Crónicas de las Tierras de la Bruma 19: El Navío que trae las Tormentas


Te diré una cosa, las tormentas que importan no son las que tienen rayos y truenos, no... son las que creamos los mortales. Y la llegada de Jenny "la Negra" a Nueva Catán era uno de los heraldos de la tormenta que se aproximaba rápidamente por el horizonte. Ella era la única testigo de lo que había pasado con los padres de Shana cuando desaparecieron en el mar siendo ella pequeña, pero tenía su propia agenda para el antiguo continente sagrado. Y para verla casi hubo un duelo a muerte, pues Gnaven tentó la danza en el filo de la navaja para atraer la atención sobre si y que Shana y Zarel pudiesen colarse, pues sus insultos y bravatas casi le llevan a un choque frontal con Soldaren. Y el temible pirata no era de los que se dejaban intimidar, o se andaban con chiquitas. De esa primera entrevista con Jenny no se llegó a muchas conclusiones, pero si a un principio de entendimiento que, quizás con el tiempo, pudiese llevar a algo. Y quizás a un romance entre adolescentes, si su timidez e inseguridad podían ser superados.

Los Barbaslargas habían regresado de su expedición, y con ello se había descubierto el camino hasta la cala donde los desafortunados marineros supervivientes del Lady Catlyn se encontrarían si los planes habían funcionado. Y créeme, a estas alturas Gnaven ya estaba en una senda de guerra contra los piratas, encontrar a los supervivientes del ataque de Evander aumentaría la carga que la Nación soportaría en la ciudad. Si bien otras miembros del Nuevo Cisne querían una aproximación más reactiva, donde la Nación iniciase la agresión, el enano abogaba con fiereza por dar el primer golpe, pues la ciudad tenía demasiados enemigos internos que debían ser limpiados. Pero atacar la cala de los piratas era una prueba difícil y dura, quizás aún no se encontrasen preparados para ella, como si nosotros hubiésemos comenzado por el final nuestra peregrinación... no entenderíamos como debemos, lo que cuando lleguemos a esos últimos tramos implican. 

Así que partieron, pero no a las profundidades del bosque como siempre, sino al sur, bordeando costas, playas y calas. Hasta encontrar, escondido entre acantilados, el pequeño refugio donde los pocos supervivientes del naufragio permanecían juntos. Originalmente una veintena de tripulantes habían llegado hasta allí desde el Lady Catlyn, pero por las noches, sus números se reducían cuando desaparecían misteriosamente. Podrían haberlos rescatado y marcharse, ya lo creo, pero el Nuevo Cisne no era así. Al contrario, pusieron a los supervivientes a salvo en el refugio y prepararon una emboscada, pues los augurios de Aurora señalaban que el enemigo vendría a por una nueva presa esa noche. 

El bosque, sin duda podía estar lleno de putas brujas, no lo niego. Pero no era lo único que lo habitaba, no era la única amenaza que encerraba. Y lo que atacaba a los marineros supervivientes era una gran sirena que los atraía a las aguas, apoyada por sus secuaces y un misterioso sapo capaz de tragarse a alguien entero. Y con ella venía una enorme ballena, junto con el ascenso de las aguas, que amenazaban con ahogar a quienes siguiesen los cantos de la sirena. No fue una batalla tan dura como podía haberlo sido, pues las aventureras fueron capaces de resistirse a los cantos de la sirena y a los ataques de la ballena, pero si su voluntad hubiese flaqueado una única vez quizás otro gallo hubiese cantado, sus cadáveres perdidos en la marea lejos de donde se los pudiese recuperar. 

Pero no ocurrió, y como heroínas regresaron a la ciudad con los supervivientes. Pero ya te dije que Gnaven había iniciado el camino de la guerra contra los piratas, y eso le llevó a un enfrentamiento con Greco. No porque Greco no entendiese lo que llevaba al enano a tomar esa ruta, sino porque el eclesiástico se debía a Alcides y su forma de entender el mundo, y esa esperanza optimista de quienes sinceramente creen que aún se pueden arreglar las cosas. El tiefling, más cínico, no lo creía personalmente, pero en su lealtad al Pontífice quería darle todos los medios para intentarlo, algo que Gnaven consideraba mantenerse al margen, dejar que el mal campase a sus anchas por la ciudad. 

Esto sería importante porque, poco después, se presentarían en un baile las campañas de Gnaven y de Vivenna para la presidencia de Nueva Catan. La política en la ciudad bullía y las alianzas serían clave para obtener la posición, sobre distintas plataformas. El enano centraba su campaña en no permitir que los malvados, especialmente los piratas, siguiesen haciendo lo que quisiesen en la ciudad. Por su lado, la tiefling abogaba por luchar contra la esclavitud, defender cierto grado de virtud y una sociedad más consolidada. Las negociaciones siguieron, se dice que recibieron el apoyo del Reino, que la Hegemonía no logró llegar con ellas a un acuerdo, que entre ellas estaban divididas. Y que la República, cansada de que beneficiasen continuamente al Reino, finalmente había dejado de acudir a sus fiestas. Que quizás la controvertida Espada Brillante pudiese ser un apoyo de futuro. Y que, el día después, llegarían interesantes dudas y cuestiones filosóficas y teológicas cuando el Cuestionador se entrevistase con Zarel para tratar de entender cómo el Aeon actuaba a través del joven.

Pero, como suele ocurrir, el fuego ya es meras ascuas y mañana nos queda mucho viaje por hacer. Asi que nada, a dormir, que las estrellas ya lo indican y nosotros aquí de cháchara.

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