Crónicas de las Tierras de la Bruma 59: Los Límites de la Supervivencia

La palabra de la Supervivencia es una de las palabras más antiguas e importantes de todas. De la mano de Vida, antecede a héroes y escritura, a dioses y demonios, a civilizaciones y magia. Existe desde los tiempos anteriores a que el Dragón recorriese el mundo llevando la cultura y la educación a elfos y humanos, gnomos y enanos. Pero la Supervivencia es una palabra que no se puede poseer, que no se puede tener, solo se puede ejercer ante cada una de las pruebas que nos encontramos en el camino. Y antes o después, desde el más pequeño de los mortales, al más grande de los dioses o incluso los mundos mismos de nuestro multiverso, todos ellos fallarán en esa prueba y su tiempo se habrá agotado.

Para encontrar la puerta a la Supervivencia que Shana buscaba, recurrieron al adivino de la ciudad, Anteogenes Longinos, que les señaló que encontrarían la prueba en las profundidades del bosque del norte, cerca del límite donde terminaba este y surgía la Ciénaga de la Podredumbre. Allí deberían sobrevivir una semana sin nada que llevasen consigo mismas, ni ropa ni armas, ni armaduras ni libros, ni herramientas ni utensilios. Nada que no fuese propio de ellas directamente, pues todas esas cosas pueden volverse ataduras y debilidades a la hora de sobrevivir cuando se depende y carece de ellas.

No todas fueron allí, pero aquellas que se pusieron en camino hasta el lejano noroeste lo hicieron sin más cosas que su piel y su cuerpo, su mente y su ingenio. E incluso esto fue cuestionable, cuando cruzaron el río del norte y se adentraron en el bosque de la Duda y sus pieles decidieron que siempre habían sido transparentes, mostrando los órganos y huesos vivos de su interior. Una transparencia corpórea que reflejaba de extraño modo el que ellas marchaban sin trampas ni tretas a superar la prueba.

Lo primero que hicieron fue garantizarse un refugio básico, con Aurora en su forma de dragón excavando una cueva y Milia construyendo una cabaña básica. Mientras los hermanos de Talon recogían ramas para fuego, Zarel usó su magia para crear bolas de hielo que poder derretir y tener agua potable. Y tanto Shana como Dracael y Dracaella partieron en busca de alimentos y conocer un poco la zona. Milia también salió a cazar esa tarde, mientras Zarel buscaba aves y Aurora reforzaba el refugio transformando el barro en cerámica con su aliento ígneo; pero, por error o por el destino, Milia cayó sobre uno de los jabalís-erizo que habitaban en aquella región y sus fuertes huesos y púas sirvieron para las primeras armas y herramientas que pudieron crear. Pero todo se perdería con la llegada de la lluvia ácida esa noche y, sobretodo, que en algún momento la Duda hizo que el bosque olvidase todo lo que en su interior había ocurrido y todo volviese a estar como al principio: sin hueco, sin herramientas, sin comida almacenada de la caza. 

Pero la sintonía mágica de Talon le reveló algo de suprema importancia, pues el bosque se volvía un poco menos extraño al estar ellos habitando en él. E, igual que había pasado con el poblado de elfos que seguían a una versión retorcida de la luz, la existencia de gente con alma y conciencia en el entorno de la Duda lentamente solidificaba el mundo, a lo largo de meses y años, evitando que degenerase en el total caos que rodeaba al Testamento de la Certeza. Y el uso de palabras de poder solo aumentaba ese efecto, consolidando la realidad.

Con eso en mente, buscaron y encontraron una caverna que serviría como base. Y la Verdad fue dicha por Milia y esa caverna y todo lo que había en su interior se volvieron a su estado natural y seguro, y las pieles volvieron a ser opacas. Y, a partir de los siguientes días, esa caverna lentamente iría creciendo a medida que la exploraban y encontraban las charcas de aguas subterráneas y sus ranas, los yacimientos de hierro; y, sobretodo, a medida que construían en su interior el primer horno primitivo, los espacios para ahumar carne y conservarla, las empalizadas protectoras, la enorme puerta de piedra que servía al mismo tiempo como yunque y como cierre cuando caía la noche. Y esa misma caverna que ellas encontraron vacía y triste es el lugar que hoy conocemos como la Caverna de las Pinturas, el mismo lugar donde nos encontramos tú y yo cuando comenzamos este peregrinaje tan largo.

Y es que, con la llegada de la segunda noche, la vigilia de Talon y el ángel de Zarel les mostraría la llegada de una nueva amenaza. Talon había usado la Nomuerte para transitarse a un estado entre la vida y la muerte para no tener que comer, dormir, ni padecer frío o sed. Por eso guardaba guardia cuando sintió la llegada de unos depredadores invisibles, que husmeaban extrañados la cueva donde siempre habían encontrado sus suculentos jabalís/erizos de los que se alimentaban esas invisibles criaturas feroces. Con las siguientes noches fueron regresando a explorar, cada vez más audazmente, el perímetro de la caverna, intentando encontrar aquellas cosas que olían tan extrañas para ellos.

Las criaturas seguirían regresando las siguientes noches, siempre y cuando el extraño clima del lugar no lo evitase. Como la noche en que el viento arrastraba extraños metales cortantes que arrasaron buena parte del bosque. Un metal imposible que no podía existir en nuestro mundo de no ser por la presencia de la Duda y sus imposibilidades reales y cotidianas. Un metal que el aliento de tres dragones combinado con el dominio del fuego de Zarel permitió transmutar en armas y armaduras. Durante un tiempo, a la vuelta de ellas a la ciudad, se dice que ese metal se pudo ver en las manos de Gnaven y en el reciente museo de la ciudad, pero eventualmente desapareció por completo de la existencia, probablemente con la derrota de la propia Duda un tiempo más tarde. 

Mientras tanto domesticaron las aguas bajo la cueva para tener baños termales, encontraron un enorme panal de abejas con cuya miel hicieron velas y sellos, encontraron plantas venenosas para sus armas y exploraron el extraño terreno en el que se encontraban. Y rastrearon la madriguera de esas extrañas criaturas, en cuyas cuevas cuatro machos cuidaban a la hembra y los dos cachorros de la manada. Llegó la noche de la bruma helada que dejó todo el bosque congelado bajo capas de cristal, nieve y hielo. La penúltima de las noches en el bosque, la prueba casi completada, y el uso de la cera y la puerta, madera e ingenio, impidió que las nieblas pudiesen afectarlas en modo alguno. 

El último fue un día de descanso en buena medida, de jugar a las cartas y bañarse, de reír con sus nuevas ropas y abrigos y estar juntas. Incluso Talon recuperó su naturaleza humana, tan cerca al final de la prueba. Por la noche las bestias volvieron a acercarse, demostrando que no solo eran invisibles sino inmateriales, atraídas por la cueva y los cerdos/erizos que Shana había atraído de vuelta hasta allí. Pudieron haberse enfrentado a los depredadores, cazado a las bestias más peligrosas del norte del bosque pero optaron por no hacerlo. Invisibles y con sus olores camuflados con la magia de Zarel, las criaturas no dieron con ellos y siguieron su extraño ciclo vital en el bosque. Pues no era la palabra Caza ni la palabra Depredador la que Shana quería dominar, sino Suprevivencia, y esta en su entendimiento se basaba en conectarse con el entorno, sobrevivir a sus pruebas a través de la adaptación y el ingenio. Y hasta aquellos invisibles animales sobrevivieron al encuentro con el Nuevo Cisne, aunque probablemente nunca sabrían ni qué encontraron ni qué era eso que olía raro aquellos días.

El regreso a Nueva Catan coincidió con la llegada de la Luz Reveladora, que portaba con ellos la Antorcha de la Valentía, el último de los grandes objetos requeridos para derrotar a los Horrores de la Mente. Y a la llegada de ambos gremios, la Torre del Silencio resonó con dos fuertes campanadas. Pero la visita del Nuevo Cisne iba a ser breve, pues su trabajo en el bosque no había terminado. Al contrario, reunieron un grupo de aventureros que, animados e inspirados por las palabras de Zarel, les acompañaron al mismo punto frente a la cueva donde tú y yo nos vimos por primera vez. Y allí, Shana pronunció por primera vez la palabra de Supervivencia, reforzada por la palabra Verdad pronunciada por el muchacho, garantizando con ello que los aventureros podrían sobrevivir, encajar con el entorno y medrar tan al norte. Y, con ellos allí, el bosque lentamente iría perdiendo sus Dudas, pues ellos llegaban con sus creencias, ideas, y certezas.

Ya de vuelta definitivamente en Nueva Catan, Aurora Transformó la torre de hechicería, creando nueve portales a sus correspondientes dimensiones. Cada uno de ellos, una senda a una universidad de magia dedicada a una de las nueve grandes escuelas de hechicería. Cada uno protegido por una criatura de mágica que simboliza aún hoy en día el sentido y el sentir de los estudiantes de esas escuelas. Por eso el fénix simboliza a la evocación, y la serpiente es la señora de la transmutación, pues la gran Archimaga de Nueva Catan así lo definió.

Mientras tanto, Shana acompañó a Zarel y Milia al orfanato y escuela, a ver el estado de las cosas. El orden continuaba avanzando allí, y fue entonces que la guerrera conoció a su mayor fan, la pequeña Iris. Y le hizo entrega de una de las dagas de jabalí/erizo con las que habían hecho tanto en el bosque, la primer arma de la muchacha cuya historia quizás contemos en otro momento y otro lugar. 

Pero, por esta noche ha sido mucho y nos toca descansar. Sino no podremos sobrevivir nosotros a la jornada de mañana, ni cazar un mínimo para conseguir cenar algo más consistente que estás sopas flojas que tenemos. Descansa, ¡y como vuelvas a insinuar que ronco por las noches vas a empezar a dormir en un campamento distinto al mío! Habrase visto...

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