Crónicas de las Tierras de la Bruma 25: Grandeza y Pequeñeces (primera parte)

 

Sientate conmigo, que hoy tenemos que hablar de política, y para hacerlo debo explicarte qué es la grandeza. No es una cuestión de tamaños, por mucho que puedas pensarlo, sino de cualidades y virtudes. Alguien valeroso, decente, ambicioso, inteligente... los reyes importantes, por ejemplo, rápidamente se buscan sobrenombres como El Grande. Fuegos que iluminan la historia como esta hoguera que nos ilumina bajo las estrellas. La pequeñez, por el contrario, es la cortedad de miras, la estrechez de pensamiento, lo opuesto a la grandeza.

Esto es importante porque, en el final del Apócrifo de las Brujas se encuentra el comienzo del Apócrifo del Fuego. Porque solo quedaba una de las brujas, la que voluntariamente se había adentrado en la oscuridad en busca del poder que le diese la grandeza y un entorno para cumplir sus ambiciones. La Maestra del Poder, Valendra Nitain, quien una vez fue miembro del sacerdocio del viento y la profecía pero buscó y deseó más. La que sonrió y abrazó la oscuridad de más allá del Espejo. 

Pero el Apócrifo del Fuego no se llama así por ella, sino por el camino que el Nuevo Cisne tomaría desde entonces, con el final de una historia y el comienzo de la siguiente. En el norte la Hegemonía había reanimado a los muertos en su guerra con la Orden, y en la República Le Lion había dado un golpe y una conspiración para tomar el control de su gente. Y todo lo que hacía Alcides, un hombre bueno pero débil, era intentar conseguir generar un entendimiento y un diálogo con aquellos que no se sentaban en la mesa de negociación. Y el Nuevo Cisne había intentado el camino diplomático para cambiar eso, cuando se postularon Vivenna y Gnaven como candidatos a la presidencia de Nueva Catan, y si eso no había funcionado habría que tomar medidas más drásticas. Y así, comienza el Tiempo del Fuego. 

Y comienza fuera de la ciudad, en Asur Na'assib, pues el fuego no debe entenderse como lo entiende la mayoría, sino como lo entienden los elfos. Y por eso es importante en esta historia, pues el fuego es cambio de ciclo, es el final del estancamiento, el reino de las cosas que llegan a su final para abrir la posibilidad de nuevos comienzos, el eterno paso y cambio de las estaciones. Por eso, a menudo las llamamos el Cisne de Fuego pues su paso transforma el mundo con la fuerza de su acero, su comprensión de la palabra, su dominio de lo arcano. Su acero y su magia había escrito ya muchas de las páginas, pero lo que vendría desde entonces se escribiría con la palabra, sustentada en el poder que cada vez más, todo el mundo sabía que tenían. No como nosotros, aquí congelados en el frío de la estepa, ellas eran cada vez más un foco de referencia, una guía, un ejemplo a seguir, uno que muchos estaban dispuestos a seguir. 

El camino a Asur Na'assib y el comienzo de ese relato es el comienzo de la insurrección, de la rebelión, de la lucha por un mundo mejor y más justo. Pues por mucho que se bromease (y donde hay broma siempre hay algo de verdad) con el giro al negro de Aurora, lo cierto es que fuera de las murallas y dentro de las mismas, había maldades mucho más reales. Unas maldades fruto de una desunión, de una diferencia que los elfos no comprendían. Centrados en su armonía restaurada de los Príncipes no entendían que Alcides pudiese ser un líder débil porque era incapaz de unir unas naciones enfrentadas durante mil años. Ni entendían que nadie pudiese anteponer sus propios objetivos y opiniones al lugar que le correspondía en el orden de la sociedad. 

Pero el Cisne de Fuego si comprendía esas cosas y si sus heroínas lo solicitaban, los elfos escuchaban. Pues ellas habían traído los cambios de un tiempo mejor y los elfos tenían una deuda que no se podría jamás llegar a pagar, pues no hay precio suficiente por el futuro. Debatieron, discutieron, hablaron, escucharon y aprendieron y los primeros pasos del cambio en Nueva Catan fueron asentados. El plan para cambiar la política de la ciudad, el Gran Farol o el Argumento como lo llamarían los elfos. El plan del Nuevo Cisne para cambiar su mundo para siempre por medio de la astucia, la palabra y el acero. 

Sin embargo, para que eso fuese posible, una persona pequeña y débil debía encontrar su fuerza. Valashir Anadara, Princesa del Fuego, había vivido toda su vida con miedo a sus poderes y responsabilidades, queriendo sacarse de en medio pero no atreviéndose a hacerlo. Cobarde y temerosa de sus poderes se había escondido cuando el resto de los Principes marcharon con el ejército élfico contra la torre de las brujas y ese tiempo se acababa. Pues la joven Princesa decidió acompañarlas a luchar contra la última de las brujas, para ganar la confianza y el valor que necesitaría. Y así, el Fuego aprendería de nuevo a quemar lo que debe ser retirado, aunque ella no lo supiese por aquel entonces. 

Gnaven se opuso, aduciendo que iban a un lugar demasiado peligroso donde una Princesa élfica era un esfuerzo pues habría que protegerla y cuidarla contra las trampas y pruebas de la bruja. No le faltaba razón al enano, pues si Valashir moría no habría sucesión posible, no había herederos, y los elfos perderían para siempre su armonía y el favor del Fuego, Anadara. Pero al final, entre Hotane y Aurora le convencieron, a cambio de que Gnaven acompañase a la hechicera en su cita con la Princesa de la Oscuridad. El enano escandalizó a la mitad de la población de la ciudad, aún hoy dicen que hay textos que hablan de él como Gnaven el de la Farola, pero no está claro por qué. Para sorpresa de muchos, constreñida por el peso de la tradición y el orden, lo que se esperaba de ella y la sombra de su padre, la Princesa de la Oscuridad Va'alen Thaalorn disfrutó especialmente de la extraña cita con ambos cisnes, con el absurdo y el caos del enano, las bromas y comentarios, pero también de la calidez de la hechicera.

Sin embargo, el tiempo de solaz siempre llega a su fin, pues las leyendas se escriben con acero y no esperan. Pero, los planes del Cisne eran aún complejos y habían garantizado con un ritual que la Luz y el Viento les llevase al encuentro de Savairie, que por primera vez se encontró sin su posibilidad de entrada dramática y misteriosa cuando fue el gremio de aventureros el que la encontró a ella sin preparar. Otro de los signos del tiempo y el cambio. Conversaron del Espejo, de las ambiciones, de las necesidades, de la oscuridad y lo que existía más allá; de peones y de hechiceros de otros mundos, de historias antiguas y de futuros por escribir. Pero, por cada cosa que se revelaba otra quedaba oculta, pues tal era la naturaleza de la extraña bruja rebelde. 

Y, finalmente, pusieron camino al masivo panal de avispas donde la última de las brujas moraba. El final del ciclo comenzaba allí, tras la guardia de seis masivas avispas marcadas con el negro corazón de la Reina, guiadas por el Conejo del Tiempo. Su tiempo, sin embargo, se había acabado, como el de las guardianas, pero eso quedará todo para mañana. Es tarde y tengo el estómago revuelto, así que quiero descansar. Con la próxima noche te hablaré de la madriguera del conejo, del Fuego y de la llegada al País de las Maravillas.

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