Crónicas de las Tierras de la Bruma 10: Recuerdos (primera parte)

 

Todos nos encontramos anclados a nuestro pasado, es lo que condiciona nuestro futuro. Tú y yo tenemos razones diferentes para hacer este peregrinaje, yo no pregunto por las tuyas y tú no lo haces con las mías, pero es obvio que las tenemos. Y con el Nuevo Cisne pasaba lo mismo: eran las cadenas de sus distintos pasados las que las movían, como los hilos de una marioneta. Es fácil pensar ahora que, con la distancia del tiempo y el olvido, eran una unidad, pero lo cierto es que había disensión entre ellas, como se había mostrado al lidiar con Mordenkainen, y cada una cargaba con sus propios fantasmas. Y estos, con sus férreos puños cerrados en torno a sus corazones, serían la carga más difícil de sobrellevar.

Y debes entender también que, aunque ahora las veamos como fueron, ellas no eran heroínas. Quienes nada tenían salvo las unas a las otras no buscaban hacer el bien ni el mal, arreglar el mundo ni destruirlo. Egoistas, habituadas a la soledad de su mutua compañía, buscaban su poder individual, la riqueza y acaso el renombre. Pero, pese a que Vivenna portase a Cruthaiche Gaisgeach y Donatello a Caliburn, ellas no buscaban las sendas que el mundo les haría recorrer.

Porque, sin duda, estaban llamadas a otro recorrido. Uno cuyos caminos se habían empezado a divisar ya antes pero que se harían más claro a medida que se aproximaba el Día de los Seis Lamentos. 

Esa llamada comenzaría en el mercado, donde los vendedores de la tribu de los Eskai estaban siendo acosados por una muchedumbre dirigida por uno de los integrantes del Concilio de las Diez Monedas. Un mercader que quería un producto sin pagar el precio, pues los herejes y salvajes de los bárbaros de las tribus no merecían ni siquiera un pago. Pero ni Aurora ni Donatello estaban dispuestas a permitirlo. No era lo óptimo, no era lo beneficioso intervenir y sin embargo lo hicieron. Se pusieron del lado de los desvalidos y los necesitados, de la justicia y la convivencia, y desarmaron a la multitud con palabras fuertes de la tortuga y palabras suaves de la hechicera. Y, en una ciudad de creciente división y facciones opuestas, ellas demostraron que había otras vías y otras rutas.

Pásame la cerveza y te hablaré de esas rutas, rutas del pasado y del futuro. No te contaré de los secretos de la sombra, de la conversación con Skriit, te hablaré de lo que yacía más allá de la Puerta Verde de Nueva Catán. Pues entre los oscuros árboles, fuertes y antiguos, una noche las sorprendió el ulular del buho que estaban persiguiendo desde hacía varias semanas. En lo alto de su rama, quien resultó ser una lechuza demostró también una extraña y refunfuñona sabiduría. Habló de cómo las brujas usaban las energías del bosque y las retorcían, habló de su verdad sobre Savirie a quien tildó también de bruja, habló del desasosiego de los espíritus ante la invasión de los mortales, y la persecución de las aberraciones. Les mostró desconfianza y duda, una desconfianza que acaso se aplacase si superaban la prueba de la cumbre.

Y es que en las cercanías, alzándose sobre la canopia del bosque como un enorme dedo de piedra arrancado del suelo por un gigante, se encontraba el promontorio, el hogar de los sueños y la verdad, guardado por las puertas de los elfos. Y protegido por su guardián, la poderosa quimera a la que todo peregrino en ese viaje debe enfrentarse. Fue una batalla breve pero brutal, que dio con Milia en el suelo ante el ataque del aliento de fuego de la criatura y el resto de ellas heridas por sus llamas. Pero fue derrotada con los ataques combinados de todas y con honor y respeto se alzó del suelo para permitirles el paso a la Puerta de las Estrellas. 

Fue durante la noche que la hoguera cobraría una especial importancia, a diferencia de esta pequeñez que nos calienta a nosotros en este paso, pues la suya se combinaría con los pétalos de las flores para iniciar el viaje. Pues el tránsito hacia las estrellas no se hace durante la vigilia, sino durante el reposo, en el mundo onírico que todos llevamos dentro y que encierra nuestros demonios. 

El primero de estos demonios tomaría la forma de un padre en un estudio de hechicería. Un lugar donde confirmar que su hija jamás alcanzaría sus expectativas y solo quedaba la decepción. Donde un hombre gigante con sus conjuros empequeñecía a nuestras aventureras. Pero Donatello no estuvo dispuesto a tolerar su abuso ante quien le había dado la vida, y su furia se desató y con ella la batalla. La magia invadió la cámara, entre las sendas del sueño y los proyectiles mágicos, pero también el entrechocar del acero. Y, con cada golpe certero de la espada, con cada impacto fuerte de la magia, el enorme padre iba encogiéndose, poco a poco. O acaso serían ellas que se hacían más grandes. Y entre dormir y despertar, entre golpe y herida, el hombre fue empequeñeciéndose hasta ser tan pequeño que quedó encerrado en uno de sus propios libros de hechicería. Y Aurora, sobrepuesta al desafío, rompió así el maleficio del sueño con cuyo firme puño su padre la había encadenado durante toda su infancia.

Se encontraron después en una charca, rodeada de lucecillas brillantes. Cuatro pequeñas tortugas, hermanas, unidas desde el principio de todo. Pero las luces eran apetitosas, y las tortugas se separaron para intentar comérselas. Fue Miguelángel el primero en comerse una de ellas, pero Donatello no lo permitió y se la sacó de la boca. Y se enfangó en el fondo de la charca, como hiciera otrora, y se preparó para digerir. Pero supo que si lo hacía, su vida se transformaría para siempre. Perdería la charca, perdería a su familia, perdería su mundo; y sería llevado al mundo de los humanos, de la magia, de las escuelas y de la espada. Y, por mucho que buscase a sus hermanos durante años, jamás los encontraría. Fue allí, mientras digería a la lucecilla, que Donatello tuvo que elegir de nuevo qué vida querría y escogió el futuro pues entonces fue cuando firmemente supo que lo que él quería no era volver a la charca a seguir siendo una tortuga, sino conseguir que sus hermanos pudiesen ser como él. Y, acaso, encontrar una tortuga hembra con la que poder crear una nueva vida a través de la magia.

Te podría contar de lo que ocurrió a continuación, mientras la charca se desvanecía a su alrededor, pero no lo haré. No, al menos, esta noche, pues la hoguera ya se ha reducido a rescoldos y la cerveza se ha terminado. Aún queda mucho viaje por delante y mucho que contar bajo estas estrellas que, hace tiempo, velaron el sueño de nuestras heroínas en sus pasos por sus recuerdos y su pasado.

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