Edad Oscura 26: el Resurgir del Fenix...


Una forma de entender el Imperio se aproximaba a su muerte, y esta era necesario para que el Fenix pudiese renacer de sus cenizas. Pues es a través de sus rescoldos y del fuego cuando, con la suprema voluntad y el sacrificio, el Fenix que da nombre al trono imperial podría ser de verdad, no la falacia temporal que actualmente lo ocupaba. Pero llegar ahí requiere sacrificios, con profundas consecuencias más allá de los Mundos Conocidos y en las profundidades del espacio de las Naciones Estelares.

Pero la realidad de la guerra que sacude Hargard no es solo los combates de naves espaciales, sino las intrigas entre las distintas facciones que guerrean y conspiran. Entre las Casas nobiliarias del Imperio y sus generales, entre los thanes Vuldrok y sus navíos. Un conflicto en el medio del cual la Emperatriz había desaparecido. Encontrarla requiere el arte de la diplomacia en medio de los conflictos y choques y rescatarla debe hacerse por medio de un duelo contra la poderosa thane Brisilda Mustareuna. Pero, con toda su convicción, esa no era una batalla que se pudiese ganar.

Porque, si bien Seth y Lisandro inicialmente lo ignoraban, Brisilda tiempo ha que había pactado con uno de mis hermanos el ser invencible. Y por muy excelente que sea la disciplina marcial de Lisandro, solo los juegos de Brisilda con su presa le dieron el tiempo a ver lo que ocurría y a Seth... bueno, él escogió pactar conmigo. Y el poder de mi hermano es enorme, como el mío, pero un deseo correcto puede abrir muchas puertas y yo tengo muchos dones sobre la mente. Modificar la del consejero imperial para que pudiese mover la materia no fue difícil, nada lo es realmente, y ver la cara de Brisilda cuando, derrotada por Lisandro entendió la verdad, fue sin duda apoteósico. Un verdadero placer, ver su fe en Wotan rota y la verdad revelada. ¡Si es que soy un sentimental por un final feliz! 

Pero Seth, con sus nuevos poderes, debió consultar al Emperador sobre si había obrado bien o no, mientras Lisandro regresaba a comandar la flota en preparación de la batalla espacial que seguiría. Y, al final, Alexius Hawkwood demostró su lado humano, al reconocer que no era imparcial en el juicio, que si ese sacrificio había salvado la vida de su esposa y eso hacía que fuera malvado a ojos del Pancreator, entonces acaso el Todopoderoso en su trono del Empíreo tenía una visión que no valía la pena. Delicioso sin duda. 

Y entonces llegó la hora de la segunda batalla de Hargard, a menudo conocida como La Ruina. La fuerza imperial sin duda estaba superada por la armada de Rauni Ukonvasara y el resto de los Vuldrok, pero Lisandro Castillo tenía fe en un nuevo plan alocado y extremo que pudiese dar la vuelta a la situación y otorgarle al Imperio una victoria decisiva. Pero el problema con los milagros y los planes extremos es que no siempre funcionan. Los cañones láser cortaron la noche a medida que el enfrentamiento sacudía los cielos sobre Hargard y las naves eran abordadas y tomadas, después de una punta de lanza que dividió a la flota Vuldrok en dos. Pero lo que inicialmente parecía una victoria imperial clara fue lentamente, con el paso de las horas, transformándose progresivamente en un equilibrio dificultoso. La propia Gran Lycaon fue abordada infructuosamente, como lo fue la Emperador de los Soles Exhaustos, y fue Seth quien, en una orgía de destrucción psíquica, tomó la segunda de las battleships vuldrok convirtiéndose en una pesadilla incluso a ojos de sus propios hombres. 

Al final, Lisandro se vio forzado a ordenar la retirada de los restos de su flota, tan diezmada como la flota Vuldrok. Porque nadie se pudo alzar con la victoria real después de la Ruina, ambos bandos habían perdido tal y como habían pronosticado las runas leídas para la dama Eldrid la Sabia. Pero el resurgir del Fenix requiere muerte y sacrificio y, mientras el árbol-mundo de los simbiontes amenazaba Stigmata y la guerra rugía en Hargard, el Imperio mismo se preparaba para una forma de muerte que pudiese dar pie a un resurgir más glorioso y fuerte. O, si fallaban en la hora más oscura, a ser sepultado y olvidado entre las inclementes estrellas.

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