Crónicas de las Tierras de la Bruma 61: Dentro del Laberinto (primera parte)

Jamás podrán decir que no me tomé el tiempo en contarlo todo, ¡pero eres demasiado impaciente! Ya se que nuestro peregrinaje se acerca al final y aun nos quedan cosas importantes que contar, ¡pero llegaremos a ellas cuando toque! Ni antes, ni después. Y aunque te hablaré esta noche del Laberinto, hay cosas de las que hablar antes del mismo.

Y es que fue entonces que se formó la Orden de las Lanzas Solares, cuando Ragnar decidió que había que crear una orden de caballería que protegiese a la gente del antiguo continente al margen de sus lugares de origen y sin alianzas con el exterior. Y unos de los primeros integrantes de la Orden fueron los miembros del Nuevo Cisne, pues a ellos les correspondía el honor tras todas las valerosas defensas y la protección de los más necesitados que tan a menudo habían realizado. Así que todos los que quisieron fueron nombrados caballeros, incluso Talon que temía cómo podía interpretarse el gesto de que un necromante se incluyese en la Orden y que esto afectase a Ragnar y a los suyos, vio al final que al caballero no le importaba tanto la óptica o el trasfondo religioso, como el hecho de que Talon lo usase para proteger a los necesitados y cuidar a los desvalidos. Al final, a sus ojos, aunque la necromancia era a menudo usada para fines malvados, no dejaba en si mismo de ser una herramienta que podía emplearse de otras maneras.

Poco después les visitó Alvin McHill, para preguntarles sobre lo que opinaban en torno a si debía volver al Archipiélago a cumplir su sueño de ser maestre del gremio de estibadores, o en cambio debía permanecer en la ciudad. Y fue esta posición la que le recomendaron, pues Nueva Catan crecía en poder e influencia continuamente, y Milia argumentó audazmente que no había ninguna razón para sacrificar todo lo que había conseguido y construido aquí para ocupar un cargo de mayor poder en una potencia menor, cuando podía en su lugar permanecer aquí y colocar a un peón en Kalathas. ¿Que por qué te cuento esto si no le importa esa gente a nadie ya? Para que entiendas que el Nuevo Cisne no era solo lo que era porque matasen monstruos y descubriesen secretos y misterios, sino que la ciudad misma había acabado dependiendo de ellos en buena medida, buscando de ellas enseñanzas y sabiduría, ayuda, etc. Ese es el verdadero aspecto del liderazgo, no una corona o una capa bordada, ¡aunque qué sabrás tú de estas cosas! 

Pero si, ya vamos al Laberinto. Aunque antes de él hubo largas despedidas porque pasarían bastante tiempo fuera de la ciudad, y en algunos casos casi sonaron a despedidas dramáticas. Como la carta que Aurora le escribió a Amanecer para que se encargase de todo en caso de que algo le pasase (y en caso de que llegasen las respuestas a los desafíos que había enviado a los demás archimagos del Archipiélago), o el largo y afectuoso abrazo entre Jorel y Zarel. Pero finalmente pusieron rumbo a las profundidades del bosque y a lo desconocido que había más allá. Fue en el río entre el bosque medio y el bosque alto que se encontraron con el Fénix, que dijo que estaría atento por si podía ayudar pero que las cosas en el Laberinto no siempre eran lo que parecían, ni seguían las normas esperadas. 

La propia llanura que rodeaba el extraño espacio del Laberinto era un espacio yermo y desprovisto de toda vida, capaz de drenar de ellos las fuerzas y energías vitales desde el principio. Y el exterior del Laberinto, imposible construcción de piedra negra, era tan brutal para la mente de los mortales que la mayoría perdían la cordura solo ante su visión. La reja retorcida que hacía las veces de entrada estaba guardada y vigilada por mortales atrapados en la propia mampostería, en una parodia retorcida de la vida y la muerte. Y, tras la entrada, el complejo conjunto cambiante e imposible de pruebas que formaban el Laberinto, imposible de describir y detallar, aunque lo haré lo mejor que pueda con la información que queda en estos tiempos.

Caminaron, pues volar era imposible en aquel lugar, por un sendero de altos arbustos donde un foso trató de devorarlos. Porque en el Laberinto, cualquier cosa puede ser letal, cualquier momento de tranquilidad puede ser una trampa encubierta. Encontraron una torre sin puertas ni ventanas, cubierta de pinturas primitivas de gente que acudía allí a realizar ritos religiosos de alguna clase. Esperaban encontrar ayuda en los augurios y en el Testamento de la Certeza, pero ninguno de ambos resultó particularmente útil. Así que tomaron por un cañón montañoso y allí fueron emboscados por una tribu de goblins, hambrientos y primitivos, que buscaban "ñamñams". Crearles comida les convirtió de una amenaza a posibles aliados, y en su poblado pudieron recibir algunas indicaciones para alcanzar el corazón del Laberinto. 

Para hacerlo tuvieron que descender por unas cavernas, cuyo bajo techo estaba ocupado por una infinidad de murciélagos que no fueron molestados gracias a la magia y al cuidado. Y encontraron allí abajo una ciudad, Talarassa la Negra, donde generaciones de mortales de toda clase habían ido reuniéndose y aprendiendo a sobrevivir juntos contra las amenazas perennes del Laberinto. Sus guardias desconfiados les dejaron paso, pero la mayor parte de su conversación tuvo lugar con la poderosa hechicera tiefling Lerna Bellsinger, que desconfiaba en gran medida de ellos y les sometió a un círculo de verdad. No solo porque no les creyese y pensase que podían ser enemigos, sino porque hablaban de cosas impensables, como la existencia de un lugar fuera del Laberinto, o de los antiguos mitos acerca del corazón del mismo. Vieron el temor en los ojos de los habitantes de Talarassa cuando se mostraba la luz, la desesperación ante un mundo demasiado terrible cuando mostraron la imagen de un delicado ciervo, y otros portentos. Pero tampoco creas que el Nuevo Cisne pasó mucho tiempo hablando con ellos pues, como con la tribu goblin antes de la ciudad, las aventureras sabían a lo que habían venido y no era a detenerse en cada uno de los extraños y mágicos lugares que se iban a encontrar.

Así que partieron por una de las salidas de la ciudad, escogida al azar, y dieron a una llanura con un lago. Pero esta zona tranquila tenía rocas que se movían pues era en realidad una extraña criatura de tierra voraz y ansiosa por devorar a aquellos que caminaban sobre ella. Le llovieron meteoritos convocados por Aurora y Zarel, esferas ígneas y de rayos que terminaron por destruirla mientras sus constructos de tierra intentaban evitar que las aventureras se marchasen. Y con la muerte de la entidad, complejas construcciones de hielo cambiante se alzaron de las aguas del lago, y de entre estas sería la escalera de hielo la que escogerían seguir en dirección a las alturas. El hielo era resbaladizo pero no tropezaron, y encontraron poderosos efectos mágicos de vientos descontrolados que amenazaban con lanzarlos a la tierra que quedaba cada vez más lejana, pero Talon los deshizo con su dominio de la magia. 

De este modo alcanzaron la tierra encima de las nubes, donde decidieron erigir una torre para descansar. Sin embargo, esta pausa sería interrumpida cuando el rey de los gigantes les atacó, arrancando parte de la torre y amenazando con despeñar desde las alturas a Shana. Pero, con todo, no fue rival para las lanzas y los rayos, la magia y las plegarias. Y, como todos los enemigos que le habían precedido, se fue a tomar por culo. Pudieron descansar sin interrupciones a partir de entonces, pero con la llegada de la mañana encontraron a un joven de unos veinte años, que venía de Talarassa. Y, sin embargo, la visita de las heroínas había tenido lugar antes de que el muchacho naciese, aunque para ellas solo hubiese sido unas pocas horas antes, pues el Laberinto no es solo un espacio sino también un tiempo y este es igual de retorcido y extraño que cualquier otra cosa en aquel endemoniado lugar. Les habló de las criaturas demoniacas que atacaban la ciudad, y recibió ánimos e ideas por parte de las aventureras, que no iban a retroceder para defender la ciudad sino que iban a seguir hacia el corazón del lugar para poder destruir el Laberinto por completo.

Siguiendo las pisadas de los gigantes por las nubes llegaron al palacio del antiguo rey gigante, un lugar en rápida decadencia pues hacía años que su dueño había sido vencido, si es que tal cosa era posible. Allí encontraron a multitud de mortales encadenados y esclavizados, cocinando en una inmensa cocina para alimentar a los sabuesos del difunto rey, unos terribles perros inteligentes de enorme tamaño y malicia... pero que no poseían una inteligencia a la par y fueron rápidamente engañados con las argucias mágicas de Zarel para alejarse y dejar en paz a los mortales. 

Resuelto esto continuaron avanzando por las nubes, que se fueron transformando en nubes de tormenta y amenazaban con electrocutar sus pies a sus pasos. Pero a Talon se le ocurrió que podían conseguirse unos zapatos de ciertos materiales que les harían inmunes a esos rayos, y Aurora rápidamente los creó. Así que caminaron por la tormenta hasta que las lisas y negras paredes del Vortice de Piedra se alzaron frente a ellas. Probaron muchas cosas en aquel lugar endemoniado, donde las negras paredes devolvían lo que se les hacía, hasta que siguiendo un dibujo de tiza pudieron completar la senda por el interior de las mismas y resolver ese acertijo. Con ello llegaron a la caverna de las Tierras Quemadas, donde islas flotaban y se hundían en el magma y estaban guardadas por elementales de fuego. Nada que fuese una amenaza en realidad, pues con calma, Aurora fue destruyendo a los elementales y garantizando el paso de todas, pues ella era inmune a ese daño.

Y con eso, desde las alturas, pudieron finalmente observar el Laberinto al completo debajo de ellas, con sus distintas y dementes regiones y biomas, su tamaño auténticamente masivo, sus infinitos peligros. Y cómo, en el centro del mismo, realmente se encontraba la sala donde latía el corazón del laberinto. Pero del progreso por el resto del Laberinto, de aquello que encontraron más allá, te hablaré mañana por la noche. Y nunca sabremos qué extraños portentos y encuentros nunca tuvieron lugar, perdidos en las sendas que ellas nunca escogieron. Porque así son nuestros caminos por la vida, solo sabemos aquello que vemos, y perdemos aquello cuyas sendas hemos rechazado. Ahora descansa, que no te quiero escuchar quejándote mañana todo el día como hoy.

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