Crónicas de las Tierras de la Bruma 39: La Materia de la que se Hacen los Sueños


Hubo un tiempo, antes de los imperios de hombres y elfos, las cuevas de los enanos, los bosques de halflings y gnomos. En ese tiempo, de absoluto cambio y transformación dominaban los Ifrit y los Djinn y no fue hasta que se estabilizó el mundo, cuando los mortales aprendieron el lenguaje de los deseos, que todo alcanzó un punto de equilibrio y obtuvo el poder de la permanencia. El cambio, el reino del fuego, tuvo que compartir espacio con el estatismo, el reino de la tierra. Y de ahí surgió todo lo que vendría después. 

Pero el Ciclo del Fuego era importante una vez más, trayendo cambios. Gnaven había adquirido un papel más secundario en nuestra historia, mientras Talon se incorporaba más al centro de la misma. Hotane abandonó Nueva Catan, de regreso a la isla donde reencontrarse con sus ancestros, mientras Madrigal llegaba al gremio para ayudar en la cocina y en el campo de batalla. El Hogar del Crepúsculo es un personaje que a menudo no sale en los textos de aquella época, jugando un papel más secundario, pero sin duda existió. 

La historia que nos toca contar esta noche, entre estas llamas que mantienen a raya el frío y la humedad de estas tierras, tiene que ver con el mundo de las posibilidades, y la tentación del poder. Y la capacidad de Milia de resistirse a sus cantos de sirena y ofertas. Y también con los sueños que acechaban a Shana desde que había muerto y regresado, sueños que ella no conseguía recordar pero la dejaban agitada cuando despertaba. Pero, sobretodo, es una historia que tiene que ver con el fuego mismo, con su esencia poderosa y destructiva, capaz de alimentarse de los troncos que echas al hogar, igual que podría crear o consumir sin límite. Y del Devorador que acechaba en forma de caldero en manos de Talon. 

Y es que el tiempo había llegado de enfrentar al Ifrit que estaba usando los deseos de la ciudad para hacer daño a Milia y al Nuevo Cisne. Los ingredientes para ese combate ya estaban listos: el anillo de Jaeremias restaurado, el rubí de Eldor listo para ser engarzado y alimentar la magia que traería al Ifrit y le impediría escapar. Pero Shavi no se encontraba en la ciudad para realizar el engarzado, de modo que fue su gato familiar el encargado de hacerlo, restaurando la joya y sus encantamientos. 

Enfrentarse a un Ifrit puede ser terrible y destructivo, así que en previsión, el Nuevo Cisne marchó al norte, al desierto donde hacía meses se había encontrado el campamento del Pueblo de las Llanuras. Ahora que el Pueblo se había desplazado a las cercanías de Nueva Catan para mayor protección, las tierras ancestrales de sus gentes permanecían valdías, un lugar perfecto para que el combate no causase daños ni muertes innecesarias. Un lugar donde doblegar al Destino y al poder de la Potencialidad.

Pues el Ifrit no mora en nuestro mundo, desterrado del mismo por la temporalidad y solidez del mismo. Habita en un mundo aparte, un entorno siempre cambiante de plena potencialidad, a donde los exiliaron antaño los primeros que soñaron un mundo estable. Hizo falta un deseo y el poder del anillo para forzarle a acudir fuera de su plano, pues ni a los Ifrit ni los Djinn son estables en nuestro mundo sin su ancla, como la lámpara en el caso del Genio de Milia. Pero los deseos, como los sueños, transitan entre su mundo y el nuestro, y moldean la misma esencia de los mismos y de las criaturas que moran del otro lado del velo.

Asi que, tan certero como que esta cerveza está demasiado fresca para el frío y la humedad de este lugar, el Ifrit acudió a la llamada del deseo de Milia. No podía resistirse, al fin y al cabo, era su naturaleza y el anillo le obligaba. Pero si podía sobornar, negociar y ofrecer cosas para evitar el conflicto, aunque hubiera tenido que ser mucho más humilde y generoso para escapar a lo que le esperaba. Pues, con voluntad de hierro, la Hija de los Deseos se resistió a sus susurros y ofertas y la batalla comenzó.

Aunque, quizás, describirla como batalla sea mucho decir, pues no fue un combate ni igualado ni justo. El Ifrit estaba superado en todos los sentidos por un Nuevo Cisne que era imparable. Su naturaleza ígnea en nuestro mundo fue destruida entre los embites mágicos y los golpes físicos y todos fueron transportados al mundo del Ifrit, de plena potencialidad y cambio. Pero ni su naturaleza cambiante y su capacidad de resistir los distintos daños pudieron protegerle de la destrucción y la derrota, simplemente no era rival. Arrinconado, trató de destruir el anillo a la desesperada y de devorar al Genio, pero en ambas tareas fracasó y su cuerpo fue finalmente sometido con un cabezazo de Shana. Pues la muerte danzaba en los pasos de la elfa, no solo en el filo de su espada. 

Derrotado, el Ifrit ofreció y suplicó, se arrastró y pidió clemencia. Pero no la encontró. Su esencia fue entregada al Caldero de Talon, cuyo pesó creció en consecuencia, destruyéndose así el último de los habitantes del mundo de los sueños, uno de los últimos restos de tiempos tan antiguos que ni los hombres tenemos nombre para ellos. 

Pero de las consecuencias de esos actos y del final de la Potencialidad ya hablaremos esta noche, este clima me está matando y necesito descansar.

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