Acero para Humanos 12: Oda a la Furia

 

Una de las Reinas del Norte yacía en un sarcófago mágico de hielo, otro de sus Reyes había muerto bajo la flecha envenenada de un elfo. Y con cada gota de sangre, con cada injuria, con cada ofensa inventada, la bola va creciendo, paso a paso, poco a poco. Hasta que una gota hace que el vaso rebase y todo el dolor en el contenido se vierte como veneno sobre el mundo. Porque todo el Norte carga una furia, un odio, que hace que el peor enemigo del mismo no sea Nilfgaard, no sean los buques o las guerras, sino el Norte mismo. El vecino, el noble, la hechicera… todos cargan esas cadenas, como cuento en el poema que por aquel comienzo del otoño de 1263 compuse:

Bramidos de dolor y resonar de cadenas,
los ecos se mofan y me engañan.
Océanos de culpabilidad y ríos de vergüenza
la furia nunca me abandona.
Sufrimiento en la nieve
el invierno de aflicción ha llegado
para juzgarme y despojarme de mis queridos.
Encierra la ira y ella sacude la celda
la furia nunca me abandona.
Siempre dentro, escondida bajo la piel
las heridas duelen tan profundamente.
Por mucho que trate de ocultarla
la furia nunca me abandona.

En el comienzo de ese otoño, tras la debacle oscura del cuadro que aún ahora me persigue en sueños, Teos y Trinde fueron a investigar la torre de un necromante que había hecho oscuros pactos y que, acaso tuviese que ver con la caída de Kaer Y Seren. Exploraron la torre en ruinas desde hacía un siglo encontrando el interés del hechicero por la astrología y el descenso a una caverna de donde emanaba el olor a la estanca podredumbre que, ante los sentidos aguzados de un brujo, revelaba la presencia de la nomuerte. Para enfrentarse a la cual, el brujo solicitó a Chloe que le consiguiese aceites adecuados de algún traficante de magia y alquimia de Redania.

Pero mientras Chloe esperaba a que la poción se terminase, el Rey Esterad nos convocó a ella y a mi a su trono, pues la Reina Meve de Lyria y Rivia había solicitado nuestra presencia en su corte. Meve, que quería conseguir diplomáticamente el cuerpo de su prima Calanthe, en su tumba de hielo y cristal. Podríamos habernos teletransportado a Lyria, como la hechicera quería, pero la convencía a ella y a los exploradores de torres de la belleza que tenía hacer el viaje a caballo, recorriendo la campiña sur de mi querida Aedirn, preciosa en esa época del año tan propia de la cosecha.

Mientras hacíamos el viaje, sin embargo, los aceites para nomuertos del brujo estuvieron listos y, mediante la magia, nos encontramos ante la oscura torre en una perdida e inhóspita isla, salpicada de pequeños poblados pesqueros. No os puedo describir la batalla contra los nomuertos, pues no es labor de un simple bardo descender al campo del acero, pero os puedo decir que había casi un centenar de nomuertos, poderosos y terribles cadáveres animados por la hechicería oscura de un cadáver que llevaba mucho tiempo muerto. Oí los rugidos de las criaturas, el entrechocar del acero, los vientos huracanados y el crepitar de las llamas. Y luego el silencio. Entonces bajé y, ante nosotros se desveló otra oscura trama de hechicería negra, y de la brutal y eficaz represión posterior por parte de la Hermandad de Hechiceros. Pero también encontramos los primeros trazos de la maldición del djinn que el deseo de Chloe había creado, pues escrita rudamente en las paredes el hechicero que llevaba muerto muchísimo años había narrado cómo había tratado de apresar la muerte en su corazón para ser inmortal. Conocimientos necrománticos que Chloe no tenía… pero, ¿realmente, por qué la hechicera había descendido a esa batalla, que era una cuestión de Teos y, como mucho, Trinde que le acompañaba en aquel momento?

La idea, que recorrió mi espina como un escalofrío, y que ya nunca me abandonaría desde entonces, fue que el djinn era el culpable. Chloe había pedido todo el conocimiento mágico y su deseo la arrastraba incluso a aquellos conocimientos demasiado oscuros y corruptos, aquellos que nunca deberían tocarse. Al fin y al cabo, creo desde mi limitado entendimiento de la hechicería, que todo el conocimiento mágico del mundo incluye esas cosas. Y nosotros, como meros peones del destino y del genio, fuimos arrastrados a ese vórtice cuyo contorno apenas comenzábamos a ver en aquella caverna oscura. Al menos, de regreso al viaje a Lyria, pudimos ver a Teos cumplir su promesa de bailar una polca kovireña, y he de reconocer que, para mi sorpresa, el brujo resultó mucho mejor bailarín de lo esperado. No comparable conmigo, por supuesto, pero sin duda mucho más digno de lo que su rudo exterior hacía anticipar.

Lyria, como es tradicional en sus otoños, comenzaba a preparar su traslado, pues para cuando llegase el invierno la corte de la Reina Meve se habría mudado a Rivia. Entre el trajín de sirvientes preparando el transporte de muebles y enseres, la Reina nos recibió con su armadura dorada para saber del conjuro que mantenía a su prima suspendida entre la vida y la muerte, con un pie de cada lado. Le contamos, y entonces, como suele ocurrir en los momentos más inesperados, la Historia nos encontró, pues la Reina solicitó que recuperásemos a su prima como fuese del castillo de Cintra. Si no era posible, Lyria y Rivia marcharían a la batalla contra Cintra y Nilfgaard.

Se que prometí no aburriros con relatos de corte y nobleza, pero las intrigas palaciegas son parte importante de esta historia. Mis contactos entre los Nilfgaardianos me dieron información importante de la situación en Cintra, tomada por los hechiceros de las legiones imperiales al mando del Mariscal de Campo Coehoorn. Y de hecho, al poco de teleportarme al castillo vino a verme Fringilla Viggo con varios otros hechiceros, a comprobar quien había empleado magia regulada en el Imperio. Pues la ciudad se encontraba no tensa sino lo siguiente, sitiada por los navíos y los hombres de Skellige liderados por Eist Tuirseach.

Me reuní con el jefe del servicio de inteligencia de Nilfgaard en Cintra, quien aparentaba entonces ser un simple miembro de intendencia. Mientras tanto, Chloe viajaba a Aretuza a ver lo que la poderosa Tissaeia de Vries y la Hermandad deseaban para la presente situación, pues la presencia de Fringilla en la delegación Nilfgaardiana dividía lo que se podía hacer por rescatar a la Reina sin incurrir en la ira del Capítulo del Regalo y el Arte. Según tengo entendido, no fue la peor de las conversaciones entre ambas hechiceras, pero sin duda el Capítulo se encontraba dividido en torno a toda la situación. Y no sería la justicia la que dirigiese sus decisiones, como no hizo nunca antes ni nunca después.

Hubo más reuniones. Yo viajé a ver al poderoso Dijkstra de Redania, Chloe hizo lo mismo unos días antes con Philippa Eilhart. Hablamos y planeamos, pero todo dependía de descubrir las verdaderas intenciones de Foltest de Temeria, si marcharía o no a la guerra por Cintra para instituir al Duque Hereward, cuya historia con Chloe era complicada como mínimo, en el trono del reino sureño. Para entrevistarnos con él fue preciso hablar con Triss Merigold, que se encontraba acampada fuera de Möen, persiguiendo a Iorveth por orden de un Rey que no quería que la Hermandad se entrometiese en sus decisiones sobre si ir o no a la guerra.

Y el Rey de Temeria demostró ser despiadado pero inteligente, muy consciente del juego que se estaba llevando a cabo y los costes que todo ello podría tener. Y los tendría, como todos sabemos a estas alturas. No le daba miedo todo ello, sin embargo, era todo un cálculo apasionado entre fuerza y coste, pues el Rey Foltest mostró ser un Rey firme, duro y capaz. No en vano había logrado la prosperidad de su Reino pese a su más que controvertido comienzo como Rey. Aunque nunca lo dijo, pues no lo tenía del todo decidido, yo entendí lo que iba a ocurrir, que cedería a las presiones y descendería sobre Cintra con la ayuda de Meve o sin ella. No me equivoqué, desgraciadamente poco a menudo lo hago.

Pero eso entonces no lo sabíamos con certeza, pero era la pieza necesaria para conseguir que el maestro espía de Nilfgaard presionase al Mariscal de Campo. Porque Cintra y Nilfgaard no podrían enfrentarse a algunos de los Clanes de Skellige, a los ejércitos de Temeria y a los de Rivia… no sin un alto coste. Y, esperábamos, que ese precio no fuese mayor que el símbolo de perder a Calanthe, o lo que quedaba de ella encerrada en el hielo.

Tuvimos que esperar dos tensos y largos días para obtener una respuesta, en el límite del tiempo. Pues si se esperaba más, los ejércitos serían convocados y marcharían. Pero Nilfgaard aceptó que se produjese el movimiento. Aún hoy no sé como Xarwit consiguió ese cambio en el Mariscal de Campo, pero él mismo plantó cierta cara al Emperador van Emreys para convencerlo de que se produjese. Quizás la lealtad de Coehoorn a sus propios hombres y las vidas que se iban a salvar fuesen suficiente para decidirle a la acción. Supongo que nunca lo sabré con certeza.

Pero el rescate debía hacerse de una forma muy específica, para que nadie descubriese que se había producido. Y a mi regreso a Lyria, tuve una de las conversaciones más complicadas con mis amigos. ¿Nos fiábamos de que no fuese una trampa de Nilfgaard? Y, quizás más importante, ¿qué era lo correcto? ¿Qué queríamos hacer? La situación, seré franco, era una mierda como le había ido diciendo a quien me quisiese escuchar, una situación donde se hiciese lo que se hiciese se perdía. Donde ganase quien ganase, sería pírrico. Donde la salida que menos muertes acarrearía implicaba que nosotros asesinásemos al Duque de Bremervoord, que nada tenía que ver con esto, para obligar a Temeria a redirigir sus esfuerzos a consolidar su dominio de Cidaris. ¿Y todo esto, para qué? No era el Rey de Kovir al que Teos debía lealtad al ser su caballero, no había un bien mayor o incluso menor, no había bien alguno. No era nuestro problema en realidad, era una movida entre reyes y sus tronos, reinas y sus ambiciones y un Emperador y sus juegos de poder. No era nuestra guerra.

Y, aún así, allá fuimos. Bueno, fueron, un bardo no aportaba nada en el plan, y era un riesgo innecesario y un gasto de conjuros que no mejoraba nada. Angustiosamente esperé su regreso pero lo hicieron, con ellos llevaban el cuerpo de Calanthe en su sarcófago de hielo y magia, y la Reina Meve nos ofreció sus favores por la gesta que acabábamos de hacer, aunque hubiese que mantenerla en silencio.


Como os dije desde el comienzo, y como veis claramente, nosotros no fuimos los protagonistas de los eventos de ese duro año de 1263. Nosotros fuimos testigos privilegiados de lo que ocurría, pero nosotros teníamos nuestros propios problemas, nuestras propias agendas, nuestras propias cuestiones.

Como todo el mundo sabe a estas alturas, los guerreros de Skellige asaltaron las murallas de Cintra. Todo para nada, pues fueron rechazados por los defensores con fuerza y violencia. Y, mientras sus barcos se hundían, Crach an Craite llevó a sus gentes por las llanuras de Cintra, esquivando ejércitos de la región, pues Eist Tuirseach había caído intentando tomar las murallas de la ciudad de la cual él, unos meses antes, había sido Rey.

Meve cumplió su palabra y sus regimientos nunca fueron armados, de manera que las tropas de Temeria marcharon al sur a enfrentarse a solas contra Cintra y Nilfgaard. Cuentan que el campo se cubrió de muertos de ambos bandos y que los cuervos tuvieron alimentos durante todo el invierno. Y, al final, Foltest se retiró con una derrota dolorosa, que igual de costosa había sido para las Legiones Imperiales y sus aliados. Todo para que, con el marchar de sus ejércitos al sur, la Redania de Vizimir descendiese como habíamos advertido que ocurriría y se hiciese con el control del río Pontar, sus ejércitos sufragados con el oro de Kovir. Porque Esterad de Kovir esperaba que, al año siguiente, Vizimir honrase sus pactos y marcase una posición fuerte en el norte, para evitar la continua expansión de la Liga de Hengefors que ese otoño cruzó el río y conquistó Holopole.

Nosotros no fuimos protagonistas de esos eventos, nuestro pequeño grupo dispersándose para pasar el otoño y el invierno. Pero la sangre derramada y la pérdida vivida por tanta gente alimentarían los fuegos que todos sabemos que sacudieron el norte durante el año siguiente. Mientras nosotros seguíamos con nuestras propias cuestiones pendientes y tareas, el Norte no se detenía. Porque, si de algo sabemos los bardos es de amor… y de amores trágicos en especial. Y ningún amante es más cruel que nuestros reinos, ningún amor tan doloroso como el del Norte, ninguno tan ingrato.

Conocerlo es ver que nada es lo que parece.
Mostrará su verdadera cara cuando hayas perdido todas tus creencias.
Dulce tirano, trazando tu ruta con lo que necesitas
para arrojarte a través de los velos de la Eternidad.
Rómpeme o me hundiré con este barco,
no me dejes ahogarme.
Y aún así las aguas llevan el sonido de mi eterna súplica
y todo lo que he encontrado y lo que encontraré...
Te llama con un espejismo de lo que quieres ver,
caes en sus brazos mientras destruye todos tus sueños.
Dulce violencia, dirigida a romper el caparazón de donde sangras
y enviarte a través del árbol de la Eternidad.

Yo soy Barth de Vengerberg, y este fue el comienzo de nuestra historia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

El poder de los nombres

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra