Acero para Humanos 8: Erland de las Piedrasviejas

El Norte, estos reinos duros y hostiles que consideramos nuestro hogar, es una cruel amante. Creedme, soy un bardo, si de algo sé es de amor. Aclama a sus héroes en los momentos de necesidad, para a continuación darles la espalda y desecharles tan pronto su tiempo ha pasado. Quienes fueron adorados pasan a ser vilipendiados con un nuevo amanecer, quienes fueron necesarios son expulsados. Y pocos de quienes he conocido han pasado más veces por este proceso y de modo más doloroso que Erland de Larvik, el fundador de la Escuela del Grifo, a quien dedico estos versos:

Alto en los salones de los brujos que se han ido
Erland escribiría con sus fantasmas
Aquellos que había perdido y aquellos que había encontrado
y aquellos que más le habían amado.
A los que se habían marchado hacía tanto
él ya no recordaba sus nombres.
Le hicieron rememorar sobre las viejas piedras húmedas
hasta olvidar todo su pesar y su dolor.
Y él nunca quiso marcharse, nunca quiso marcharse.
Del invierno al verano y al invierno de nuevo
hasta que los muros se agrietaron y hundieron.
Pero él nunca quiso marcharse, nunca quiso marcharse.

Pero por mucho que él no quisiese abandonar su aislamiento, nuestra llegada al túmulo donde se escondía había terminado ese tiempo y esa vida. El aullido del ente que los lugareños consideraban el dios del bosque, el sacudir de los medallones de los brujos, lo señalaron. Pues Letho de Gulet y los miembros de la Escuela de la Víbora habían acudido a la búsqueda del ser siguiendo el contrato del Rey de Cidaris, y el bosque mismo iba a cambiar. Yo no era partidario de acudir en ayuda de esos brujos, pues de sobra es sabido mi desprecio por esa escuela y sus integrantes, asesinos y rastreros todos ellos, perros sin honor. El reflejo en opuesto a los miembros de la Escuela del Grifo, acaso por eso mismo es que Teos empujó a los demás a acudir porque el ataque al dios del bosque bien podría poner en peligro las aldeas cercanas. Y, por primera vez en casi un siglo, Erland tuvo que empuñar de nuevo la espada de plata que había decidido abandonar. Y es que, por mucho que no quisiese, el tiempo había llamado de nuevo a su puerta, y él no era la clase de persona que supiese darle la espalda. 

Marchamos a lo profundo del bosque, donde en su corazón se encontraba el trono de la deidad que lo reclamaba como su hogar. Los cuerpos de media docena de campesinos estaban esparcidos por el mismo, uno de ellos siendo devorado por la criatura, guiados a su muerte por las palabras engañosas de la víbora, que había conseguido con ello información sobre las capacidades del dios de Dusselwald. Ya os dije que son escoria, sus palabras hablan tan alto como la sangre que derraman por contrato, no solo la de monstruos. Pero, pese a mi rechazo a esa gente, los grifos acordaron una tregua con ellos, de modo que todos juntos nos enfrentásemos a la bestia por el bien de los lugareños. Y todo comenzaba por un humilde servidor, que debía atraer a la divinidad a una trampa.

Mis mejores insultos, de lo más creativos debo reconocer, hicieron enfurecer a quien se sentaba en el trono del bosque. Su ira le lanzó contra mi solo para ser atrapado en una de las poderosas señales mágicas de Erland y sobre ella cayeron la furia de seis brujos y una hechicera. ¿Yo? Bueno, uno tiene que alejarse para tomar notas y poder relatar esto tal y como ocurrió, ¿no? Y creedme si os digo que la criatura hubiera triturado a cualquier guerrero que se hubiese encontrado, probablemente incluso cualquier brujo, pero no pudo enfrentarse a la ira de todos a la vez, a la magia, a la plata. Y con su destrucción, el corazón del bosque empezó a morir, pero el resto quedaba libre para la tala por parte de los aldeanos de la zona. No os aburriré con los insultos de Letho y su gente antes de que me marchase, pues yo me teletransporté a Cidaris porque quería darle un informe al Rey sobre lo que había ocurrido que, con suerte, llevase a la muerte de los brujos. 

Pero no estaba preparado para encontrar que la capital del reino estaba siendo atacada por un kraken enorme, salido del pasado mismo del rey Ethain. De todos es conocida la Balada del Rey y la Náufraga que cuenta la trágica historia de como Ethain se convirtió en rey de Cidaris, de su breve y trágico matrimonio, de la lucha contra el kraken. Una criatura que, durante veinte años, había estado ausente. Regresé raudo con Teos y Chloe para informarles de ello, a tiempo de ver como Erland y Zesiek marchaban juntos al sur, de nuevo en el Camino, en busca del grifo que anidaba en las montañas entre Cintra y Nilfgaard. Y juntos los tres de nuevo regresamos a Cidaris, yo quería que le explicasen todo al rey pero Teos se obsesionó con ir a luchar con el kraken en el puerto y Chloe tuvo que seguirle para evitar que se hiciese más daño a si mismo del necesario. 

Así que yo mismo tuve que informar al rey y su consejo principal de lo ocurrido, y ponernos a su disposición. Por suerte, Cidaris es un lugar culto donde los bardos siempre somos bien recibidos, de modo que me escuchó con atención y me contó que lo que acaso hubiese atraido al kraken era el sacrificio ritual raro que había ocurrido en la pequeña villa de Frolicher Strand, donde todos los lugareños habían aparecido ahogados una semana antes. Corrí a ver a Teos y a Chloe para encontrarme a la hechicera revisando su libro de conjuros en busca de formas de matar al kraken, solo para salir frustrada con cada uno de sus conjuros. Al final hizo caso a la sabiduría del brujo que, después de intentar convencernos de envenenar a la criatura, sugirió que los seres del mar son vulnerables a los cambios de temperatura repentinos. Yo les advertí que eso solo la haría huir, ¿me hicieron caso? No, pero es justo lo que ocurrió. Al menos no regresaría en varios días, lo cual nos daría tiempo de viajar a la villa portuaria y descubrir lo que ocurría.

¿Quien se esperaría que mis dudas acerca del queso resultasen tan relevantes? Supongo que nadie, pero ya llegaremos a eso. El caso es que, de viaje a la villa, hicimos noche en una taberna, donde una moza muy guapa, aunque no tanto como las aquí presentes, nos atendió encantadoramente. Os contaría de las aventuras entre sábanas y gemidos, pero eso es algo que un caballero no debe narrar. Lo que sí os diré es que, en busca de oro, Chloe viajó a Cintra, para descubrir que el reino se encontraba en pleno tumulto. Ryan Byrne Rhiannon, Duque de Attre y sobrino de Calanthe, había marchado a la ciudad para reclamar la regencia del reino mientras su tía permaneciese en el sarcófago de hielo. Él se negaba a dejar el reino en manos de Eist Tuirseach, pues un skelligense no debe gobernar Cintra, pero Chloe se marchó sin interferir en los hechos. Ahora todos sabemos cómo acabó todo aquello, y ya os dije al principio que nosotros fuimos testigos de primer orden de todo ello, pero esa no es nuestra historia. Aún si en la sombra de esos hechos, las Legiones de Nilfgaard se pondrían en marcha hacia el norte.

Nosotros continuamos marcha al día siguiente, llegando a Frolicher Strand al mediodía. Investigamos y no os aburriré con los procedimientos, pero podemos resumirlo en que encontramos el lugar donde se había realizado el ritual tras muchas indagaciones y averiguaciones. Y allí, además de seguir oliendo y buscando pistas, Chloe hizo un ritual para ver lo que había ocurrido, y resultó que Redernat de Breza había sacrificado a toda esa gente a una antigua deidad de los mares. El antiguo hechicero de Cidaris, sustituido con el ascenso de Ethain, había matado a toda la población para firmar un oscuro pacto con poderes aún más tenebrosos, que trajesen al kraken a llevar a cabo su venganza. Pues su odio por Dorregaray, el nuevo hechicero del rey, resultó ser muy superior a lo que nadie podría esperar. 

Informamos al rey, preparamos todo, analizamos distintos augurios en el queso (¡ya os dije que sería importante!) y finalmente tendimos una trampa al hechicero corrupto. Cayó, disfrazado de cocinero, en las escaleras del palacio del rey, donde esperaba ser testigo cercano de su venganza. Lo interrogamos y obtuvimos toda la historia, pero desgraciadamente él no conocía modo alguno de romper el pacto establecido. Eso no evitó que fuese condenado a muerte después de contarnos todo, y que fuera la espada de acero de Teos la encargada de separar su cabeza de sus hombros. Bien está, que digo yo, la muerte de alguien así. Al fin y al cabo, el acero se hizo para humanos. Resulta que la breve y trágica esposa del rey Ethain, veinte años atrás, había sido una prueba de Melitele para ver si debía proteger a la gente de Cidaris o no del oscuro ente primordial y su kraken. Así que rápidamente viajamos a Chociebuz a consultar con Siobhan, la sacerdotisa principal de Melitele en la ciudad a quien nosotros ya conocíamos, y ella sugirió que el rey hiciese un peregrinaje hasta el templo de Melitele en Ellander.

Pero esa, es otra historia, pues nosotros, tras informar al rey, viajamos lejos al norte, a Lan Exeter, en busca de respuestas sobre lo ocurrido con el castillo de los brujos de Kaer Y Seren, en busca de una corte donde Chloe pudiese considerarse a salvo y ser la consejera. Eso nos lanzaría al rastro de la criatura que Cöen estaba persiguiendo, a que Chloe fuese conocida por primera vez como Protectora de Reyes, y a enterarnos del progromo contra los elfos que se había lanzado en Kaedwen, a raiz del intento de matar al rey Henselt por parte del hechicero élfico Asturiad. Pero antes de contaros todo eso, necesitaré algo más de comida y bebida, que aún queda mucha historia y no se cuenta bien con el gaznate seco.


Comentarios

  1. La letra y el título es una modificación para que encaje en la historia de Jenny of Oldstones; en este caso era interesante que fuese cantada por un hombre, en vez de la versión habitual y maravillosa de Florence y The Machine, porque habla de un personaje masculino en vez de femenino.

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