La Edad Oscura 24: Herencias Envenenadas


Tic, estás frente a un bosque. Tac, entras en comunión con los simbiontes. Tic, terminas una extraña y ambigua comunicación con una especie alienígena. Tac, han pasado tres meses. Y en el tiempo infinito entre un tic y un tac, el Imperio ha continuado moviéndose, pues la arena de su reloj se agota. Las Casas marchan a las guerras y conflictos internos, los Vuldrok invaden por el norte, los Gremios hacen sus movimientos. 

Y entonces llega la primera de las grandes decisiones.

Tic, estás en el palacio imperial en una audiencia rutinaria entre conflictos y conspiraciones. Pero antes de que llegue el tac siguiente, en ese momento que podemos prolongar eternamente entre una decisión y la siguiente, llega una oferta. Un conocimiento que podemos dar sobre algo que va a ocurrir, algo de enormes consecuencias que puede cambiarlo todo. ¿Aceptas el conocimiento sabiendo que ello abre la oportunidad de modificar los eventos a tu favor? ¿O lo rechazas y aceptas el destino? Pues los planes del primero de nosotros, Lucifer mismo, están en marcha y no son pequeños. 

Cuando llega el tac llega la respuesta, pues tanto Lisandro como Seth rechazan el conocimiento ofrecido. Y con ese tac una falange se desprende de la mano del mercader que está en la audiencia y vuela hacia el Emperador. Tic, el Emperador cae, envenenado con unas nanomáquinas de la Segunda República para las cuales no hay cura; el mercader desaparece en el aire. Tac, Seth se teletransporta hasta Artemis con el Emperador, esperando que el Santuario de Aeon pueda curarlo mientras Lisandro se hace con el control de la situación en el palacio para evitar que el asesino escape. Tic, el Santuario carece de los recursos y Seth crea antiguos y desesperados artefactos, mientras Lisandro consigue el apoyo de la Orden Eskatónica para encontrar al asesino. Tac, el asesino intenta asesinar a la pequeña hija del Emperador y Lisandro interviene con Theafana y lo evitan en un combate cruento, mientras el dispositivo de Seth falla y sus plegarias conmueven al Pancreator mismo que expulsa las nanomáquinas del cuerpo del Emperador.

Y es que entre un tic y un tac puede ocurrir de todo. Pero siempre con sus consecuencias. El tiempo del Emperador se acaba y se empieza a formar la tenue alianza que dará sostén al plan de Seth de conseguir que una niña pequeña haga honor a su nombre y traiga una Aurora tras la larga y oscura noche. Pero el tiempo que se abre requiere de sacrificios y voluntad, de riesgos desmedidos y medidas alocadas. De cambios que muchos considerarán heréticos o imposibles, como darle la comandancia de la flota imperial a un Hazat como Lisandro y que marche a defender a los Vuldrok en su combate con los Vuldrok. 

Pero esa es la herencia que han recibido dos niños que no eran nadie y que ahora se sientan en el centro de los Mundos Conocidos. Dos niños que, junto a muchos otros, decidirán el destino de planetas y naciones, del Imperio mismo que construirán con sus manos. Y, tic tras tac, su tiempo deja de ser el del futuro para ser el del presente, pues el tercer acto de nuestro drama da comienzo y su historia está por escribir. En los salones de Byzantium Secundus y los palacios de Aragon, en las sedes de Leagueheim y los hall de Hargard, en las bibliotecas de Pentateuch y las sedes inquisitoriales de Sutek. Entre un tic y un tac.

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