Lluvia sobre tiempos perdidos (4)

La voz melancólica que comenzó a sonar en el gramófono encajaba bien con la lluvia del exterior. "This is the end, beautiful friend..." y no pude dejar de pensar para mi mismo que, de un modo u otro, en efecto lo era. La lluvia no podía llevarse la decadencia de un siglo de ruina, depravación y desidia. De cobardía, de lejanía, de sangre derramada de modo inútil y grandes palabras que sólo resonaban en la sala porque se daba un silencio forzado.


-"No os preguntéis qué puede hacer vuestro país por vosotros, sino qué podéis hacer vosotros por vuestro país". Son unas bellas palabras, por mucho que Kennedy no dejase de ser un pelele débil como tantos otros, gobernante sin corona de un país de anarquistas. ¿Y qué alternativa hay hoy en día? ¿Una Unión Soviética igualmente debilitada y devorada por la corrupción interna fruto de quienes han depuesto a un líder legítimo? No, igual que la oposición entre Camarilla y Sabbat, Estados Unidos y la URSS se enfrentan en un choque estéril, igual que lo fue antes el ascenso del Reich, de Franco, Mussolini o de Gaulle. Líderes mortales que son tan pálidos y débiles como los inmortales que tiran de sus hilos. Pero, ¿qué alternativas quedan, en un mundo donde todas las puertas se cierran?

Como si me respondiese, la voz grave y profunda llegó a una estrofa casi profética "...ride the highway west, baby...". Pero no, yo no saldría por la puerta sin luchar, no caería en la sombra y la oscuridad sin servir como último faro de lo que fue y, probablemente, nunca más será.

-En otros tiempos, hubo un autor que fue víctima de escarnio y envidia a partes iguales. En el ocaso de su vida, el talento con la pluma de Miguel de Cervantes le llevó a escribir sobre un caballero que creía en que los molinos eran gigantes, que en sus delirios confundía la realidad con la ficción que leía en las novelas de caballerías. Yo recuerdo las bromas en la corte con sus textos, y cómo muchos los leían en secreto ante el placer innegable que tiene disfrutar de los escritos de quien ha sido bendito con el talento para la pluma. Lo irónico de todo, es que el ilustre Manco de Lepanto tenía razón y se equivocó a la vez.-

Con un gesto, tranquilo y casi descuidado, indiqué a Eduardo que nos sirviese dos copas, una para cada uno, del vino que había abierto para mi invitado de aquella noche. Un vino excelente que, sin embargo, yo hacía siglos que no podía tragar. Sin embargo, su cuerpo y sabor seguía siendo de calidad, un leve y suave placer para el paladar, nada comparado con el del Beso, pero aún así agradable. Cogí mi copa, así como un recipiente para escupirlo después de degustarlo y, una vez más, me alegré con una sonrisa cínica de lo frágil que era la memoria mortal ante el poder de mi voluntad. "...This is the end, my only friend, the end."

-El Quijote resuena con una verdad oscura: pues no hay molinos, si no gigantes ocultos en la oscuridad. Y, a ciegas y a voluntad, aceptaron que solo eran molinos. Toma la Guerra Civil, por ejemplo. Yo me encontraba en Barcelona durante los bombardeos y ataques que sufrió a manos de los ataques de las tropas franquistas y los muertos se contaban por centenares. Una barbarie que ninguna guerra de antaño podía igualar, y que palidece a la sangría que causamos los no-muertos con facilidad. Ni el Sabbat y su falta de cuidado causa tantas muertes como aquellos ataques, mucho menos si se compara con el exterminio controlado de la Primera o Segunda Guerra Mundial. En la oscuridad habitamos monstruos, es cierto, pero nuestra monstruosidad palidece al lado de la de los mortales; por muy depravados que sean los sacerdotes de los Moldeadores y Demonios, ninguno se aproxima a la brutalidad honesta, directa y sin temor a la que los mortales son capaces de lanzarse. Y aquellas noches lo proclamaron a los cuatro vientos.-

Todavía podía casi oir el sonido de los aviones bombarderos sobre los tejados de la ciudad. El atronador restallido de las bombas destrozando casas y negocios, un estruendo capaz de sacar a un Antediluviano del reposo, incluso en la mitad del día. Solo en tres días, en Marzo de 1938, habían muerto casi dos mil personas, más otros muchos miles de heridos, edificios destruidos y vidas arrasadas. El ganado se repuso con el tiempo, porque esa era su cualidad, pero había quedado poso en mi alma, un golpe más del martillo inevitable del tiempo.

-No quiero decir que no haya monstruos entre los Cainitas, pues desde luego los hay. Sin embargo, en estos tiempos de la Sangre Débil, su capacidad de destrucción cada vez es menor, mientras que la de los mortales se incrementa. Dicen que incluso el todopoderoso Mithras, antaño un Dios para los romanos y un Monarca todopoderoso para los britanos, fue destruido durante los bombardeos de Londres en la Segunda Guerra Mundial. Si hubiera una nueva revuelta anarquista ahora, los mortales probablemente nos borrarían a todos, una Gehena mortal de igual calibre que la inmortal que nos ha profetizado Caín mismo. Así que corren a refugiarse en la torre de marfil, a proclamar la salvaguarda del Silencio de la Sangre como si fuese la más importante de las Tradiciones, sin darse cuenta que la Camarilla no es más que otra señal del fin de los tiempos.-

La Camarilla, el Sabbat, sus guerras no eran más que reflejos de las de los mortales: poder, envidia, egoismo... Por supuesto que habían existido antes, y habían llevado a la grandeza de muchos, pero a la vez habían sido controladas por un sistema férreo, honorable, sólido, capaz de mantener los enfrentamientos controlados y el tiempo bajo control. Hasta las Revueltas.

-Recuerdo, durante el bombardeo del día 18, levantarme de mi descanso nocturno para encontrarme la mitad de este piso destruido. Esta misma sala donde ahora estamos sentados debio ser reconstruida porque se encontraba cubierta de cascotes del tejado derrumbado y la luz de la luna se filtraba hasta el pasillo por esa misma puerta, que había sido arrancada de la fuerza del obús. Tu predecesor murió ese mediodía con ese impacto, su sangre, huesos y músculos dispersos por la sala cuando yo entré. El olor de la sangre... tanta, tan fuerte, derramada con tal violencia... no puedes imaginar la llamada que es para uno de los míos. Por suerte, a mi no era de mi agrado una sangre vertida de ese modo, con tan poco... sabor, sólo desesperación y muerte. Pero es que ese era el sabor de la ciudad aquellas noches donde solo reinaban los Cuatro Jinetes. He visto mucha muerte y destrucción con mis siglos, Eduardo, pero ninguna a esa escala. Si este no es el fin de los tiempos, ¿qué más castigo puede Dios tener en mente para el mundo pecador que Él mismo creó?-

Comentarios

  1. La cuarta parte fue la última que escribí el 27 de Noviembre de 2015.

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