Cronicas de las Tierras de la Bruma 5: Las Leyendas se Escriben con Acero

 

Tengo los pies hechos polvo, la etapa de hoy ha sido larga. Pasame el unguento, que creo que he debido hacerme sangre con las piedras que encontramos a mediodía. Menudo día. Menos mal que estos leños nos refugiarán del frío de la noche en la montaña, y una historia nos calentará el alma. Y hoy te contaré el primer encuentro con Savarie Valnesh y de las historias que cuentan los aceros antiguos de las espadas. Pues, desde la fundación de Haraldheim con Caladbolg, la espada de San Ragnarr, hasta mucho tiempo después con la voz alegre de Cruthaiche Gaisgeach, la Forjadora de Heroes, es el acero el que moldea el destino. 

¿Quieres caldo para el estómago? Te vendrá bien, y ahora escucha sin interrumpirme. Pues esta es la historia de la primera de las gestas, de la profundización en el bosque, de la larga sombra de las brujas. Pues en la cueva indicada, señalada por los caballeros de Haraldheim, se encontraba una prisión encantada. En ella, encerrada por un tiempo desconocido, Savarie Valnesh esperaba, iluminada por la luz de una enorme luna blanca y llena, más grande que la que ahora nos ilumina esta noche pues las estrellas aún no habían... bueno, da igual. Por oponerse a las tres poderosas brujas de los bosques, Savarie había sido encerrada en esa cueva encantada, atada por la espada y el hueso. 

Pero antiguas profecías escritas en el libro de Aurora señalaban que ellas llegarían a liberarla, a ser sus campeones, si superaban a los tres guardianes dejados en la prisión por las brujas. Un sapo que fingía ser un príncipe que necesitaba un beso para romper su maldición fue el primero de ellos, y bajo sus venenosas palabras se tendía la emboscada de su boca. Pero Donatello no cedió a los engaños y, fingiendo disponerse a darle el beso prometido, era el mango de su espada lo que aferraba. Aún espadas mundanas, una recién reforjada en la forja, lista para segar la vida del sapo malvado. Y la batalla que siguió fue breve y violenta, marcada por la magia humorística de Aurora, las lenguas paralizadoras de los sapos, el acero de las espadas de Donatello y Shana, las garras del oso que era Hotane, los conjuros de rayo de Milia regalo del genio de su lámpara, y la insuperable guarda del escudo de Vivenna. Pues así eran en aquellos tiempos, las resplandecientes promesas de lo que algún día llegarían a ser.

Savarie volvió a alzar la luna reflejada en el lago para crear un segundo espejo y, con su cálido abrazo mágico, las transportó a enfrentarse al segundo de los guardianes. Y, siniestra y suave, la voz infantil que les recibió decía "Quedaos a jugar con nosotras". Pues diminutas muñecas malvadas, medio vivas medio animadas, movidas como por cuerdas invisibles, se preparaban para el combate rodeadas de las cabezas de muñecas que ellas mismas invocaron. Mientras el centro de la sala se cubría de poderosas telarañas conjuradas y trampas invisibles, fruto de los hechizos de Aurora y Milia, las muñecas avanzaron. Y sus pasos y danzas forzaban a la risa de quienes las observaban, incluso el oso en que Hotane estaba transformada. Pero el poderoso golpe sagrado de Vivenna, luz misma de la creación, destrozó la primera de las cabezas, mientras fueron las mandíbulas de Donatello las que dieron cuenta de la última de ellas, con Shana desplazándose entre las sombras luchando contra las muñecas infernales. Solo imaginar cómo debió ser verlas en combate me calienta el corazón, pese a la nieve que empieza a caer. Va a ser una noche dura, pero no tanto como fue el encuentro con el tercero de los guardianes.

Y es que, rodeado de una niebla venenosa que se cerraba en torno a nuestras heroínas, se encontraba una monstruosidad. Carne cosida de diversos cuerpos, ojos medio ciegos de colores dispares, enganches de metal retorcido y pustulento. El gigantesco enemigo era brutal y salvaje y sus golpes eran de un poderío inusitado. Fue el primero de los enemigos que logró penetrar el escudo de Vivenna, rompiendo un trozo y derribando a la tiefling al suelo, al mismo tiempo que la forma de oso de Hotane era destruida y la druida quedaba expuesta. Pero sobre suelos de grasa la gran masa del gigante no era diestra y sus huesos y suturas dieron con el suelo, su estabilidad robada por Aurora. Su cuerpo, achicharrado por los conjuros de Milia. Y sin embargo, fue la precisión de los cortes de Donatello, haciendo objetivo a las suturas que mantenían a la monstruosidad unida, los que abrieron el paso a la victoria, cuando Shana se unió con sus dagas para terminar de desunir a la monstruosa criatura.

Heridas de gravedad por primera vez, regresaron a la prisión donde las nieblas de la isla se habían terminado de alzar, los tres guardianes derrotados. Y sobre el promontorio, en la isla de los manzanos, Caliburn esperaba a ser desenterraada de la piedra, rompiendo con ello la maldición que encerraba a Savarie. Así es como Caliburn llegó a manos de Donatello, que la desenterró de la roca, revelando los élficos y nobles motivos de su guarda de acero y oro. Con el ancla rota, el conjuro de la prisión colapsó, revelando la caverna donde la elfa había estado aprisionada tanto tiempo. 

Fue una despedida cargada de promesas de futuros encuentros y reencuentros, dentro y fuera de las sábanas, pero esa es historia para otra noche. Ahora que los leños se han vuelto ya ascuas, es hora de arroparnos en las telas de nuestras mantas y descansar. Pero recuerda, que allá donde el tiempo las fue llevando, sus historias y leyendas se han escrito con acero. El del escudo de Vivenna, el de Caliburn y Cruthaiche Gaisgeach, el de las junturas del libro de conjuros de Aurora o las ágiles espadas de Shana, el de los abalorios de Hotane y el que forja las cadenas del genio de Milia. Pues al final, la Era del Retorno y de las Aventuras fue un tiempo donde imperaba la ley del acero, donde la civilización enmascaraba en sus salones y cortes la oscuridad del alma de los mortales.

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