Historia de una Ida y una Vuelta 3: El Trajecitos, el Sargento y el Gilipollas


Tres. Es un número especial, es el valor mágico de nuestra posición en la Ecuación. Si cojo una carta al azar de mi baraja, solo hay 1 entre 12 posibilidades de sacar una carta de valor menor. Y sin embargo, mientras analizaba la cabeza de Deathlock y cómo había sido usado por O-yoroi para intentar asesinar a Rev, estaba claro que el valor de nuestra vida era tres en aquel momento. El número mínimo de monedas de platino requerido para viajar atrás en el tiempo lo suficiente como para llegar antes de nuestro fatídico encuentro con Nova y poder matarnos sin posibilidad de respuesta, y aún así tener suficiente margen como para poder invertir las monedas en eso. A medida que el tiempo pasase, nuestro valor se incrementaría siguiendo una fórmula sencilla y bella en su simplicidad: +1 de valor por cada 10 días. 

A todos los efectos, O-yoroi era inalcanzable. 11 monedas eran muchas más que nuestro umbral. Ella quería matar a Rev pero, de momento, no tenía por qué saber que nosotros teníamos monedas. De modo que operaba siguiendo la lógica anterior, mandando un asesino pagado con dinero de la Autoridad Solar, los buenos y clásicos créditos, eddies, dólares o verdes: Deathlock. Mientras no descubriese que teníamos monedas, no empezaría a valorar viajar atrás en el tiempo para contratar a Deathlock antes de que nosotros tuviésemos esa capacidad y asesinar a Rev sin posible represalia. Así que había que ganar tiempo, incrementar nuestro valor, garantizar que la inversión en destruirnos la arruinase, la retirase del tablero de juego, se volviese un coste inasumible. Es mera contabilidad, al final, se mida en dinero, tiempo o vidas. Todo son números en la Ecuación. 

Reunirlos para desayunar a la mañana siguiente y contarles estos hallazgos sirvió como puerta para crear el menú de delicatessen: el listado de la muerte. Aurea, que había regresado a Olympus, quería muerta a Argenta, una misteriosa habitante de las rojas llanuras de Marte, cazadora y peligrosa sin duda; Ghia al Sargento Swan del ejército de la Autoridad Solar y a un alto corporativo de una de las más grandes farmacéuticas del sistema; Rev a la ídolo de masas O-yoroi y al fenómeno mediático Damon Dynamo, con quien yo tenía cuentas que ajustar por haber ayudado a mi hermana... nada personal, solo negocios, como todo; y, finalmente, Mula quería acabar con un fixer llamado Maths, un bastardo lleno de contactos con el que yo también tenía un saldo que equilibrar en cuentas pendientes. Esa era la carta de los reyes magos y yo proveería todos esos dones, solo así podría tener los recursos y el equipo necesarios para asaltar la fortaleza en la Tierra y dar jaque mate en mi tablero particular. 

Pero para proveer de esas comodidades a mis compañeros, para colocar esos objetivos en sus puntos de mira para que pudiesen apretar los gatillos con comodidad, hacía falta la más valiosa de las comodidades: información. La bella magia de la alquimia informática, que transmuta incógnitas en certezas. Y de entre esas informaciones, lo más importante era saber quienes formaban parte del entramado del absurdo juego del Dr. Nova. Maths era el punto de partida, siendo el único de la lista que se encontraba disponible y localizable fácilmente en Olympus. Tengo contactos y amigos, favores debidos y recolectados, números de teléfono a los que llamar y localizar a otro fixer como yo no me es difícil. Aproximarme a su posición con la máxima cautela para tener un instante de lucidez y revelar lo oculto es parte del juego, de la danza. Y el premio es un nombre: Maths era el Trajecitos, uno de los jugadores con más recursos de esta macabra partida amañada. Un Rey en la baraja, muy por encima del 3 requerido para vencer nuestra mano. Anotado, registrado y computado, ya llegará su momento, la Ecuación lo pondrá donde debe cuando sepa cómo. 

La espera ante una nueva pieza ocurriría cuando mis contactos me informaron de que la policía estaba husmeando en nuestros asuntos. Nero, una de las pocas polis limpias de todo Marte, era la encargada de la investigación. ¿Por qué demorar lo que iba a ocurrir? No había razón para ello así que yo mismo la cité con nosotros en la cantina de siempre. Unas bebidas, un robot superior que nos espiase y una conversación, ¿se podía pedir más con la mala mano que tenía en aquel momento? No lo creo. Pero vaya si valió la pena. La superior a Nero era la misteriosa Idealista y, aunque su agente nada sabía del juego, ella sabía bien. La número 43 en el ranking, con 4 monedas de platino y un comienzo de negociación jugosa. La poli nos buscaba para llegar a Nova, sabiendo que formábamos parte de algún modo de la situación y Nero fue ofrecida para acompañarnos a cambio de un pago: 1 moneda de platino a la semana. Antes de poder negociar más condiciones, Ghia aceptó precipitándose y cayendo sobre las negociaciones como un elefante en una cacharrería, de modo que apenas pudimos asegurar algunas migajas más como el acceso a la base de datos policial. Una buena mano que se convierte en una mala cuando la siguiente carta revelada en la mesa no era la esperada. Cosas que pasan.

El rastro de Argenta estaba frío desde hacía varias semanas, de modo que el siguiente punto del orden era localizar al Sargento Swan. No fue difícil, el muy animal estaba torturando mineros lejos de la ciudad y retransmitiéndolo en directo en el programa de Damon Dynamo. Dos pájaros de un tiro. Llegaríamos hasta allí en tren, uno de los lujosos transportes corporativos de mi T.A.I.U. cuyo trono usurpado progresaba inevitablemente de vuelta a las manos de su dueño legítimo con cada avance de las permutaciones inequívocas de la Ecuación. Pasaje para seis, dos días de viaje, un poco más de valor añadido en nuestras cuentas temporales. 

Unas cuentas que se pagarían con sangre y fuego esa misma noche, cuando Rev nos despertó para avisarnos de que íbamos a ser atacados unos minutos más tarde por un grupo de moteros que asaltarían nuestro vagón del tren. Lo había visto, había venido de ese futuro. Si los libros de cuentas se saldan con sangre y fuego, si sería nuestro fuego pero no nuestra sangre. Los moteros no tuvieron ni oportunidad. Esperándoles sobre el vagón del tren, se aproximaban veloces y ansiosos como felices corderos camino del matadero. Antes de que el primero alcanzase el tren la mitad de su número había sido obliterado por la potencia de fuego y la habilidad de Mula. Un placer ver a un profesional hacer un trabajo tan eficaz, sin duda su leyenda no era exageración alguna. Lo que no esperaba con igual claridad era la gracilidad con la que Aurea saltó del tren a una de las motos y se hizo con el control de la misma y apresó a su piloto. Ni tampoco esperaba que, cual histriónica demente, Rev decidiese que aquel era momento de hacer un concierto al ritmo de sus misiles. Como el Joker de la baraja, sus acciones imprevisibles resultan difíciles de cuadrar en los patrones requeridos, pero al final resultan intrascendentes. El resto hicimos nuestra parte, la culata de mi rifle golpeando mi hombro con cada disparo, el calor de la tobera del lanzamisiles de Nero a mi lado y Ghia asistiendo a Aurea en la captura. 

El interrogatorio fue casi un trámite. No tuve que intimidar siquiera al mercenario para que contase cómo un fixer de ricos los había contratado para matarnos en el tránsito. El resto, claro como una cerveza aguada: O-yoroi, dinero, Rev. Hasta un niño puede entender el cálculo. Pero la diva de plástico no conoce este juego, se mueve en el mundo del glamour y los caprichos, no en el barro rojo marciano. convencer al mercenario de que regresase con los supervivientes de entre los suyos y cobrasen la recompensa de habernos matado fue trivial, aunque casi hay que confrontar a Ghia cuando, después de una buena hostia de Mula al rehén, ella insistió en curarlo. La basura como ese mercenario no merece el malgasto de ese tiempo. 

El resto del trabajo en el tren fue cuestión de sacar las cartas adecuadas del mazo. Sobornar a las autoridades corporativas del tren de que informasen de que habíamos muerto en el ataque y acallar a los testigos con buenas palabras y algunas invitaciones a rondas. Hanna Montana creería durante un tiempo que estábamos muertos antes de intentar nada nuevo y, cuando lo hiciese, nuestro valor se habría incrementado. Apuesta siempre a caballo ganador y si no conoces el juego, no juegues; una lección que la cantante aprendería por las malas cuando llegase el momento. Entre polvos de Mula con toda mujer del tren, conciertos improvisados de Rev y unas cuantas manos de cartas llegamos a nuestra estación, no sin que yo antes me enterase de lo ocurrido con la mina. 

Una historia vieja como el polvo que levanta el tren: agente se va de la corp minera a la mediática de Damon Dynamo y vende una situación insostenible que lleva a la intervención del ejército y el espectáculo vendible de sangre barata y torturas de un snuff de tres céntimos. Ahora los mineros están en la mierda, la corporación tiene una negociación difícil por delante y los números de espectadores de Damon crecen con cada litro de sangre inocente que se derrama en el suelo ante las cámaras. Sociedad del espectáculo al fin y al cabo, la vida no es más que un recurso y una comodidad que usar para aumentar los márgenes de beneficios. ¿Despiadado y cruel? Sin duda. Pero totalmente aceptable, yo habría hecho lo mismo en el lugar del magnate. Lamentablemente, no estábamos en el mismo sitio y el mayor espectáculo que retransmitiría sería su propia muerte.

El sheriff corporativo local, más minero que seguridad privada, compró mi historia de que éramos agentes independientes venidos a mediar en la disputa hasta alcanzar una resolución favorable y rápida. No era mentira del todo, el funcionamiento de la nueva Ecuación en mi cabeza requería que el problema se arreglase, que se ayudase a alguien por el camino no era más que un elemento más de las variables en juego. Manos al trabajo. 

Un primer equipo, dirigido por Aurea se encargaría de localizar refuerzos, líneas de tiro, posiciones clave por si se podía realizar un asalto. Pero su tarea principal sería mantener controladas a Rev y a Ghia, que notaban la sangre en el agua de sus dos presas y estaban descontroladas como tiburones hambrientos. Su precipitación y drama eran un riesgo que no podíamos correr, no con tantas incógnitas por responder de momento. Nosotros tres llegamos a la mina para mediar como prometido, localizando un solo jugador en la zona: Gilipollas. Con esa descripción, muchos podían encajar. Pero implicaba que solo Damon o Swan podían viajar en el tiempo. Me encontraba negociando cuando, por privado, Mula me indicó que había hecho pruebas con el tiempo y Swan no era Gilipollas. Con mayúsculas, pues sin duda lo era con minúsculas. 

Hipótesis: Damon dinamo está usando a Swan para lograr un espectáculo de efectos especiales, pero no moverá un dedo por él si se le ofrece un espectáculo mejor. Solo el presentador puede viajar en el tiempo, pero su cantidad de recursos es desconocida. 11 de cada 12 cartas dicen que se encuentra por encima de nuestro número mágico, un objetivo de momento inalcanzable. 

Contrahipótesis: no pueden caer dos pájaros de un tiro, pero podemos usar a uno para conseguir el otro. Swan es el rival más débil, su parte de la ecuación se puede despejar de modo tradicional, con violencia clásica desatada y un buen plan para ejecutarla pese a su enorme fuerza personal y los numerosos recursos militares a su disposición.

No hay síntesis, al menos de momento, pero mientras nos alejamos cabalgando de la mina la Ecuación empieza a permutar en mi cabeza, buscando una resolución óptima para todas sus incógnitas. Y, como los Doce Negritos, el tiempo de Swan se aproxima rápidamente a su final. Como diría Damon en su programa, "era el rival más débil y por eso había sido nominado". Era lo que la audiencia demandaba como tributo de sangre y espectáculo. Si querían pan y circo, como los antiguos romanos, nosotros seríamos los maestros de ceremonias que llenasen el Circo de agua, gladiadores y leones. Ave Cesar, morituri te salutam.

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