Lluvia sobre tiempos perdidos (2)

Tomé asiento en la butaca frente a Eduardo mientras, con la mano, le indicaba que se sentase conmigo. El puño de la camisa se había movido, como siempre, así que lo reajusté mientras dejaba que mi mente vagase con calma.


-Siéntate y no digas nada hasta que acabe, entonces podrás hacer preguntas. Hoy quiero hablarte de Flandes, si, la infernal Flandes, lugar de descanso de las picas y las almas de muchos buenos hombres y de muchos miembros de la Estirpe que distaban de la definición de buenos, pero eran honorables.-

Eduardo se sentó en la butaca de cuero frente a mi en perfecto silencio, mientras yo dejaba mi mente vagar por aquellos campos, por el sonido de los cañones y los gritos de los muertos, por las conspiraciones en Amberes y las caras de quienes se habían ido para siempre a encontrarse con el Señor Todopoderoso.

-Flandes era una tierra rica por entonces. Sigue siéndolo, sin duda, por mucho que haya sido devastada por guerra tras guerra, testamento a la voluntad de sus habitantes. Era 1572 y la rebelión contra su Majestad Felipe II se habían extendido. Hoy en día se conoce a aquel periodo como la Guerra de los Ochenta Años, pues tal fue su duración pero en aquel entonces solo la llamábamos la rebelión de los valones, o de los protestantes, o de los hideputas. Yo, por supuesto, ya no podía participar en las batallas, la mayor parte de las cuales tenían lugar de día, tan solo en las encamisadas nocturnas en las cuales nuestras leales tropas enseñaban a aquellos traidores que enfrentarse a su Majestad se pagaba con unas cuantas pulgadas de buen acero toledano.-

Antes de que aquella guerra se fuera a la mierda, por supuesto. Antes de que Flandes se convirtiese en el campo de batalla de la cristiandad, de que los rebeldes se mostrasen confiados, de que nuestros monarcas arruinasen la Corona, de que el Imperio se perdiese. No, aquellos eran buenos tiempos, los tiempos en que el mundo entero estaba a nuestros pies, que no había límites, que la Camarilla y el Sabbat aún no habían destruido la sociedad, que las Vías todavía vivían, que los Monarcas reinaban con sus Príncipes en muchas tierras. Los tiempos en que éramos lo que queríamos ser, no lo que se nos permitía ser.

-Por supuesto, yo no fui enviado allí a luchar. Nuestros tercios se bastaban para ello de sobra con su sangre, su sudor y sus lágrimas, pues ese es el material con el que se pagó la fertilidad de los campos de Flandes. La vitae es el único material que permite fraguar imperios, nocturnos o diurnos, y las Españas por entonces pagaban extensamente con esa moneda.-

Hasta que se nos acabó el oro y los tercios dejaron de estar dispuestos a morir. Hasta que los piratas asolaron nuestras armadas y los burócratas corrompieron la política. Hasta que la nobleza fue supeditada a una Corona puesta en cabezas indignas de tal posición. Hasta que el sueño se truncó en pesadilla y, posteriormente, solo capítulos en los libros de historia, memorias polvorientas en las cabezas de los miembros de la Estirpe de Caín... en resumen, en nada.

En el gramófono, la canción terminó y, en su lugar una nueva comenzó a llenar el aire a nuestro alrededor, acompañando con su armónica y guitarra la historia. "Come gather 'round people..." cantó la voz del único bardo que quedaba en estos tiempos olvidados, malditos y condenados.

-Como decía, fui enviado allí en misión diplomática. A Breda, a negociar una paz después de los reveses propinados por los mendigos del mar a las tropas del Duque de Alba. ¡Qué gran hombre! ¡Cuantos nos harían falta como él en estos tiempos! En cualquier caso, la urbe me recibió con tenso silencio y yo era consciente de que era una misión diplomática complicada, en el menor de los casos, pero las Castillas necesitaban un éxito allí. Como habrás imaginado, no tuve éxito en las negociaciones, y la guerra se prolongó muchas devastadoras décadas más, pero yo llegué allí con toda la voluntad de tranquilizar a su Príncipe. Las Castillas puede ser que estuviesen cayendo en manos del Sabbat, pero eso no implicaba que las manos ensangrentadas del Arzobispo Monçada fueran a llevar al derrocamiento de los Príncipes de las tierras vasallas de la Corona mortal, pues tanto no era su poder, ni lo es en estas noches. A diferencia de estas noches, ser un Autarca entonces tenía sus ventajas, y nos permitía mediar entre ambas sectas... ahora, raramente siquiera reconocen que algunos nos negamos a doblegarnos ante ninguna de ellas, que sus preceptos e ideas son erróneas, que corrompieron el legado de los grandes que nos precedieron a cambio de dar poder a los débiles que siguieron. Pero, por aquel entonces, esos menesteres todavía se entendían.-

Sangre, poder y orgullo, derramados tontamente como las gotas que se deslizaban rápidamente sobre el cristal de la ventana.

-Negocié durante semanas una paz entre inmortales, una colaboración entre Cortes que permitiese un acercamiento entre los mortales. Flandes pertenecía a su Majestad Felipe II por herencia de su abuelo y debían comportarse como súbditos y vasallos leales. Pero Hardestadt había impulsado el protestantismo en el Sacro Imperio y Mithras había alentado los deseos divinos del despreciable Enrique VIII hasta llevarlo a la herejía abierta. Eran malas influencias en una Breda amenazada por el temor al Sabbat, un burgo que entendía que aquellos dos grandes Caudillos eran su salvación y el ejemplo a seguir. En otros tiempos, los Monarcas de la Noche les habrían mantenido en su lugar, pero muchos habían sido ya destruidos y los que quedaban, como ellos dos, se habían unido a la Camarilla en un intento de mantener su poder en las nuevas estructuras. Traicionaron valores más altos, por las ideas que estaban fluyendo.-

La voz del bardo, con su lastimero tono, introdujo una nota tan acertada en aquel momento. "...for the times they are a'changin...".

-Fue en el segundo mes cuando conocí a Otto von Büren, enviado por Hardestadt para aportar su opinión a la Corte y, nada más verlo, supe que todo estaba perdido. No portaba librea alguna de su Señor, ninguna muestra de vasallaje hacia su Sire... únicamente un anhk, el antiguo símbolo robado a los Hijos de Set y que la Camarilla había adoptado para identificarse. Fue entonces cuando fue innegable que la verdadera guerra, no la de Flandes sino la de los tiempos, había sido perdida. Si los viejos usos se dejaban atrás hasta ese nivel, las Vias pasarían a ser meros recuerdos, los vasallajes se oxidarían y olvidarían, los viejos vínculos se traicionarían. Y Hardestadt dejaba claro que para él ya habían sido olvidados. Fue una noche amarga, y peor fue comprobar que debía volver a las Castillas tras un viaje infructuoso, pues los herejes largo mantendrían su rebelión y los descendientes de Caín preferían darle la espalda a sus enseñanzas y encerrarse en su torre de marfil.-

Aún faltaba, por entonces, tiempo para que el sol se pusiese en Flandes, las Américas, y más allá, pero sin duda la luna ya se había puesto sobre nosotros. En efecto, encerrados entre sus paredes, beberían sangre mientras fuera verían arder el mundo. No solo en Breda, si no en el nuevo mundo, en Austro-hungría, las Españas, Francia, Rusia, Prusia... si, el mundo se había lanzado a una vorágine de sangre y muerte como nunca se había visto, porque quienes debían gobernarlo habían dado la espalda al mundo como tenía que ser. Y, con cada masacre, con cada muerte, con cada neonato Abrazado a ciegas, las Últimas Noches se aproximaban y, con ellas, la Gehena.

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