Crónicas de las Tierras de la Bruma 38: La Corona de Oro

 

El tirano blanco, Menethar Mulsha'ara, portaba sobre su frente una corona de espinas, fruto de las traiciones que le habían llevado a ceñirse el Mandato del Fénix. Pero en el extremo opuesto, Magnus llevaba una corona de oro, pues para llegar a Rey de Haraldheim había seguido la senda de las gestas, la aclamación popular y el apoyo de los suyos. Los gremios acababan de forjar sus propias coronas de hierro a base de acero y batalla, estaba por ver si, como el tiempo mostraría, estas serían de espinas o de oro. Y de eso te voy a hablar esta noche, en torno a esta fogata mientras nos arrulla el río bajo el abismo, pues destruir es fácil pero construir no lo es tanto. 

Así que en el Salón de la Luz fue donde recibieron a los Príncipes de Asur Na'assib que venían con presentes pero también con dudas y peligros. Pues nadie sabía bien cómo se tomarían los habitantes de Assur Na'andria el cambio ocurrido con la batalla de aquella noche. No hasta que llegase el amanecer y, con las primeras luces, pudiese comenzar el ritual que restablecies el equilibrio de los elementos en la ciudad, roto tanto tiempo atrás. La luz acompañó las palabras de los Príncipes de los elfos así como las de las aventureras del Nuevo Cisne, que expusieron así ante todo el mundo lo que había ocurrido en la ciudad, la corrupción de los héroes, el destino de aquellos que antepusieron a los muertos por encima de los vivos. Los discursos aplacaron el miedo de algunos de los ciudadanos, y alentaron a muchos otros, señalando que el mundo de los elfos regresaba a donde siempre debió estar. Pero también los hubo que temieron el cambio, la falta de protección ante los horrores que habitan más allá de esas estrellas que nos iluminan esta noche.

Al día siguiente, con Zarel convertido ya en el primer humano en portar legítimamente el cargo de Consejero del Fuego, abandonaron la ciudad en busca de la última de las héroes resurgidas de la muerte: Naradris, conocida antaño como el Escudo del Fénix. La antigua paladín protegía el Árbol de la Vida, también conocido como el Árbol de los Ancestros o el Gran Roble Sagrado, y nada podía moverla o cambiarla de su deber y su misión. Solo, acaso, un nuevo Mandato del Fénix podría moverla de su firme determinación de proteger el árbol de cualquiera que pudiese aproximarse al mismo. Debió ser una conversación extraña, pues la antigua guerrera estaba claramente perturbada pero, al mismo tiempo, no era un peligro si nadie se aproximaba al árbol, siendo una infatigable defensora del mismo. Y, al mismo tiempo, la Princesa del Fuego señaló que el árbol debía arder, pues significaba toda la tradición y el peso de lo antiguo, y los cambios debían ser más fuertes que el pasado... comenzando por plantar un nuevo árbol sagrado, nutrido por las cenizas del antiguo. Para muchos aquello sería sacrilegio, pero las integrantes del Nuevo Cisne consiguieron hacerle ver que el cambio debía ser gradual, controlado y dirigido y que, al menos de momento, el árbol debía permanecer. Y eso que suponía un peligro, pues la consciencia de todos los elfos estaba atada al árbol de sus antepasados y, si los ilícidos conseguían corromper esa conciencia, podían controlarlos a todos.

Y hablando de los ilícidos, olvidaba decirte del primer encuentro con ellos para conversar, que tuvo lugar de camino al árbol. No puedo estar a todo, y si no te centras en cuidar la cena es normal que yo me olvide detalles de la historia mientras estoy a mil cosas. Y es que un elfo, poseído por tan terribles criaturas, se aproximó a ellos para parlamentar, pues los ilícidos llevaban mucho tiempo vigilando a las aventureras y trazando sus planes y ahora era tiempo de una tregua que sirviese a los fines de todos. ¿Lo ofrecieron por miedo? No, los ilícidos no tienen miedo, fue simplemente la razón fría y pragmática que beneficiaba a todas las partes. Si bien, como sabían de sobra, el Nuevo Cisne no aceptaría algo así y, de hecho, acabaron abriendo la cabeza del elfo que se encontraba más allá de la salvación. 

Pero todo esto es importante porque, a la vuelta a Assur Na'andria, después de visitar el Árbol de los Ancestros, se encontraron con que los Príncipes estaban tratando de escoger los sucesores adecuados de los Príncipes originales de la Ciudad del Verano. El puesto clave, el de Príncipe de la Luz, se dividía entre tres opciones: un muchacho heredero digno por sangre pero sin experiencia, una sacerdotisa con cierta experiencia y una relación familiar vaga y un sacerdote experimentado pero sin derecho de sangre. El plan que formularon originalmente fue que el sacerdote viajase a Asur Na'assib para guiar allí a la Luz mientras el muchacho era nombrado Príncipe de la Luz en la ciudad, pero permanecería asesorado por la Princesa de la Luz de la Ciudad del Encuentro. Pero ese plan colapsó por si mismo cuando conocieron al muchacho, un elfo petulante, estirado y que creía que su sangre era todo lo que necesitaba para conseguir lo que era suyo por derecho y tradición. Ignorante de que las cosas no serían ya nunca como siempre habían sido, su sino fue ser hecho a un lado en favor de la sacerdotisa de parentesco distante.

Fue así que, con las cartas de sus Príncipes, regresaron a Asur Na'assib, donde dejaron instrucciones y guías claras para que, a partir de entonces, se pusiese a prueba a todos por si los ilícidos se habían infiltrado en la ciudad. Algo que Falandra Nitain, la Princesa del Viento, temía que hubiese ocurrido, según le susurraban los árboles y las ventiscas, las voces que solo ella escuchaba. Y ese temor se extendía a Nueva Catan, y pronto sería abordado.

Pero llegar a Nueva Catan fue un alivio pero, al mismo tiempo, un tiempo de política y negociación. Magnus, el Rey de Haraldheim de quien te hablaba antes, había llegado a la ciudad, despertando gran simpatía y respeto de sus habitantes. Fue Magnus quien acudió al palacio del Nuevo Cisne a conocerlas en persona, después de que Hans les hablase de las novedades habidas en la ciudad. Fue una conversación de gestas y aventuras, de hazañas y honor, del pasado, el presente y el futuro de la ciudad y del Archipiélago, y de toda la Tierra Sagrada. Magnus, y Caladbolg, encomendaron al gremio mantener la guía moral de la ciudad, ya que la Luz Reveladora se encargaba de la fe y los Adelantados de la expansión de la misma. Pero del honor... de este nadie se encargaba, y ellas ya habían demostrado en el pasado ser capaces de salvaguardarlo. Y, en línea con esto, consiguieron alistar la ayuda del Reino para fortificar el puerto, en previsión de posibles ataques por parte de la Hegemonía, que se encontraba en medio de un complicado proceso de lucha por el poder interno. No fue una conversación breve, pero si una intensa, donde se compartieron historias de niñas en un orfanato y de hermandad, de batallas épicas y de la lucha contra el miedo y la importancia de la duda. Y al final, cuando se marchó, Magnus sintió que había conocido a unas heroínas que, de haber nacido en otro lugar, quizás habrían sido las más dignas de las Espadas Brillantes de Haraldheim. Aunque, como estaba claro, el destino de ellas era otro, acaso más importante y glorioso que aquel. Y, sin duda, más trascendental.

Pero Ragnar les reveló que Verdad había visto a Donatello en el bosque, así que partieron en su busca pues él todavía portaba a Caliburn y, por alguna razón, aquella espada era importante. Rastrearon a la tortuga hasta la cabaña de Savirie que reveló que, en efecto, había ido allí en busca de las hadas para alimentar a sus hermanos. Quería hacer que evolucionasen, como él lo había hecho tantos años atrás. Pero también les reveló que el espejo había sido usado en tres ocasiones, la última siendo por ellas, la anterior por la Maestra del Solsticio de las brujas y la vez anterior, por quien quiera que lo hubiera fabricado, que había sido quien también lo había destruido. Quizás, aventuró Milia, alguno de los santos, y bien podría ser el caso dado que Jaina y Flora ambas rastreaban sus historias por el bosque. Esas respuestas aún deberán esperar, sin embargo, no será bajo las estrellas de esta noche que te hable de ello, pero si que la sombra de los Quori y otras entidades extraplanares se extendía justo del otro lado del espejo.

Siguieron el rumbo hacia el lugar donde las hadas festejaban, y estas les hablaron de un enorme monstruo al que llamaron Godzilla. Y este no era más que Donatello, que había secuestrado tres hadas para alimentar a sus hermanos. Fue una conversación amarga la del reencuentro, pues quien siempre había sido una parte más del grupo había sido manipulado y engañado por la rata a la que consideraba su maestro. Y, si bien Astilla había muerto de terribles cánceres, las semillas plantadas habían germinado en el odio de la tortuga, en especial a Aurora. La cual, todo sea dicho, no fue tampoco la más conciliadora, herida por el rechazo de su familiar y que la insultase y la culpabilizase de lo ocurrido. Milia y Zarel fueron las que pusieron paz en el encuentro, Talon el que aportó algo de intimidación, todo para conseguir que Donatello cediese primero a Caliburn y luego aceptase regresar a la ciudad con ellas.

Pero a la vuelta a la ciudad había más negociaciones que hacer. Y es que hacía falta reorganizar a la guardia para que sacerdotes y hechiceros hiciesen los rituales para detectar a los ilícidos en cada persona que cruzase las puertas de la ciudad. Quinto estuvo parcialmente de acuerdo con colaborar, pero las tareas de la Iglesia eran muchos y tendría que pensarlo antes de comprometerse en firme. Magnus, y el Reino con él, no tuvo problema en dar orden de reorganizar las patrullas para intentar poner esas pruebas en todas los accesos a la urbe. E incluso se tendieron planes para intentar identificar ilícidos que ya se encontrasen en la ciudad, pues afirmaban seguir y conocer desde hacía mucho a las integrantes del Nuevo Cisne. 

Sin embargo, de todo eso te hablaré mañana. La noche es fría y la humedad del río se me está colando hasta lo profundo de los huesos. Así que arropate bien y descansa, es la última noche que dormiremos en tierra seca en un tiempo.

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