Crónicas de las Tierras de la Bruma 3: la Calma Antes de la Tormenta

 

Aquellos debieron ser buenos tiempos, si atendemos a lo que dicen los escritos. Antes de la guerra y el conflicto, antes de que los antiguos secretos saliesen a la luz, antes de que el mundo se pusiese patas arriba y saliese lo peor que llevamos todos dentro. En Haraldheim se solía decir que había que envidiar a las naciones que tenían grandes héroes, pero yo siempre me he compadecido de aquellas que los necesitasen... y aquellas naciones, en aquel tiempo, precisaban de los grandes héroes y villanos que vendrían con el tiempo. Y por eso merecen nuestra compasión. 

Pero pásame la manta, que hace frío, si quieres que te siga contando la historia del Nuevo Cisne. 

Y aquella semana vería la apertura de la primera taberna de la ciudad, el Festejo del Colono, donde los integrantes del gremio fueron recibidos con sonrisas y bebida, por su gran contribución a la taberna. Y donde muchas historias comenzarían, sean amoríos, negocios o duelos, pero ya llegaremos a ello. Pues, por primera vez, fue entonces que las damas decidieron explorar las tierras al norte. 

¿Qué encontraron? Malditas sean tus preguntas estúpidas mientras agarras más manta de la que te corresponde. ¡Seguro que has visto los mapas de aquella época! Pues una llanura, algunos baobabs, algunos espacios amplios y secos. Y mosquitos, gigantes como águilas, pero mosquitos. Y ogros, aún más grandes que los mosquitos por si acaso. Lo que sí que no encontraron fue una noche de buen descanso, por mucho que lo intentaran, entre jarros de agua fría y ataques no había quien durmiese. ¡Aunque las risas que se echaron esa noche no se las quita nadie, por crueles que fueran!

Y ahí es cuando llegamos al meollo de la taberna. Al regreso de la expedición, comenzaría una tradición que daría vida y cambios a una ciudad gris y en ruinas. Pues las chicas del Nuevo Cisne decidieron abrir la temporada de bailes en la taberna, donde los romances se compartían entre sonrisas y el sonido de las telas al desplazarse sobre el suelo de la taberna con sus giros y vuelos. Y, como suele ocurrir, desde el principio surgió el conflicto pues los afectos de Vivenna fueron disputados por un caballero de la Hegemonía y uno de la República, que fueron tan lejos como para batirse en duelo por bailar con ella. Necios, de poco les sirvió la verdad.

Y hasta aquí te contaré hoy, que con tanto moverme me estás dejando los pies helados a base de tirar de la maldita manta. ¿De Haraldheim? ¿De los pactos hechos y las amenazas por llegar? Bah, de eso ya te hablaré cuando corresponda, ahora date la vuelta y duerme, ¡o te echaré un jarro de agua fría encima!

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