Acero para Humanos 20: Toda la Magia (tercera parte)

 

El Norte es una amante caprichosa y voluble. Sus afectos, pagados con oro y sangre, cambian de un pretendiente a otro con aterradora facilidad. Su apetito es insaciable y ni siquiera toda la magia del Continente puede satisfacerlo. Es algo que aprendimos en ese último día del torneo de Aretuza.

Yo empecé ese día fatídico reuniéndome con Foltest y Triss Merigold, pues el Rey había accedido a que la hechicera se mudase a la corte de Aedirn. Después hubo que conseguir que se entendiese ella con Demavend para ser aprobada para la corte pese a la desconfianza de mi Rey por las hechiceras, y esquivamos un peligroso dardo cuando mi respuesta ágil evitó un malentendido en torno a la vida de los elfos. Chloe comenzó a poner en marcha su nuevo plan para crear brujos de nuevo, que pudiesen enfrentarse a los monstruos y amenazas por venir, intentando alistar la magia y la ayuda de la poderosa Francesca Findabair. Shandria continuó afianzando sus relaciones con Ewa y con una joven estudiante, y Teos estuvo apoyando a su Rey y resistiendo los intentos de Stregobor por forjar una nueva relación entre ambos. 

Pero el destino comenzaría a torcerse de forma grave esa mañana, cuando en la prueba entre Ban Ard y Aretuza serían los muchachos los que venciesen. La tensión se notaba de nuevo en el ambiente, a medida que ambas escuelas se distanciaban por apenas un punto. Hubo nuevas reuniones, con Tissaia por parte de las hechiceras y yo, por mi parte, con Jugna para tratar de convencerla de que su Rey abdicase en Foltest y garantizase con ello la intervención de Temeria en defensa de Sodden, ante la amenaza del Imperio. 

Pero ni todas las confabulaciones y conspiraciones del Norte podrían deshacer el paso firme y cruel del Destino, que esa tarde hizo que los muchachos de Ban Ard volviesen a imponerse, logrando el complicado empate para el que nadie estaba preparado, ni nadie quería. Esa noche tendría lugar la prueba final para deshacer el equilibrio definitivamente y, mientras nos dirigíamos a la cena, la tensión y la preocupación se notaban por doquier. Los planes para la celebración de la última noche fueron hechos a un lado, mientras los susurros quedos llenaban el salón de banquetes de la escuela de magia. 

Fue al filo de la medianoche que se enfrentaron, en combate a muerte, la mejor estudiante de Aretuza y el mejor estudiante de Ban Ard. Y ella, acabó calcinada ante el fuego de su rival, dando con ello al traste con mis cuidadosos planes para desprestigiar a la escuela masculina y, con ello, evitar una guerra entre Aedirn y Kaedwen. Me reuní de nuevo con Sabrina pero las vías para evitar el conflicto se cerraban y nuestros caminos se encontraban enfrentados. Ni el propio rector de Ban Ard, el poderoso Gerhard de Aelle, quería aquel resultado y, sin embargo, era la mano que nos había sido entregada para aquella partida. Nos reunimos Chloe y yo con Tissaia de Vries de nuevo, donde le dejamos caer la posibilidad de que Henselt acabase siendo asesinado, pero la hechicera dejó claro que no se podía emplear magia para ello pues solo volvería a las masas enfurecidas contra la Hermandad y sus integrantes. Así que planeamos el modo de hacerlo esa noche, pero no fue encontrada ninguna vía que nos convenciese y satisficiese.

La mañana siguiente, el mundo se despertó agotado y tenso. Mientras los hechiceros volvían a sus torres, los nobles se dirigieron a las embarcaciones que debían devolverlos a sus reinos. Fue estando en el muelle cuando Teos escuchó a Henselt decirle unas escalofriantes palabras a Gerhard de Aelle: aparentemente, dos días antes sus hombres había entrado en Ban Ard y habían ejecutado a uno de cada diez estudiantes. Un recordatorio del elevado precio que tienen las maquinaciones de los hechiceros y el darle la espalda a las exigencias de un Rey. Y un movimiento que, si bien obligaba a Henselt a dedicar tiempo probablemente a limpiar su casa, también enfrentaba a la Hermandad a un complicado dilema: enfrentarse a un Rey y ganarse el odio del pueblo, o no hacer nada y dividirse entre las rencillas internas. Hablaron con Tissaia y con el propio Gerhard, pero sería el Capítulo el que debía tomar la decisión de qué hacer al respecto, con las muertes y los costes que todo esto había supuesto. 

Nosotros regresamos a Kovir. Shandria indagó en su pasado, encontrando su lugar de nacimiento, ahora gobernado por su sobrino-nieto, el barón local. Aparentemente, por alguna razón, había sido exiliada del lugar donde había cobrado vida. Chloe y Teos intentaron continuar enderezando a Tankred, regalándole un amuleto que le permitía adivinar los pensamientos de quienes estaban a su alrededor y que, desgraciadamente, más de un quebradero de cabeza nos dio. Y en su torre, la gallina Simone no sólo daba huevos de oro, sino que parecía comprender la conversación de los humanos. 

Extrañezas que el Destino ponía, con su cruel mano, en nuestro camino. Una senda dolorosa donde la venganza y la muerte alternaban en nuestros planes con crear escuelas de hechicerías y nuevos brujos, con encontrar de nuevo los conocimientos perdidos y enderezar la senda de quienes se desviaban. Pero ahora, tras contaros todo lo ocurrido en Aretuza, tengo el gaznate completamente seco. ¿Quien invita a un pobre bardo a un trago?

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