Cronicas de las Tierras de la Bruma 34: La Caída de la Casa de Argrond

 

Anoche me adelanté a los hechos, antes de hablar del Hogar del Recuerdo es necesario contar la caída de Cyndas. Al menos según las interpretaciones y textos, es un asunto debatido en qué orden ocurrieron esas cosas. Pero, mientras agitas los leños y calientas la cena, te tengo que contar el origen de Cyndas para que entiendas que ella solo era el monstruo que otros crearon. Ella nació la misma noche en que el dominio de la Hegemonía se torcía, mientras se erigía un árbol blanco con los cuerpos de monjes pacifistas. Y la educaron para ser la mejor en un mundo donde toda debilidad, toda duda y cualquier cosa que no fuera el poder eran una muestra inaceptable de imperfección. Fue tan buena y perfecta en la horrible forma de ser de la Hegemonía, que incluso amenazó con eclipsar al Hegemon mismo y por eso acabó en el dulce destierro que era enviarla a Nuevo Catan, donde rodeada de enemigos era inevitable que antes o después su vida fuera cortada, quitándole un problema de en medio al Hegemon.

Y ese día había llegado pues, después de que los Barbalasgas informasen al Nuevo Cisne de lo que habían encontrado en el nautilus de los devoradores de cerebros, la Luz Reveladora acudió para juntos marchar contra la Arconte. No te diré que esta sea una historia de muchas conversaciones y revelaciones, pues no lo fue, no. El tiempo de las palabras ya había quedado atrás y las atrocidades cometidas por Cyndas habían sellado su destino. Puede que fuera un monstruo creado por los hechizos y atrocidades cometidas sobre ella, pero era un monstruo. 

Se adentraron en su palacio sin miramientos, asaltándolo por la puerta frontal con la inevitable fuerza de los mismos elementos. Tan imparables como una tormenta, los nueve se enfrentaron a los caballeros que guardaban la entrada, entre estatuas y otras decoraciones grandilocuentes y decadentes de una mansión que ya había visto pasar sus mejores tiempos. Y los caballeros dieron con sus huesos en el suelo de mármol, su vida perdida y acabada tiempo antes del asalto, fruto de los experimentos necrománticos de la dama dueña del palacio. Porque la vida hacía varias semanas que había abandonado aquel lugar, a medida que una Cyndas arrinconada planeaba su venganza contra el Hegemon y experimentaba con los oscuros poderes del Hálito Obitus. Una auténtica perversión del Hálito que la Iglesia usaba en sus ritos sagrados.

Pero la verdadera mofa de la vida misma, la corrupción y perversión de todo lo que se supone que es, se encontraba en la sala del trono. Allí, sentada en un trono de rosas negras que se inyectaban y clavaban en su piel, la dama demostró su crueldad cuando incluso sus más queridas amigas, Leona y Ximena, habían sido ya transformadas en nomuertas. Las únicas personas a las que realmente había querido tras la muerte de sus padres habían sido mutadas con los experimentos sobre la vida y la muerte que ella había practicado en aquellos salones, igual que sus caballeros más leales.

La batalla que siguió fue feroz, pues cada corte y conjuro lanzado contra ella era redirigido a sus seguidores, que sufrían lo que ella no sufría. Y en la oscuridad de su salón del trono, cubierto con las espinas y sombras de lo que una vez fue la mayor de las Casas de la Hegemonía, el acero resonó con fuerza, igual que lo hizo la oscuridad y la luz, el conjuro y la plegaria. Uno a uno los caballeros fueron cayendo y también lo hicieron sus queridas amigas, hasta que ella finalmente quedó sola contra sus enemigos, como en el fondo había estado toda su vida. 

Cuando las heridas fueron demasiado, Cyndas terminó de perder la cabeza y cometió la última de las transgresiones, bebiendo el Hálito Obitus que había acumulado. Su cuerpo, retorcido y modificado por las poderosas capacidades del brebaje, dejó atrás cualquier pretensión de ser élfica y se transformó en un poderoso dragón no muerto, como no se había visto en el antiguo continente fuera del Horror de la Malicia. Pero es que, incluso en aquellos tiempos, el dragón seguía siendo uno de los símbolos más asociados al poder por aquellos que sabían lo que las antiguas leyendas empleaban como imaginario.

El aliento de veneno y muerte de lo que otrora había sido Cyndas barrió el salón de su palacio mientras sus movimientos y aleteos destruían el techo y las columnas. La devastación de la mansión siguió mientras se enfrentaban con acero y magia contra las garras y los mordiscos, y las pequeñas plantas malvadas que ella era capaz de invocar. Porque el Hálito había potenciado todo lo terrible que Cyndas tenía en su interior, sacando todas las fortalezas y retorciéndolas en la oscuridad de su hechicería antigua, hasta dar forma a una auténtica y poderosa monstruosidad. 

Pero, como ocurrió con todo aquel que se enfrentó a la furia del Nuevo Cisne y de la Luz Reveladora, su tiempo se había comenzado a acabar cuando el combate se había iniciado. Y, en toda su crueldad y malevolencia, Cyndas lo había sabido desde antes, pues las dotes de oráculos y adivinos corrían por sus venas y su destino estaba tan sellado que ni siquiera huyendo hacia adelante podía dejarlo atrás. Al final, nuestros pecados nos acaban alcanzando a todos, que te quede bien claro, pues eso es lo que esta historia nos enseña. Nadie puede escapar de quien es, y las consecuencias que ello trae siempre.

Con esto casi hemos terminado esta triste y horrible historia, pero queda algo que contar antes de que los rescoldos de la hoguera se apaguen del todo. De camino de vuelta al palacio del Nuevo Cisne se encontraron con Viktor van Eskel, pues el Cuestionador se encontraba sumido en una oscura crisis de fe, culpando a Zarel de haber matado al Hierofante y destruido la fe. Pero en vez de violencia, el Ilustrado encontró verdades que quizás habría preferido ignorar y su corazón y su guía continuaron colapsando después de que le contaran la oscuridad de los actos y la demencia del Hierofante. Cuando le dejaron quedaba un hombre roto, rodeado de los sueños rotos y las certezas falsas que habían formado su vida, expuestas a la ineludible luz de la verdad.

Hablaron con Greco sobre la senda que debería seguir la ciudad, discutieron sobre política y el gobierno legítimo y eos llevaría a hechos en el futuro, y el mundo siguió girando. Pero con un monstruo menos sobre el mismo. Porque monstruos hay de muchos tipos: algunos son fáciles de reconocer, cubiertos de garras, escamas y habitando en sus cuevas; otros son más discretos y retorcidos, como las brujas o los vampiros. Pero también los hay que solo son uno más, como Cyndas, y al destino debemos agradecer que ella no sobreviviese a la llegada de los turbulentos tiempos de ese paraíso perdido en el que el antiguo continente se había convertido. 

Pero ya hablaremos de eso mañana, cuando termine de contarte lo ocurrido en el templo del agua y el recuerdo. Ahora date la vuelta y duerme, que mañana tenemos mucho que caminar antes de descansar.

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