Lluvia sobre tiempos perdidos (9)

Mi Sire si que no tenía problemas en eliminar a alguien que le molestase. Matar no le suponía ningún tipo de problema cuando le conocí, había luchado en las Cruzadas y había matado a decenas de enemigos como mortal, y más como inmortal. Yo también había tomado algunas vidas más para entonces, pero seguía sin hacerlo con la falta de dudas y con la seguridad en si mismo con las que Teodulfo despachaba a quienes osaban molestarle o importunar sus planes. La sala se llenó de una voz grave, profunda, con clase y elegancia. "And now, the end is near; And so I face the final curtain..." Pero no todo final era el último punto de una historia, en ocasiones eran el comienzo de lo que importaba.


-Corría el año de Suestro Señor de 1469 y yo era uno de los caballeros de confianza del heredero de la corona de Aragón, el infante Fernando. El mayor líder que nuestros reinos han visto, que pasaría a la historia como Fernando II el Católico, capaz de construir un imperio con cabeza, valor y fuerza, con una esposa que estaba a su altura y la unión de las coronas que formarían las Españas. Por aquel entonces, sin embargo, la situación era muy incierta, la guerra rugia en Castilla e Isabel carecía de fuerzas para vencer tras haber rechazado el matrimonio con el Rey de Portugal. Y, en su auxilio, llegó la empresa más caballeresca, más valiente, y más gallarda que caballero alguno pudiera hacer: desafiar al destino, por un matrimonio capaz de forzar a la historia a arrodillarse.-

Los buenos tiempos, cuando el sol todavía bañaba mi cara sin incidencias, cuando la valentía se medía con el arrojo con el que nos enfrentábamos a los enemigos de la Corona de Aragón en Nápoles, el Mediterráneo y Al-Andalus. Tiempos en que ni sabía de la existencia de Cainitas, conspiraciones inmortales, ni se había perdido todo. La época en que aún estaba el mundo delante nuestra, dispuesto para ser conquistado, quisiese o no. Cuando las Españas se desperezaban, dispuestas a ocupar el centro del escenario de la corrala, cuando nuestras gestas inspirarían las mejores generaciones de pintores, escritores, músicos, dramaturgos... Cuando amanecía el largo día en que el Sol no se pondría.

-Fernando había acordado desposarse con Isabel en secreto, pero no podía acudir al matrimonio porque evitarían en la frontera que llegase hasta donde la infanta lo aguardaba. Era una empresa muy arriesgada y azarosa, de gran valentía y arrojo, pues requería desafiar a los hombres y capacidades del Rey de Castilla, Enrique IV. Y, sin embargo, el príncipe ni dudó, seguro del camino que tejía delante de si. Así que nos escogió a algunos de los más fieles, los más valerosos y leales, y nos embozamos como mejor pudimos, dispuestos a arriesgar la vida por la unión soñada por el Rey Juan II, quien en aquel momento portaba la Corona de Aragón. Los peligros que enfrentamos en las sendas fueron numerosos, las pripecias se contarían por decenas, pero sorteamos todos y cada una de las vicisitudes de nuestra vía hasta, finalmente, llegar a Valladolid, donde se celebrarían los esponsales.-

"...I planned each charted course; Each careful step along the byway..." Si, sin duda, los siglos habían llevado mis derroteros por muchos lugares, esperados e inesperados, gloriosos y terribles, pero pocos podían competir con la valentía y arrojo inconsciente del que solo los mortales son capaces. La locura, en el fondo, que es la vida.

-Yo lo ignoraba entonces mientras veía a la pareja contraer nupcias y comenzar su historia juntos, pero habríamos de permanecer allí mucho tiempo, luchando la guerra de sucesión por la que Isabel se haría con la Corona de Castilla. Y, mientras allí permanecíamos, entre las sombras yo había atraído la atención de quien iba a destruir mi vida y construirme una nueva, mi Sire, el Excelentísimo Teodulfo, Príncipe de Tarragona. Durante semanas me observó desde la sombra, comparándome con los demás caballeros de Fernando, buscando cual era el mejor. Nos puso a prueba, nos enfrentó a retos enormes que se sumaban a los desafíos que la vida diaria nos ponía en el camino, tratando de bloquear el inevitable ascenso de sus Católicas Majestades. Cuando, años más tarde, el ilustrado italiano Niccolo Machiavelli escribiese su célebre tratado, sería en Fernando en quien se fijaría como ejemplo a seguir para el buen gobernante, de modo que los retos diurnos fueron siendo solucionados, uno tras otro, mientras los retos nocturnos se acrecentaban.-

Me removí suavemente, ajustando las arrugas del pantalón, mientras recordaba los debates con Teodulfo o con mis compañeros de armas, las discusiones, los enfrentamientos amistosos y no tan amistosos, las pruebas de lealtad y devoción, las tentaciones del deseo y la codicia... Y cómo todos, lentamente, iban cayendo en el camino, incapaces de estar a las alturas del desafío presentado ante ellos. "...I ate it up and spit it out. I faced it all and I stood tall; And did it my way..."

-Fue en la primavera del Año de Nuestro Señor de 1470 cuando las pruebas se terminaron y fui apartado de la luz del sol para adentrarme en las tinieblas. La noche en que Teodulfo me mostró su verdadera naturaleza y me dio la oportunidad de servir a un señor aún más poderoso y capaz de lo que Fernando jamás podría ser, pues por su sangre solo corría la sangre mortal en vez de la inmortal. Aún recuerdo la mirada acerada de sus ojos brutales y sabios en el momento en que rechacé su oferta, pues mi lealtad sería siempre únicamente para quien era mi futuro Rey. Con orgullo y seguridad, me planté ante él y fui asesinado.-

La voz dio alas a mis pensamientos, narrando mejor de lo que yo podría lo que sentí en aquel momento. "...For what is a man, what has he got? If not himself, then he has naught. To say the things he truly feels and not the words of one who kneels. The record shows I took the blows, and did it my way!".

-Por supuesto, como atestigua mi presencia aquí en este momento, la muerte no necesariamente es el final de la historia cuando un inmortal no lo desea. Fui Abrazado contra mi voluntad y alejado de la Corte que conocía para ser llevado a Tarragona, donde comenzaría mi instrucción forzosa en una muerte que no deseaba. Pero, incluso con el paso de los años ante mis ojos, mi espada siempre estuvo al servicio de la estirpe de Fernando, el más grande de los gobernantes que las Españas han tenido, un linaje ilustre y poderoso que contó con grandes baluartes como su nieto Carlos I, o su bisnieto Felipe II. Y, en honor a mi lealtad a Fernando, siempre que pude mi espada y mi lengua estuvo al servicio de las Coronas que los Católicos habían unido.-

Muchos años de soles eternos hasta que, finalmente, el astro rey acabó por ponerse en el oeste, como inevitablemente hace todos los días, por largos que sean. En Flandes, en las Américas, y más allá, las picas fueron arrancadas, nuestra presencia olvidada y el legado de mis tiempos olvidado.

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