La Sombra de Mardi Grass 1: Preludios y Premoniciones

 


Martes, 6 de febrero del año 2018. Para muchos, sería un día cualquiera, pero en las bulliciosas y coloridas calles de Nueva Orleáns se empieza a sentir la tensión. Los hoteles de la urbe se encuentran cerca de sus máximos de ocupación, las calles llenas ya de turistas buscando pasarlo bien, beber y conocer gente. Y otras cosas, no nos equivoquemos, mucho menos inocentes y mucho más interesantes. 

No era para menos. Mañana, comenzaría la semana de carnavales que culminaba la temporada del Mardi Gras. La mayor de las celebraciones de la ciudad, imán para curiosos, fiesteros, aventureros y socialites. Jóvenes y mayores se pasearían por la ciudad en carrozas, bailando y bebiendo, follando y riendo, y mucho dinero cambiaría de manos. Al fin y al cabo, en la Ciudad del Soul, el Mardi Gras era una de las más importantes fuentes de ingresos fruto del turismo y el comercio que llenaba las calles de vida y energía. 

Prostitutas y traficantes, carteristas y ladrones, músicos y vividores llenaban el local aquella noche. El humo de los cigarrillos, las risas de las conversaciones, las miradas indiscretas, los paquetes intercambiados sin que nadie se diese cuenta... sin duda, Phil's Soul Bar distaba mucho de ser un local con clase y elegante. Pero lo que le faltaba de presupuesto a su decoración lo compensaba con la energía y vitalidad de sus ocupantes, los roces indecentes de manos que hacen promesas, los susurros de quienes tienen que ocultar sus conversaciones, y el suave sonido del saxofonista que toca en una esquina, esperando unos pocos dólares para poder comprarse un bourbon con el que amenizar la noche. Y, en esta ocasión, no va a haber escasez de dinero para él, ni de alcohol, no en la noche previa a Mardi Gras.

Para muchos de los que ocupaban el Soul Bar, aquella sería su primera visita. Para otros, aquellos que lo visitaban con asiduidad, el local y su dueño, el negro y gigante Phil Connor, eran poco más o menos un hogar. Nadie sabía muy bien quien había sido Phil en el pasado, solo que un par de años atrás había aparecido por la ciudad y abierto el local, y desde entonces parecía que toda su vida se reducía a aquellas cuatro paredes donde tanto acababa pasando...

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El bullicio de la ciudad de estos días previos al Mardi Gras es perfecto para los objetivos de Neriah. Con tanta gente llenando las calles, borrachos, alegres, despreocupados, es normal que desparezcan algunas carteras, móviles y joyas: “¿lo habré perdido en el bar en el que emborraché anoche?”, “¿se lo habrá llevado aquella chica con la que me enrollé en ese callejón?”, “¿se me habrá caído al pasar por aquella calle abarrotada?”… Nadie parece reparar mucho en la chica pequeña que se escabulle entre ellos con todas sus pertenencias.

Esta es la época favorita de Neriah. Se siente libre en el anonimato y consigue unos sustanciosos botines sin un riesgo elevado. Aunque lo mejor para ella es acabar las noches con otros carteristas de la ciudad en el Phil’s Soul Bar. Allí se reúnen todo tipo de personas, desde los más adinerados que buscaban calentar sus noches en compañía y sin ser vistos, hasta todo tipo de supervivientes de las calles. Neriah encajaba perfectamente en este último grupo… Huérfana desde los 5 años, pasó su infancia de casa en casa, de acogida en acogida… Con 16 años, ya había aprendido a sobrevivir por su cuenta, robando y encontrando los refugios más cálidos y cochambrosos, conviviendo con otros chavales que compartían su forma de vida y sus ganas de huir…

Hace un par de años, ella y su amigo Trip encontraron este bar que se había convertido en lo más parecido a un hogar que ninguno de los dos había conocido nunca. Sin embargo, desde hacía un par de meses, las noches allí ya no eran tan agradables. Neriah echaba de menos a Trip: ¿le ha podido pasar algo? ¿se ha metido con quien no debía? O peor… ¿la había abandonado sin decirle nada? Muchas veces habían hablado de escapar a San Francisco, pero nunca se habían lanzado a ello… ¿Quizá Trip había decidido irse allí por su cuenta? Pero ¿realmente habría sido capaz de dejarla atrás sin una palabra? Estas eran las preguntas que llenaban la cabeza de Neriah cada noche, mojadas en cerveza y acompasadas por las voces de los asiduos al bar.

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Phil sonrió al ver entrar a Neriah, su sonrisa franca y abierta rodeada por el negro de su piel y el remolino de sus largas rastas. Con ese gesto tan característico suyo en que parecía casi bailar mientras giraba sobre si mismo, se dio la vuelta para coger la botella que tenía detrás y se enderezó de nuevo.

-¿Lo de siempre, muchacha?-

"Muchacha" es como él siempre la llamaba. Aunque conocía ahora de sobra su nombre, era como la había llamado la primera vez que había cruzado la puerta y había permanecido desde entonces. Pero su pregunta quedó en el aire cuando un hombre, sentado en la barra, intervino. 

-Yo la invito, si se deja. Parece un poco fiera.-

La joven nunca había visto a aquel hombre, blanco, pequeño y enjuto. Parecía un pellejo de piel y hueso, semiescondido debajo de una camisa de colores azules, verdes y rojos. Su barba descuidada, las greñas desarrapadas de su pelo, el acento del norte que salía de su boca, claramente le identificaban como un jubilado que aprovechaba el Mardi Grass para divertirse un poco. 


-Si, una buena fiera, ¿no Neriah?-

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