos lo que sabíamos con certeza y lo que sospechábamos. El consejo de mi querida esposa, la Reina- mientras hablaba hizo un ademán cariñoso a su esposa, Zuleyka, que permanecía sentada en el trono adyacente al suyo-, ha sido que debemos aprovechar las oportunidades que surjan. Al fin y al cabo, el Buen Libro nos habla de que las sendas divinas son misteriosas y que San Lebioda afirma que solo quien se ayuda a si mismo puede contar con el apoyo de las deidades.-

Muchos de los presentes asintieron, conscientes de la importancia que Lebioda y sus enseñanzas tenían en la corte, debido en buena medida a la devoción de la reina. Pero muchos otros fruncieron el ceño, pues Kreve era la deidad más venerada en el norte, sus enseñanzas de gestas y valentía, masculinidad y fuerza, claramente contrarias a la retórica de respeto y amor que llenaba el Buen Libro. Liliowy desvió su mirada del Rey hacia la hechicera que, aún callada y en silencio en un lateral de la sala, parecía de algún modo ser el centro de la misma.

-Por eso- continuó Esterad su discurso- hemos decidido que es hora de cambiar algunas cosas. Muchos se escandalizaron hace años con el nombramiento de un brujo como caballero de la corte, y sin embargo su servicio ha sido largo y honorable. Otros se escandalizaron cuando dimos acceso a los dueños de las minas al Consejo de la Moneda para que pudiesen asesorar en el gobierno del Reino pese a su ausencia de sangre noble. Y otros se escandalizarán ahora cuando anuncie que, desde este momento, Chloe de Moen es mi Consejera personal y residirá con nosotros aquí en Lan Exeter mientras ella guste. Aquí está la carta de la ilustre Tissaia de Vries desde Aretuza que, en nombre del Capítulo del Regalo y el Arte, acepta su nombramiento como hechicera de esta corte.-

Liliowy no estaba segura de si había visto la más sutil de las sonrisas en la boca de Chloe ante el anuncio. Ignorante de la complicada política de la Hermandad de Hechicería, la joven no pudo más que perderse en los labios de la hechicera, ignorando el significado que el gesto que creía haber visto podía tener.

-Cuando llegue la primavera, Duque de Pont Vanis, nos enfrentaremos a la cuestión de cómo lidiar con la Liga de Hengefors. Pero no lo haremos solos, sino que contaremos con la voz y el poder de Chloe de nuestro lado, no solo la fuerza de nuestros hombres y armas. Y, probablemente, contemos también con la ira del Rey Niedamir, que tengo entendido que cortejaba también los servicios de nuestra nueva Consejera. Pero eso será cuando el deshielo llene el caudal de los ríos. Hasta entonces, danzaremos, beberemos y viviremos, pues la noche invernal es larga y tendremos que buscar muchas historias para llenarla.-

Mientras el Rey tomaba asiento de nuevo en su trono, la música inundó de nuevo la sala como el caudal de esos ríos de los que su Majestad hablaba. Las telas de nuevo resonaron a medida que los jóvenes tomaban la pista para bailar, y Liliowy vio cómo el apuesto Príncipe se aproximaba a ella para sacarla a bailar. Pero, aún mientras la mano de Tankred Thyssen la guiaba al centro del salón, ella no podía apartar de su mente la forma de la silueta de la hechicera cuyos pálidos ojos parecían capaces de leer los más insondables de los secretos, y sus suaves manos capaces de modelar la realidad misma con el poder arcano de los más oscuros misterios.

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