Lluvia sobre tiempos perdidos (7)

La música tomó un tono más ranchero, más americano y, con él, mis recuerdos danzaron hacia adelante en el tiempo, hacia el oleaje y el viento agitado, al sonido de las masas hacinadas y la bocina del barco de vapor mientras surcaba el océano. "An old cowboy went ridin out one dark and windy day..." y, sin duda, aquella noche en que divisé el puerto de Nueva York lo era, lluviosa y tormentosa, con la mar picada y el barco agitándose como un infantil velero de corcho que se mece en la corriente de un río.


-He cubierto muchas embajadas y he sido numerosas veces enviado diplomático de Cainitas de todo tipo. Es parte de quien soy, pero una de las embajadas más duras en las que jamás participé tuvo lugar en el año de Nuestro Señor de 1898, cuando el gran titán que hoy en día son los Estados Unidos comenzaba a luchar por demostrar su hegemonía frente a un Reino Unido que se venía a menos. Usando una estrategia que repetirían numerosas veces, ellos mismos habían hundido el acorazado Maine y habían culpado de ello a la Corona. La guerra se había desatado y, siguiendo la tradición de épocas recientes, las Españas habían sufrido una aplastante derrota. Una excelente generación de escritores surgiría del trauma de la pérdida de esas posesiones coloniales, uno de los escasos vestigios que nos restaban de los esfuerzos que muchos habíamos hecho con los siglos, perdidos ante las mareas innegociables del tiempo, como el navío que me transportaba se mecía en las olas.-

Ciertamente, el viaje había sido complicado, yo siempre había odiado atravesar la mar océana y aquella vez no fue excepción, incluso con las mejoras en la navegación que habían acaecido desde mi anterior viaje a las Américas. Nueva York, ya por aquel entonces, motraba las señales de ser la futura capital del mundo: una economía bulliciosa y activa, multitudes de inmigrantes y trabajadores, gente poderosa, gente valiente y cobarde, pero sobretodo... gente con la ambición de conquistar el mundo. Algo que yo bien conocía y que hacía un tiempo había sido la sangre que corría por las venas de los españoles. Pero era un imperio distinto, construido no con sangre y sudor, sino con acero, carbón y fuego. "...Their brands were still on fire and their hooves were made of steel...".

-La ciudad estaba gobernada por el Sabbat, aunque en medio de enormes conflictos y tensiones de las que, eventualmente, Micaela acabaría aprovechándose hace cinco años para convertirse en Príncipe y transformar la ciudad en un bastión de la Camarilla. Pero a finales del siglo XIX, era la Obispo Ecaterina the Wise la que gobernaba la ciudad en nombre de la Espada de Caín. Por eso me sorprendió tanto que Monçada me pidiese que fuese al otro lado del océano en misión diplomática para él. Lo primero que pensé fue en rechazar la petición, pues entrar a solas en un burgo controlado por el Sabbat tan lejos de mis recursos y contactos era potencialmente suicida, incluso con la protección oficial del Arzobispo de Madrid. ¿Por qué me lo había solicitado a mi, honrando mi posición como Autarca por mucho que los suyos soliesen considerarme como miembro de la Camarilla? ¿Por qué no enviar a sus propios seguidores y Chiquillos? Esas dudas nunca he podido responderlas, pero en mi interior venció mi posición como diplomático. Si había de ser destruido por el Sabbat por aceptar una embajada para uno de los suyos, que así fuese, yo no renunciaría a ser quien había sido durante siglos.-

Aunque nunca lo admita en voz alta, estuve a un tris de permanecer en el barco y nunca descender al puerto de Nueva York desde el que los inmigrantes a la ciudad hacían sus trámites. Pero, con todo el valor que pude reunir, finalmente descendí por la rampa de madera y me encontré con el enviado de la Obispo, que permitió que nos saltásemos todos los trámites. Su coche de caballos nos llevó por las abigarradas calles de Manhattan camino de la iglesia donde el Sabbat se reunía y su gobernante tenía su Corte. He visto muchas iglesias con mi tiempo, unas con auténtica Fe y otras con menos, pero jamás había visto una que exudase tal aura de corrupción como aquel pequeño edificio de piedra, moderno, útil y feo. La pura esencia del Sabbat exudaba de sus paredes, casi ocultando las imágenes de santos y ángeles, en una iglesia que dificilmente pudiera estar más alejada de Dios.

-Oficialmente, Monçada me había enviado a averiguar si los Estados Unidos seguirían causando problemas a lo poco que restaba de las Españas y, de eso, Ecaterina era la mejor informada de todos los Cainitas. En caso de que Estados Unidos buscase nuevos enfrentamientos, yo debía animar a Ecaterina a no enemistarse con el Arzobispo y a buscar otros caminos. Era una pugna de poder entre antiguos del Sabbat y, en vez de acudir a Monomancia, Monçada había decidido que era mejor enviarme a la boca del lobo para ver si era capaz de salir vivo y con éxito de la empresa. Ecaterina lo sabía, era consciente de que el salvoconducto que el Arzobispo me había dado poco valor tenía del otro lado del océano pero, a la vez, no quería enemistarse con una de las voces con mayor poder de su secta. Así que, durante las primeras noches, me dio largas. Nos entrevistamos numerosas veces y me llevó a ver la "mayor ciudad del mundo", pero las negociaciones no avanzaban.-

"...He's ridin hard to catch that herd, but he ain't caught em yet..." En efecto, como los fantasmas de la canción, las negociaciones se escapaban y escurrían de entre mis dedos noche tras noche, mientras Ecaterina jugaba a enseñarme lo que no importaba y ocultar lo que era relevante. Pude visitar los arrabales de los inmigrantes italianos y chinos, las fábricas donde se producían miles de bienes, las instalaciones de un puerto cuyo tráfico aumentaba con cada noche que pasaba... la sangre viva y poderosa de una ciudad capaz de someter el planeta entero a su voluntad. Las mafias y sicarios, la violencia solo parcialmente controlada de las calles, los negros sin derechos más que formalmente, las grandes oficinas de los negocios que abrían, las reuniones de los nuevos ricos que se reían ruidosamente mientras se daban ínfulas...

-Tardé casi una semana en darme cuenta de que Ecaterina, en realidad, ya me estaba respondiendo. Al mostrarme la ciudad, me estaba demostrando el poder que corría por las venas de norteamérica y me estaba diciendo suavemente: el tiempo de la Cristiandad, o de Europa como se llamaba por entonces, ha pasado. Ese era su mensaje para Monçada: Estados Unidos ya había derrotado a las Españas y, por mucho que el Arzobispo pudiese gobernar Madrid y más allá, su poder en el creciente centro del mundo era nulo. Los norteamericanos no necesitaban volver a guerrear con nosotros, su poderío era tan superior que, una vez demostrado, se encargaría de mantener a las Españas sumisas y al Arzobispo lejos de involucrarse en los asuntos de Ecaterina. Fue cuando me di cuenta de ello y se lo dije a la Obispo, que ella decidió que era hora de confirmar el mensaje, haciéndome apresar por una de las mandas de la ciudad.-

Todavía recordaba como los seis se habían lanzado sobre mi desde las sombras de un callejón cercano a la iglesia de la Celote. Formas apresuradas y pobres, con ropas deshechas pero con el poder de la sangre corriendo en su interior, con la velocidad y la fiereza de los Celotes que se habían unido al Sabbat y abandonaban las convenciones de la Camarilla. Me encadenaron, me vendaron los ojos para negarme el uso de mi poder, y a rastras me introdujeron en un vehículo.

-Aún ignoro a dónde me llevaron, algún tipo de fundición sin lugar a dudas por el olor y los sonidos que me llegaban. Tampoco se cuánto tiempo estuve colgado de aquel gancho, mientras sentía como lentamente el hambre crecía en mi interior con el paso de las noches sin sustento. En algún momento, Ecaterina llegó a donde yo me encontraba. No podía verla, pues permanecía cegado, pero oía sus suave voz mientras con palabras sencillas exponía la situación: era preso, víctima y ella era la verdugo. Había mostrado lo que quería y con mi destrucción enviaría el mensaje directamente a Monçada... mi destrucción o la entrada en una de sus manadas tras pasar por los apropiados ritos que garantizasen mi lealtad a la secta. Me sacudí, impotente, mientras colgaba y la oía alejarse, dejándome de nuevo a solas en la oscuridad ruidosa de la fundición.-

Era un pacto con el diablo, con toda la claridad con la que todas las leyendas lo habían narrado. Elegir entre abandonar quien yo era y lo que creía, o ser destruido de una forma brutal e innegable, acaso introducido en una de las ollas de metal fundido que oía moverse de un lado a otro de las instalaciones. "...If you wanna save your soul from hell..." entonces tenía que aceptar lo inevitable: la destrucción. Pero si quería sobrevivir y seguir luchando, debía aceptar la sumisión a alguien indigno, algo profundamente en contra de lo que la Via Regalis nos enseñaba. Era una elección tramposa, donde sólo podía perder.

-Cuando Ecaterina volvió algunas noches más tarde, el hambre en mi interior era fuerte. La Bestia siempre desea alimentarse, sobrevivir y matar y rugía con fiereza en la jaula de mi voluntad, exigiendo que la liberase y aceptase entrar en el Sabbat donde ella podría alimentarse y festejar durante la eternidad. Supongo que Ecaterina sonreía porque su voz tenía un tono juguetón mientras preguntaba qué era lo que había decidido. Con toda la fuerza que me restaba, le dije que aceptaba... mi Muerte Definitiva. Ella rió, un sonido cruel y cantarino que desentonaba con el momento y el lugar, y sus palbaras quedaron grabadas a fuego para mi por siempre: exactamente ese es el Sabbat, esos somos nosotros. Dile al Arzobispo que gobierne sus tierras como guste, este es nuestro momento y, por mucha presión que nos quiera imponer, no nos vamos a someter a su voluntad. Esta es una nueva tierra, nuestra tierra, y todo su poder carece de fuerza en ella. Yo soy la Espada de Caín aquí y más le vale tener muy claro que está en su mejor interés que España no se inmiscuya en nuestros asuntos de este lado del Océano. Tenemos un mundo que conquistar.

Había fuerza y orgullo en sus palabras pero, a la vez, también la sabiduría de quien se sabía más débil en la sangre, pero más poderosa en las corrientes del tiempo. Como los tiempos de las Españas que yo añoraba, las noches del dominio de Moçada sobre su Clan habían terminado, el Sabbat era una fuerza demasiado grande como para doblegarse a la voluntad de un único dirigente y era hora de que el Arzobispo lo aprendiese. Y Ecaterina, quien había sido pieza clave en choques de poder durante siglos, sonreía bajo la venda, sabiéndose vencedora de esa partida, mientras la máscara era retirada de mi cara y yo era devuelto al suelo donde poder alimentarme de un mortal entregado.

-El viaje de vuelta fue más suave que el de ida, pues la tranquilidad de volver a costas conocidas y tierras seguras compensaba el oleaje y los vaivenes del navío. No me molesté en viajar a Madrid para informar al Arzobispo de los resultados de mi embajada, si no que me limité a enviarle un largo despacho en que detallaba lo ocurrido y el mensaje de la antigua Brujah Antitribu para el antiguo Lasombra. Espero que Dios se apiade del alma de quien tuviese que entregar esa misiva, pues probablemente se reuniese con el Creador poco después de que el Arzobispo la leyese, pues dudo que le gustase darse cuenta de que su tiempo quedaba lentamente atrás y su poder menguaba.-

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

El poder de los nombres

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra