Historia de una Ida y una Vuelta 1: Ecuaciones dentro de las Ecuaciones

Todo el mundo traza planes. Algunos elaboramos nuestras ecuaciones con la pulcritud perfecta de la fría matemática, el detallado trazo de una letra cuidada, el ostensible equilibrio de las distintas piezas... otros simplemente lanzan un cubo de pintura sobre la página en blanco y esperan a ver qué permanece. Pero todos planifican su camino, en mayor o menor medida desde el hoy hasta el mañana deseado. Actos concatenados con un objetivo en mente, prolongados en el tiempo hasta la consecución de la meta o el fracaso en alcanzarla. El tiempo se vuelve así la pieza central del plan, pero no había comprendido la complejidad de esa afirmación hasta ese día en que los planes se pusieron en marcha para asaltar la sede del Dr. Nova.

Errores en la ecuación: un laboratorio en Olympus City, dentro de la jurisdicción legal de la ciudad y de la Autoridad Solar. Ser descubierto cometiendo actos ilegales. Que se ofrezca una recompensa por su cabeza.

Hipótesis: durante siglos de avances tecnológicos y médicos, se han ido prolongando sus éxitos y fracasos y eventualmente sus enemigos fueron demasiados y cayó en desgracia.

Eso pensaba aquel día, mientras abandonaba el bar donde había presenciado la noticia de la recompensa. Era una explicación pausible, viable, más creíble que la realidad que se vislumbraría con el tiempo. En la distancia entre el tic y el tac, infinita y maleable. En los juegos de poder y conflicto entre élites y poderosos, zanjados con un trabajo a pie de calle, una recompensa, un muerto. Lo podemos devolver vivo o muerto. 

El tiempo corría y la vida de Nova quería cobrarmela a nivel personal. No por el dinero, bien necesario para pasos ulteriores de la ecuación, sino por haber iniciado toda esta locura en que mi vida se ha transformado tras la muerte por error de mi padre. O, acaso, no fuese un error, pero una planificación con tantos años de antelación le asignaría al Dr. Nova poderes cuasi divinos. 

Asaltar la torre/laboratorio del objetivo era inviable para mi persona, pero tengo mis medios. Calamity Janet, Billy The Boy, Mogul y Terrance Wilmore. Esos cuatro fueron los agentes necesarios para alcanzar el objetivo, o eso esperaba, para un asalto organizado con demasiada presteza ante la existencia de otros cazarrecompensas que ansiaban la misma paga. El dinero, al fin y al cabo, mueve el mundo. Sus nombres no son realmente importantes, los cuatro murieron tratando de ascender las 77 plantas de la torre del Dr. Un ejército de clones y soldados, experimentos y monstruos nos salieron al paso y, planta a planta, se cobraron sus vidas y las de otros que estaban procediendo al asalto. Unos sueldos que me ahorro, contactos que se pierden, equilibrio en las cuentas de la ecuación.

En la planta 76, en la antesala del encuentro con el doctor, sería donde nos encontraríamos los supervivientes del asalto. Mula, Rev Girl, Ghia y Aurea. En algunos momentos del ascenso nos habíamos cruzado y habían resultado gente competente. Si debíamos esperar en base a lo que nos precedía, el combate en la sala final sería encarnizado, y necesitaría cuerpos que tirar encima de Nova para poder reclamar el contrato. 

Y, sin embargo, todo fue anticlimático. Un doctor sentado a su mesa, un disparo de la escopeta de Mula, un cadáver sobre un botón enorme y rojo. Vermellón es, aparentemente, el color del tiempo, del destino, de la Ecuación misma. Por suerte, en la confusión del momento no me di cuenta de cómo estaba siendo poco más que un peón de un juego que no comprendía, pues nada puede hacerme enfadar tanto como la impotencia inmerecida de mi persona ante otros designios. Bueno, casi nada, pero eso es vieja historia.

Nova muerto, nuestra mente hackeada para introducir un complejo y extraño programa, el cadáver devorado y analizado para obtener información, su ordenador saqueado. Salimos para cobrar nuestra recompensa del sheriff y sus hombres que recién entraban en la torre. Dinero que gastar los cinco de fiesta esa noche, entre alcohol, mujeres, risas y peleas. Y después, números útiles que tener en la agenda para cuando llegase el momento.

O eso esperaba yo.

Pero el tiempo estaba en marcha, el cronómetro calculaba impasable su cuenta atrás, el diseño de la ecuación requería permanecer en la fase de ejecución. Y fue al día siguiente que nos reuní en una cantina cualquiera, donde Rev Girl aparentemente quería construirse un hogar donde empezaron a verse los hilos del titiritero. Un hombre que sabía que iba a morir, pero bien podría ser un clon con la conciencia alterada y un extraño hueco en su blindaje corporal justo para que el perdigón de la escopeta de Mula terminase con su vida. Recuerdos que hablan de diversión como encontró Aurea. Una interfaz para intercambiar unas monedas virtuales de cobre o plata, que se transmiten de un modo imposible por la Red. Unos perfiles en una red social extraña que se ajustaban a nosotros pero tendrían que haber sido preparados de antemano. Demasiadas coincidencias para ser coincidente. Alguien tiraba de los hilos, y no era yo. 

Ocho días desde entonces surgiría aparentemente la siguiente oportunidad de ganar, en este caso una moneda de oro. ¿Cómo o haciendo qué? Patrón desconocido. Pero si algo confirmamos en esa conversación es que, de algún modo, todos estábamos involucrados en los planes del Dr. Nova y que las monedas en nuestro haber... sonará extraño, aún lo es para mi, pero aparentemente permitían enviar nuestras conciencias hacia nuestros pasados unos segundos. Al menos las de bronce, un rato más prolongado las de plata. Ya os dije que nunca había entendido la complejidad y el impacto del tiempo en la Ecuación como ahora hago, ironías de la vida que nunca deja de sorprender con sus parámetros imprevisibles dentro de mis bellos cálculos. 

Indagamos durante días para no encontrar nada. Decenas de patentes e investigaciones secretas en su ordenador, que permanecerán secretas hasta el momento en que se pueda obtener suficiente rédito de ellas. Un poderoso as en la manga, una bomba nuclear para la línea de flotación de las corporaciones que se beneficiaban de que esos inventos no hubiesen visto la luz. Nos implantamos y gastamos el dinero obtenido.

Y entonces llegó el día señalado y, como predicho por el Oráculo de Delfos u otro antiguo augur, en la pantalla del programa vaquero salió una nueva recompensa: Deathlock. Fue verle y la ira me inundó de nuevo, el dolor del impacto de bala en mi pecho agudo cual aguja y de nuevo vivo en mi.

Errores en la ecuación: un contrato para matar un Senador; un dron que casualmente se aleja de su ruta y le graba unos instantes; un fantasma revelado.

Hipótesis: un cazador perfecto que, una vez, comete un error. A todo el mundo le acontece.

Contrahipótesis: demasiada casualidad, prevista de antemano por el interfaz/virus. Un dron fuera de su ruta por casualidad para revelar un imposible. No ha habido error, es un escenario preparado. El Dr. Nova, por alguna razón, quiere usarnos como ejecutores de su propia venganza, permitiendo entonces el encaje de la Ecuación de un modo imprevisto.

Porque Deathlock va a morir, por mi acción directa, así sea la última cosa que haga. No di tiempo a que el programa terminase antes de contactar a los otros peones y convocarlos a una nueva reunión. Medio millón por la vida del asesino a sueldo convencería a muchos, los ideales de acabar con un peón del sistema encajarían para los que faltasen, y si nada de eso funcionaba, el interfaz ofrecería una moneda de oro. Ya estaba anunciado, demasiada casualidad que fuese para algo diferente. Y no lo fue, como la perfecta maquinaria de un reloj, el oro fue ofrecido por la cabeza del asesino, el primer clavo de su ataud. Mi venganza, pero acaso también la de Nova. 

Pero de esa reunión no solo salió un plan para localizar al fantasma invisible. Sino el convencimiento de que el Dr. Nova estaba tirando de los hilos poniendo frente a nosotros objetivos que querríamos eliminar. Deathlock era demasiado personal para mi como para que fuese una casualidad que apareciese el primero. Y como eso, en los demás había otros nombres y otros pasados, desde el fixer Smith al presentador Dynamo. Disfrutaría viendo esas vidas acabarse también, porque estaba seguro que esos nombres, y otros, estarían en la lista por venir. 

Para rastrear a Deathlock nos separamos. Los demás viajarían a Villa Plata, donde interrogar al que había implantado en el fantasma el portento tecnológico que le otorgaba su cualidad fantasmagórica: la invisibilidad. Casi se suicida el hombre al ser dejado a solas con la Mula pero, como suele ocurrir, acabó cantando dentro de lo razonable. Si había un nuevo contrato para el asesino, después de 21 días, iría a retocar y perfeccionar su equipamiento. Y en la base de datos, seguro que con ayuda de Queen, podía encontrar un cebo razonable, acaso uno que nos aproximase a otro objetivo. No solo Nova tiene su propia Ecuación y, aunque yo tuviese que ir improvisando ante el acelerado progreso de los eventos, no por eso renunciaría a mi Plan.

Mientra tanto, yo recorrí las calles de Olympus City, hablando, sobornando, preguntando, tirando de amigos y no tanto. Hasta dar con el hacker que había hecho que el dron se desviase, un hacker cobarde que estaba infectado por el mismo software que nosotros y habia sido pagado en créditos y una moneda de oro. Estafarle esa moneda a cambio de un pasaje fuera de Marte y lejos de Deathlock fue fácil, no hay nada más sencillo que negociar con alguien que desconoce el valor de lo que tiene. Pero este proceso reveló el funcionamiento de la extraña red de contactos que se había formado en nuestra mente, basada en una extraña cercanía y donde era imposible saber cuántos miembros habría. ¿Cuántos otros habrían sido infectados, y ahora podían moverse por el tiempo siguiendo sus propios designios?

Acaso, como señaló Rev Girl, no acabaríamos nosotros en la lista de objetivos cuando llegase el momento y nuestro plan para con Nova hubiese sido cumplido. Es probable, en este momento, en esta cantina, mientras convenzo a un contrabandista de que saque a un hacker de extraperlo del planeta, no puedo negarme a reconocer la verdad: me da igual. Si antes que yo acaban muertas unas cuantas personas, que luego Nova envíe a quien quiera a por mi, desde mi Trono seré invulnerable.

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