Cronicas de las Tierras de la Bruma 35: Paraíso Perdido (segunda parte)

 

Es en la memoria donde se asienta nuestra identidad, lo que somos es resultado de nuestros aprendizajes, vivencias y recuerdos. Y cuando los elfos de Asur Na'filem descubrieron el modo de guardar esos recuerdos en los orbes de memoria que se creaban en Nee'eria, crearon la enorme Biblioteca de los Recuerdos. Pero esta historia, como tantas, tendría un giro hacia la oscuridad, cuando tener acceso a los saberes y recuerdos de los más grandes llevó a los elfos al estancamiento, a dejar de pensar por si mismos y buscar siempre las respuestas en el pasado, consolidadas en rígidas leyes y tradiciones. Y, con eso, el tiempo del fuego en el que su imperio había surgido pasó a ser un tiempo de agua y de tierra. 

Esta es la historia que dejé a la mitad la otra noche, cuando el Nuevo Cisne se encontraba en el interior del más importante de los templos de Vilatoor, el lugar donde se cristalizaban los recuerdos. Tras nuevos desencuentros con Lornaassa Nitain alcanzaron la parte baja del templo y siguieron el sendero que sus propios orbes de memoria trazaban por los canales del suelo. Esto les llevó a la Cámara del Recuerdo, donde los orbes terminarían y consolidarían sus formas pero, durante el tiempo del cual, eran vulnerables. Y la Cámara no se encontraba vacía, sino que unos elfos, vestidos con ropajes de modas pasadas, se encontraban allí. La batalla que siguió fue breve y sangrienta, y durante la misma los orbes de memoria de Hotane y de Milia fueron atacados por los demonios invocados por las sacerdotisas élficas. Pero no fue un daño irreparable, y no fue suficiente para evitar que, con el tiempo, los orbes llegasen a sus pozas de memoria donde se empaparon de los recuerdos de sus dueñas y quedaron finalizados. Se dice que son la base de donde se han extraido buena parte de las enseñanzas que hoy tenemos sobre lo que ocurrió en aquel entonces, aunque no se dónde se encuentran o si realmente sobrevivieron al paso del tiempo. 

Los llevaron entonces consigo a la Cámara de la Paz, donde las antiguas tradiciones indicaban que los elfos meditaban sobre sus memorias y el significado que tenía consolidarlas, dando tiempo a que se separase su individualidad del presente de aquella atesorada en los orbes. Pero el Nuevo Cisne no se detuvo a respetar los pasos, sino que vigorizados por sus recuerdos del pasado, marcharon hacia adelante, pese a que Milia veía demasiado vívidos aquellos recuerdos y su concentración fluctuaba. En la mayoría de casos, el viaje de los orbes de memoria terminaría allí, pues lo que quedaba más allá solo unos pocos lo verían.

El Gran Templo de Vilatoor se encontraba dañado a medida que otros elfos, controlados por los ilícidos, desfiguraban la gran estatua del dios, situada entre los ríos circulares de aguas mágicas y torrenciales. La batalla que siguió fue aún más breve que la anterior, pues los elfos no estaban preparados para la violencia desatada y focalizada de las aventureras, pero durante el combate la estatua cayó de su enganche en el techo y casi ocurre una tragedia. Fue Gnaven quien, con sus dones como artesano y escultor, consiguió restaurarla a su estado original. Aunque, a fuer de ser sinceros, aún hay mucho debate sobre si la restauró a su forma original, o si Vilatoor originalmente carecía de la frondosa barba de hiedras y flores que hoy podemos observar en el templo. 

Y más allá del Gran Templo se encontraba el Pozo del Olvido, el lugar que conecta con el reino divino de Vilatoor, donde los orbes de memoria que habían dejado de ser útiles y relevantes para los elfos eran arrojados. Sus bellas paredes estaban pintarrajeadas con obscenas escrituras que Aurora fue capaz de descifrar con su hechicería: terribles cantos a una diosa ajena a este mundo, a este plano. Acaso la deidad de los ilícidos, o tal vez una cosa distinta, lo que resultaba innegable era que no se trataba de una deidad que los elfos adorasen, ni ninguna otra de las civilizaciones del antiguo continente. Si querían esas respuestas deberían buscar en otro sitio, pero no hubo tiempo para esas disquisiciones pues la terrible suma sacerdotisa de estos elfos descarriados se encontraba con sus últimos caballeros. ¿Surgió la oportunidad para una conversación? Los relatos dicen que si. ¿La tomaron? No, no más allá de unas preguntas que revelaron la demencia fanática de la sacerdotisa.

La batalla fue brutal, con la sacerdotisa transformándose en una enorme araña y siendo obligada por Zarel a regresar a su forma natural. Con la constante amenaza de caer por el Pozo del Olvido, bloqueada por la barrera mágica que Aurora convocó. Con la nube de mosquitos e insectos aseteando a Shana mientras luchaba, sirviendo también como barrera protectora contra los virotes llameantes de Gnaven. Con Milia arrojando al vacío a los caballeros élficos y Hotane invocando una poderosa criatura para la batalla. La sacerdotisa y sus hombres no tuvieron una oportunidad real de vencer, sus espaldas rotas y sus cuerpos destruidos siendo arrastrados al abismo. 

Pero de las manos muertas de la elfa cayó un orbe de memoria, que contenía las palabras de Alariel, hija del Rey Fénix de aquellos tiempos, que se despedía de su vida. Asediados por los gigantes contra los que Eldor estaba combatiendo con jovialidad, ella temía un enemigo más insidioso y peligroso, mucho antes de la llegada de los ilícidos: el estancamiento del que te hablaba cuando montamos campamento. Y para luchar contra ello y restituir las llamas donde solo quedaban ascuas, ella viajaría a la ciudad de los milagros y se transformaría para siempre en el nombre con el que la recuerda la historia: Santa Jaira.

Con este conocimiento y este orbe, regresaron a la superficie, tras un nuevo desacuerdo con Lornaassa Nitain. Recorrieron los senderos boscosos de nuevo hacia Nueva Catan, donde se informaron de las novedades con Hans, pues la ciudad estaba revuelta. Ragnar Thorsen, el gran Espada Brillante, se presentó allí para investigar lo ocurrido con Lady Cyndas  la conversación que siguió fue complicada pues le informaron de la voluntad de los gremios de aventureros de deponer al gobierno establecido y crear uno que estuviese por encima. Y el caballero, honorable hasta la falta, no podía permitir algo así, derribar un gobierno legítimo simplemente porque las aventureras decidieran anteponer su visión del mundo y actuar unilateralmente era un descenso hacia el mal. Gnaven, en buena medida, estuvo de acuerdo con él, pero con las palabras de Zarel, Milia, Aurora y el propio enano fueron capaces de llegar a un potencial acuerdo para cambiar las cosas pero de un modo más pacífico y equilibrado, siguiendo los procedimientos para reformar la constitución, convocando un estado de excepción, negociando unas nuevas elecciones. 

Pero para que esto funcionase había que convencer a Greco de que ese camino era el adecuado. Y para ello antes hablaron con Michael Duchamp y Ragnar convenció a Alvin, que ya se encontraba bastante dispuesto después de que los Adelantados devolviesen la Moneda del Concilio, perdida años atrás. Los tres dirigentes acompañaron a las aventureras a encontrarse con el Presidente y le presionaron con argumentos y con fuerza, pues las amenazas a la ciudad crecían y no aguardarían a que las cosas fuesen resueltas de modo lento y pausada. Los poderes del Archipiélago se removían, como lo hacían las amenazas a la ciudad que había en el propio antiguo continente. Y, abatido y superado, Greco no era capaz de hacer frente a todo ello, por mucha buena voluntad que tuviese. 

Tras esta conversación, tan importante y trascendental en todo lo que vendría después, y también para lo que no vino, solo te contaré una última cosa pues la hoguera ya languidece y la noche avanza. Y es que un muchacho de la isla de Aubrac llegó a sus puertas, a quien hoy conocemos como Talon el Portador del Caldero, entre otros muchos otros nombres. Ese es el momento en que se unió al gremio, a prueba todavía, el único de los integrantes del Nuevo Cisne que no había nacido en el Concilio. Pero de él y de sus caballeros no muertos, de la maldición del caldero y de la joya misteriosa del Hierofante te hablaré en otra noche, que nuestro tiempo en esta se acaba. Así que date la vuelta en tu saco de dormir y descansa, que mañana nos queda mucho camino por recorrer en estas estepas.

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