Crónicas de la Tierra de la Bruma 9: Civilización y Barbarie

 

La civilización es una maraña, construida sobre las normas, las reglas, la estructura. El orden que garantiza que cada uno permanece en su lugar, el poder de los reyes y la destrucción de la libertad. Como la taumaturgia formulaica de las torres de hechicería, con sus rituales y sus palabras de poder. Pero en su oposición, la barbarie es el caos, el entorno de la total libertad donde los fuertes se imponen. Pues la vida se nutre de vida, se devora a si misma, se fagocita. Y con ella, la magia de los shamanes de las tribus donde los árboles son regados con la sangre de los jóvenes para garantizar el apoyo de los espíritus del bosque. Abominaciones a ojos del Aeon, cuya fe dominaba en aquellos tiempos el Archipiélago y sus habitantes, pero aún permanecían tierras salvajes donde esos ritos se profesaban. 

Pero esos poderes, más oscuros que la noche que nos rodea, seguían vivos y fuertes en las tierras sagradas, otrora cubiertas por las brumas. Y con ellos se iban a encontrar las integrantes del Nuevo Cisne cuando abandonaron la ciudad por la Puerta Verde, en busca del buho que los rumores indicaban que se encontraba en el bosque. Pero, en su lugar, se encontraron con un hada, pequeña cual campanilla de iglesia, que se aseaba en un pequeño reguero de agua. Se encontraba sola y lejos de su gente, siguiendo y vigilando a las brujas que, en las cercanías, se preparaban para un impío ritual. 

Ahora vemos todo desde la distancia que nos da el tiempo y el olvido que los detalles tienen ante el paso del siglo y los vientos que barren la montaña. Pero lo que ellas vieron, ese aquelarre nocturno, era una aberración que solo imaginarlo ahora hace que mi alma se sacuda y tiemble. Brujas de toda clase, desnudas danzando al fuego, copulando con perros demonio, sacrificando bebes de elfos... toda clase de brutalidad para traer el Inframundo un paso más cerca del mundo, sacando a relucir demonios que deberían permanecer perdidos más allá de los Horrores de la Mente que la gente de la época temía. Eran demasiadas, y demasiado poderosas, las integrantes del Nuevo Cisne no tenían posibilidad de vencer ante un enemigo así. 

O no deberían haberlo tenido... pero estaban profetizadas y sabemos que sus pasos hacían temblar la tierra. 

No fue un enfrentamiento que se ganase con poderosa magia o imparable acero, aunque ellos fueron necesarios también. Pero fue el ingenio el que las llevó al triunfo donde otros habrían fracasado. Ilusiones, ardides, el florecimiento de los hongos... la astucia por la que hoy en día son conocidas salieron a relucir cuando Shana de las Mil Caras por primera vez tomó el aspecto de sus enemigos; cuando Hotane de los Bosques hizo florecer las plantas que eran necesarias para atraer a las brujas fuera de la seguridad de su claro; cuando Aurora la Astuta dejó caer piedras con conjuros de ilusión, que llamasen al enemigo a su cercanía; cuando Milia de los Deseos demostró que podía transformar las propias hogueras en torno a las que danzaban las brujas en trampas que las destruyesen.

Porque el Nuevo Cisne no se sometía a los elementos como tenemos que hacerlo nosotros, peregrinos, en esta lejana y fría montaña. Ellas moldeaban el mundo, y este respondía a su llamada. No por la fuerza, sino por la astucia; no por la ira, sino por la precisión; no por la destrucción, sino por la emboscada. Y así fueron cayendo las brujas, solas, aisladas entre los árboles, engañadas. Y sus actos impíos fueron interrumpidos y sus invocaciones oscuras denegadas. 

Pero a su regreso a la ciudad no solo traían la victoria consigo, sino que los problemas que ahora sabemos que sacudieron Nueva Catan se estaban desatando. Greco y Quinto habían discutido por materia de fe, y la amenaza de demonios podría atraer la superstición contra los tiefling. Y, en el saco de Aurora, a la ciudad llegaba un libro que jamás debió haber llegado a la misma... pero ya he hablado mucho por esta noche. Aún queda mucho de nuestro viaje por delante, y el fuego ya ha perdido demasiada intensidad. No es durante una noche así cuando quieres hablar de los poderes de la oscuridad, pues quizás nos escuchasen...

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