Crónicas de las Tierras de la Bruma 41: Alzar la Negra

El ciclo del fuego, el tiempo del cambio, se produjo entre muchas resistencias y muchas oposiciones. Fue por aquel entonces que el Dragón Demoniaco se presentó en la ciudad, exigiendo el sacrificio de un edificio para honrar su divinidad. Si no se aceptaba ese sacrificio, destruiría la ciudad con la misma facilidad con la que nosotros podemos apartar uno de las ramas de esta hoguera. 

Y esto inició complicados debates dentro del Nuevo Cisne, en torno a qué hacer al respecto. Aurora llevó la voz cantante de oponerse a sacrificar ningún edificio, pues si el Dragón realmente era el aspecto terrenal de la Malicia divina, temía que ese acto pudiese reforzarlo. En contraposición, Shana creía que era mejor sacrificar un edificio a que fuese destruida toda la ciudad o tener que quedarse ellos a defenderla si hacía falta, contra un enemigo que, por aquel entonces, aún era superior en fuerza y poder a ellas. Gnaven se mostró partidario, como Zarel, de defender la ciudad pero no claudicar a las exigencias del Dragón, mientras Milia, Talon, Vivenna y Madrigal se mantenían al margen. 

Pero una pieza importante de información les llegó entonces a ellas, procedente de los otros gremios de aventureros de la ciudad. Igual que tú me entregas este sucio potingue que consideramos cena, que ni calienta los huesos ni alimenta en esta marisma, ellos recibieron la información de que las piedras del bastón del Hierofante parecían interactuar de modos imprevistos e imprevisibles con la ciudad, y quizás pudiesen activar sus defensas. La suya se encontraba aún en la urna de cristal, sobre el cojín, donde la habían dejado al poco de encontrarla, pero se mostró igual de obstinada y silenciosa que en el pasado por mucho que Gnaven la examinase o agitase.

Así que la llevaron a la tienda del encantador, pero Shavi todavía no había regresado a la ciudad. Su familiar, un afable gato, no sabía de qué podía tratarse la piedra. Desanimadas, regresaban al gremio cuando la piedra, por si misma, hizo girar unas losas en una pared. No pareció tener ningún sentido ni significado, pero en efecto había interactuado con la ciudad siguiendo sus propios designios. Desconocidos, sin duda, pero reales. Tan reales como que esta cena sabe a agua de pantano estancada. Menuda basura, mañana además de peregrinar tendremos que cazar algo decente para alimentarnos o nos quedaremos sin fuerzas antes de llegar a ningún sitio.

El caso es que entonces se les ocurrió juntar las piedras de los tres gremios, pero conseguir eso llevaría tiempo, un tiempo del que no disponían libremente. La primera de las invasiones a la Tierra Sagrada había comenzado, cuando los capitanes piratas habían desembarcado en las costas del antiguo continente. Sus hombres se adentraban en el bosque, saqueando, matando y secuestrando a los elfos que encontraban, que no sabían contra quien se enfrentaban. Si bien el Nuevo Cisne deseaba avanzar hacia la capital élfica de Assur Na'filem, no podían ignorar la urgencia de este evento y fueron Vivenna y Gnaven quienes marcharon a abrir camino hacia la capital élfica. También los Barbaslargas, que regresaron con el nomuerto que Talon bautizó como Large, marcharon en esa dirección, para ir cartografiando las profundidades del bosque y eliminando influencia ilícida.

Pero las demás aventureras del gremio atravesaron el bosque en una dirección que hacia mucho que no recorrían. Más allá de la Cumbre de los Sueños, hasta las cercanías de la costa donde una vez rescataron unos náufragos del Concilio. Allí, en una cueva al pie de los acantilados, se encontraba la primera de las cabezas de playa de los piratas al servicio de Krogar "El Rojo". Decenas de piratas, oficiales, cañones y torres, materiales y herramientas, caos funcional. Tres botes se encontraban varados en la playa, la conexión con el navío del capitán que todavía se encontraba en alta mar, y no podía atracar debido a la ausencia de puertos y muelles. 

Lo que siguió, si te soy sincero, fue una masacre. La invisibilidad mágica del Nuevo Cisne permitió que lloviese fuego y muerte desde las alturas, mientras Shana y Talon descendían para dar cuenta de los combates en tierra. Pero no solo era una cuestión de luchar contra los piratas, sino que estos habían pactado con alguna entidad que les confería el control del clima, y vientos huracanados se unieron al combate, y rayos comenzaron a descender mientras el día se oscurecía. Pero ni con eso se equilibró la balanza y con rayo y con fuego, con espada y hueso, con plegaria crepuscular y plegaria improvisada, los piratas fueron diezmados, derrotados y cazados uno a uno. Sus cabezas, desplegadas sobre picas como advertencia a los que pudiesen venir. Y, entre sus posesiones, los mapas navales que inidicaban dónde se encontraba el navío de Krogar "El Rojo", el temido "Huracán" cuya fama se extendía por todo el Archipiélago. 

Pero ya llegaría su hora, esta no es esa historia. Porque cuando las integrantes del Nuevo Cisne regresaron a casa encontraron que los otros gremios habían accedido a prestarles sus piedras. Una vez reunidas las tres, comenzaron a flotar en el centro de la estancia, pulsando e iluminando mágicamente el suelo de la misma, transmitiendo su misteriosa y antigua energía más allá del palacio del gremio. Y, en otra parte de la ciudad, algo recibió el mensaje y respondió al mismo, alzándose de las profundidades olvidadas. De eso ya hablaremos mañana, ahora es tarde y debemos descansar, si queremos peregrinar y cazar antes de que caiga de nuevo el sol y contemos nuevas historias.

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