Lluvia sobre tiempos perdidos (13)

La voz alegre de la dama de antes volvió a llenar la sala, con su canción de desamor y superación. Y sus acordes me alejaron con sus botas de tiempos del motín, de vuelta hacia atrás, hasta la dama que una vez había sido mi amor. "You keep saying you got something for me..." y, sin duda, yo por aquel entonces lo tenía muy marcado por ella. La derrota era reciente, y, para sacarme de mi ensimismamiento y volver a ponerme en el sendero correcto, Teodulfo me había enviado lejos.


-Para comienzos del siglo XVI, las grandes guerras mercantes del siglo anterior llegaban a su final y, con ellos, el dominio de los mares de las flotas venecianas y genovesas, verdaderos reyes mercaderes como pocos ha habido desde entonces. En el horizonte de la historia comenzaba a verse el ascenso de los navíos corsarios del Sultán y los muelles de Galicia, Aragón y Valencia no paraban de producir la armada que dominaría los mares durante mucho tiempo, incluso tras su desastre en Albión. Era el otoño del año de Nuestro Señor de 1520 y mi Señor decidió que correspondía enviarme directamente a la capital del enemigo en representación de los mercantes venecianos controlados por los Giovanni, que querían un intermediario en las negociaciones con los Assamitas.-

"La luna en el mar riela,  
en la lona gime el viento  
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;  
y ve el capitán pirata,  
cantando alegre en la popa,  
Asia a un lado, al otro Europa,  
Y allá a su frente Estambul:"


-Y allí estaba yo, como el legendario corsario de Espronceda, con las altas torres de la que una vez había sido llamada Constantinopla y que ahora proclamaba a los cuatro vientos su fe a Allah y el poderío del sultán que la había rebautizado como Estambul. Yo llegué al cuerno de oro en un navío mercante argelino, pues ellos no solían tener demasiados problemas con el Sultán y sus corsarios, y en el muelle me esperaba el Ilustre Ahmed ibn Yazzir, encargado de la seguridad de la ciudad y la mano que controlaba a la guardia jenízara, uno de los regimientos más temidos por su fuerza y arrojo. He de reconocer que mi estado de ánimo probablemente no era el mejor, pues la imagen de la dama de Bellpuig todavía me acechaba continuamente por el rabillo del ojo.-

"...These boots are made for walking, and that's just what they'll do, one of these days these boots are gonna walk all over you..." Ese era sin duda el plan de mi Sire, pero mientras descendía al muelle de la que una vez había sido la atalaya final del Imperio Romano, yo no me sentía capaz de dejarlo todo atrás con tanta sencillez. Dolía demasiado la derrota, la humillación y la pérdida eran demasiado recientes.

-Los primeros compases de las negociaciones fueron un desastre y durante semanas sufrí derrota tras derrota en los preparativos, pues el poder veneciano era ya demasiado débil y poco le quedaba para negociar con un Imperio Otomano que lo iba a seguir sometiendo durante siglos. Y los Assamitas intuían eso, sus visires negociaban con fuerza y fiereza y las espadas controladas por el Ilustre ibn Yazzir se encargaban de asegurarse de que los venecianos seguían perdiendo presencia, mientras crecía la posición del Imperio en Grecia y los Balcanes. Fue al final del primer mes que me di cuenta de que debería ganar un as en la manga y la única forma de conseguirlo era enfrentarme a mis miedos y luchar. Como dice el son, era la hora de hacer caminar a mis botas y estas solo podían encaminarme al más improbable aliado: al norte.-

Las tierras fértiles del antiguo Imperio Bizantino fueron quedando detrás bajo las ruedas de mi carruaje mientras ascendía las poderosas cumbres de los Cárpatos, en un camino imprevisible y peligroso de lleno al refugio de los Demonios. Me hubiera gustado contar con los Obertus y su amor por Constantinopla, pero ellos hacía siglos que se habían ido al norte de los territorios de los Tzimisce, de modo que eran inalcanzables. "...You keep samin' when you oughta be changin'..." y yo estaba dispuesto a cambiar para triunfar.

-Tratar con los descendientes de Yorak siempre es complicado, y la ausencia del Dracón y la presión de los Assamitas no lo hacían más fácil. Reglas complicadas y extrañas de etiqueta que seguir con detalle si no se quiere causar ofensa, respeto a unas tierras extrañas que en todo momento transmiten la sensación de desear devorarte, supersticiones de mortales que en la noche solitaria de los verdes bosques se vuelven indispensables para sobrevivir... si hay una tierra terrible en el mundo que habitamos, entonces como ahora, es la tierra de los Tzimisce, especialmente en aquel momento de guerra contra los Assamitas invasores. Si iba a sobrevivir, necesitaba de toda mi astucia, mis herramientas, y el intérprete que me acompañaba, pues las lenguas eslavas no se encuentran entre las que manejo con fluidez.-

Todavía recordaba la amenazadora silueta del torreón irguiéndose solitario sobre la cumbre de la montaña, digna de la que Mussorgsky describiría siglos después en su más célebre obra. Su silueta se recortaba contra un cielo encapotado que amenazaba lluvias y las villas a sus pies dormían con las puertas trabadas y ajos colgados en sus dinteles, esperando la protección de los mismos contra los monstruos de la noche. Y no sin razón, pues en las perreras del voivoda habitaban monstruosidades que Dios jamás tuvo en mente mientras llevaba adelante la Creación, inmundas y repulsivas como las hijas bastardas del Infierno que eran.

-Era octubre, lluvioso y complicado, cuando conocí al Excelentísimo Razda Gor, Príncipe de tierras que a nadie importan más que a su insular linaje, representante de uno de los señores más poderosos entre los nomuertos pese a la relativa debilidad de su sangre y su juventud, su Majestad Rustovich, señor de tierras donde el sol teme asomarse y la noche se alarga mucho tiempo. A menudo se habla de la complicada política bizantina y he de reconocer que nunca llegué a conocerla, pero he estado en muchas cortes con los siglos y pocas dan la sensación de caminar entre trampas en tal grado como aquel pequeño torreón perdido entre arboledas y acantilados. Negociar con el Excelentísimo Razda Gor además era especialmente complicado, porque un seguidor de la Senda del Tirano como él suele entender las negociaciones como actos de debilidad, y respetan únicamente la fuerza, así que hube de enmascarar los tratados como la gestación de una alianza contra un enemigo común. Venecia podía servir para ayudar a los Tzimisce a resistir contra los Assamitas, y los voivoda podían hacer que la influencia mercante venética en la gran urbe decayese con mayor lentitud.-

Danzas, pasos adelante seguidos de pasos atrás, trampas y emboscadas en las palabras, aullidos de bestias ignotas por las ventanas... no había sido un viaje tranquilo ni placentero. "...one of these days these boots are gonna walk all over you..." Y, en efecto, aunque inicialmente podía parecer imposible, un acuerdo lentamente fue gestándose. El otoño y la cosecha pasaron y, con ellas, la terrible noche de las brujas entre los Demonios, pero no quería recordar aquel momento. Así que dejé pasar mi mente hasta la llegada de Diciembre y la amenaza de que los pasos de montaña pronto quedarían bloquedos con las nieves.

-El final del otoño reclamaba mi retorno a Estambul y he de reconocer que no veía el momento de abandonar las cumbres de los Tzimisce. El retorno al sur, a las costas del Imperio Otomano sabía además a victoria pues bajo el brazo tenía la fuerza de una alianza que terminaba con mi trabajo en Estambul. Ahmed ibn Yazzir fue quien me recibió de nuevo y escuchó el informe de cómo los Giovanni tratarían con los Tzimisce a menos que los Assamitas reabriesen sus rutas comerciales; he de reconocer que allí, entre los cojines y alfombras, sentados y conversando, pensaba que el líder de los jenízaros me destruiría por debilitar la posición de su imperio, pero lejos de ello solo sonrió. Con tranquilidad, fumando de su pipa de extraños olores, me respondió que había hecho un buen trabajo como representante de los intereses Giovanni y seguro que los Hijos de Haquim querrían tratar de nuevo conmigo a medida que las Españas chocaban más contra el Imperio Otomano, pero que los Banu Haquim no estaban dispuestos a cambiar la política comercial con Venecia. El león italiano había perdido el control de los mares y jamás lo recuperaría. Con educación y respeto, me invitó a pasar unas noches de asueto y tranquilidad en la capital del mundo, mientras se preparaba un transporte adecuado para mi regreso a Barcelona.-

Sonreí para mi mismo, recordando la tranquilidad incomprensible que el jenízaro mostraba ante mi. Pero yo no jugaba en su liga y poco podía entender los movimientos como él los veía, lo cual me desconcertaba y extrañaba en la misma medida en que me fascinaba. Si entonces hubiera sabido lo que ahora se de política, sin duda me hubiera reído con todo y me hubiera tenido que inclinar como siempre ante los maestros árabes que habían doblegado la fortaleza inexpugnable del Kerak de los Caballeros y la ciudad inconquistable que había sido Constantinopla.

-Fueron noches agradables, de poesía, música y la belleza incomparable de una ciudad que estaba de nuevo en el centro del mundo. Regresé a Barcelona poco antes del cambio de año y el tiempo se aceleró para mi pues desde poco después comenzaron los tejemanejes que me llevarían en verano a ocupar el Principado de Valencia. Me desentendí de aquella embajada por la que numerosos elogios y apoyos recibí, pero la extrañeza persistía ante la tranquilidad del soldado/político Assamita. La respuesta, como suele ocurrir, no se hizo esperar, pues antes de que la alianza entre Tzimisce y Giovanni cumpliese doce meses, yacía rota entre sangre derramada, ofensas y declaraciones de odio eternas. Desaparecido el intermediario, osea yo, los mercaderes venecianos y su preopotencia habían detonado todas las trampas que teje la complicada etiqueta de los vasallos de su Majestad Rustovich y los emisarios habían saludado al sol empalados en picas. Al final, como siempre, los Tzimisce se enfrentarían a un enemigo superior a solas, enfrentados entre si, condenados a una derrota orgullosa y honorable y los Giovanni deberían reconfigurar su comercio y su política porque Venecia había perdido la preeminencia que había tenido hasta poco antes.-

Y Yazzir lo había sabido desde que me vio marchar al norte. Sabía de sobra que era una alianza imposible, inviable, insostenible. Un gesto bonito pero futil, pues los Assamitas llevaban muchas décadas en guerra con los Tzimisce y conocían a sus enemigos mucho mejor de lo que lo hacía yo. Ah, la sabiduría de los antiguos árabes, tan venida a menos con el paso de los siglos... "...Are you ready boots? Start walkin'!" Pero, en efecto, yo iba ya camino de mi prueba más dura y la que más me iba a hacer madurar.

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