Tokyo 4ª Generación 2: ¡Superagentes Especiales!


En el reino donde el sol invicto nunca se ponía, los niños fueron llamados para la segunda sesión de pruebas de acceso. Ya quedaban solo aquellos que lograrían entrar en la escuela, como resultado del divertido partido de pelota del día anterior, pero ahora era necesario dividirlos en grupos para que los profesores pudiesen darles a cada uno la atención que merecía. ¡Si es que habían pensado en todo! 

Los niños fueron divididos siguiendo los equipos que se habían decidido el día anterior, y cada uno debería cruzar la puerta hacia las desconocidas pruebas que tendrían que superar. Y, además, tenían que hacerlo rápido, ¡porque era una carrera! El equipo que superase sus pruebas y llegase al centro antes, ganaba la medalla de oro, el segundo tendría la medalla de plata y el tercero la de bronce. Y eso se tendría en cuenta para decidir quienes iban al grupo A de clases, y quien iría al grupo B. Era un gran juego, pero uno que tenía mucha consecuencia e importancia, y tendrían que tener todos mucho valor y energía. Por suerte, esa noche todos tuvieron los mejores de los sueños y venían cargados de energía y valentía, pues sin saberlo ellos, Isara se había asegurado de que durmiesen bien y soñasen cosas felices. Así que todos se prepararon porque, como si fuesen superespías, deberían vencer las malvadas pruebas diseñadas para pararles.

¡Lo primero que tenían que superar los tres equipos era la prueba del balón prisionero! En el centro de la sala había un balón que hacía que cualquiera que lo tocase a él o sus tentáculos se volviese su prisionero. ¡Menudo giro de guión! Y como en una buena partida al respecto hubo que esquivarlo, correr, teletransportarse más allá de sus zarcillos o buscar otros medios ingeniosos de llegar hasta el otro lado de la sala. Pero uniendo sus fuerzas y recursos, los tres equipos pudieron hacerlo con éxito y avanzaron hacia la siguiente prueba. ¡Qué diver!

La siguiente sala les deparaba el primero de los combates, pues debían enfrentarse a unos golems de arcilla poderosos y maléficos, animados para evitar que pudiesen cruzar la sala. Y, además, quienes luchaban contra ellos quedaban encerrados en el interior de una jaula hasta que ellos o el golem venciese. ¡Qué difícil! Y en efecto fue complicado, hizo falta el trabajo en equipo, el apoyo de unos y otros y un poco de fuerza bruta para derrotar a los golems. Pero no os preocupéis que nadie salió herido y al final todo fueron risas y felicidad.

La tercera prueba era el río de Super Mario, ¡ojalá tuvieran todos una estrella! Pero no había estrellas, y cruzar el río requería no solo saltar o volar hasta el otro lado, sino sortear al malvado pez que saltaba desde las aguas para comerse a los niños. Esquivarle era posible para algunos, pero hubo que buscar otras soluciones para los demás. Algunos optaron por bañarse con el pez y derrotarle con su poderosa armadura, como hizo Ryuji Sara, otros lo vencieron a espadazos cuando salió a devorar a un compañero como hizo Ronin. Y, al final, todos los niños pudieron cruzar sanos y salvos incluso cuando algunos se habían rendido, como Takuma que había decidido que aquel era el final de sus camino.

Tras ello llegaron a una fea arena de combate llena de golems mal disfrazados y una jaula como en esa vieja peli postapocalíptica que es muy fea y a nadie le gusta. ¡Puag! Y allí, había que entrar en la jaula y enfrentarse a solas contra un golem azul muy mágico, capaz de resistirse a cualquiera de los poderes. Incluso Sara tuvo problemas para enfrentarse al suyo e hizo falta que recibiese la ayuda de sus amigos en forma de palabras de ánimo, bebidas energéticas y nanomáquinas feéricas para que pudiese vencer a su rival. Y otros no lo consiguieron, porque el golem era muy duro y no todo el mundo trabajaba en equipo porque los niños aún tenían que aprender eso. ¡Pero, al final, el poder de la amistad siempre lo puede todo! 

Y, finalmente, llegaron a la última prueba, el gran samurai gigante y destructor. ¡Resistía muchos golpes y era muy fuerte! Vencerle requirió que unos protegiesen mientras otros pegaban, que se curasen y apoyasen, que soñasen cosas y usasen sus espadas. Y algunos niños se rindieron por completo, como Ronin o Takuma, mientras otros proseguían tenaces hasta la victoria. Porque, al final, ¡hasta el más grande de los gigantes cae contra el trabajo en equipo y la confianza en los amigos! 

Con eso, los tres equipos llegaron a las medallas, unos a la de oro, otros a la de plata y los últimos a la de bronce. ¡Pero todos eran ganadores porque todos habían dado el máximo de si mismos y habían logrado superar todas las pruebas! Así que hubo grandes festejos y risas y fiesta, especialmente cuando se anunciaron las clases y todo el mundo supo que todo estaba listo para la gran aventura que era ir al colegio. Porque, al final, ¡esa es la magia más importante de todas!

No irían a clase hasta el siguiente lunes, pasando cada uno el fin de semana con sus familias y amigos, y muchos también con alguno de las amigas de Izumi que acompañaban a los demás niños en sus cosas y eventos. ¡Que divertido! Pero a todos les apenó un poco que Ronin hubiese pedido la transferencia a la escuela de Osaka, al sentir que era incapaz de estar a la altura de los otros niños, ¡y eso que era super fuerte! Pero si su fuerza en combate era increíble, no lo fue así su voluntad de espíritu, y ningún gran héroe se forja si no acepta esforzarse, aprender y ¡luchar por conseguir lo que hay en su corazón! 

Y de corazón habría mucho que hablar en esa primera clase, pues todos tuvieron una primera sesión de batalla mental. El Bodishvatta, gran maestro de los sueños y el único que logró frenar al Primer Emperador, puso a prueba su resolución y su fortaleza, pero también su autoconocimiento, al hacerles confrontar sus mayores miedos. ¡Que sustos se llevaron todos y muchos acabaron llorando! Porque para ser grandes héroes tendrían que aprender a enfrentarse a sus oscuridades interiores, pero ninguna era tan oscura como para realmente detenerles si estaban juntos, ¡porque nada puede apagar al poder de los verdaderos amigos! Y aunque esa primera clase no lograsen vencer a sus miedos, eventualmente lo conseguirían porque ese era su poder cuando estaban juntos. Y mientras unos lloraban o se enfadaban o gritaban, otros caminaban entre ellos tranquilizándoles, recordándoles que todo había sido una ilusión como decía la pequeña sacerdotisa Asami, o dándoles cariño y pañuelos como hizo Isara. ¡Y al final todos los niños marcharon felices y entre risas a otro delicioso almuerzo en la escuela!

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