La Edad Oscura 23: los que Heredan el Futuro

 

Los guardianes de la belleza, el arte, la cultura y el conocimiento son poco apreciados en este Imperio de oscurantismo y guerra. De fanatismo y religión, violencia y ambición. Pero algunos deben quedar para hacer que la vida valga la pena, para que al margen de la sangre haya poemas, que una bella sonrisa o canción den sentido al vacío, que un danzar reconozca la grandeza de una rosa que florece. 

Pero la llegada de Theafana al-Malik a Byzantium Secundus no habla de belleza aunque su apellido sea sinónimo de la misma. Su arribada a la corte imperial habla de herejía, de secretos y de las verdades que los simbiontes cuentan en el río de la vida en el que viven sumergidos. Verdades que solo unos pocos pueden escuchar, escogidos hace tiempo, cuando la historia apenas comenzaba. Y con esos conocimientos llega una oportunidad de contacto, pero también un conflicto pues la herejía reconocida de la dama se paga en la hoguera según los estándares de la Inquisición... por mucho que las eskatónicas digan que Theafana no debe morir.

Intrigas, favores y ajustes, el condimento principal de la corte imperial, servirían en esta ocasión para garantizar que Theafana tendría tiempo de llevar a Seth y Lisandro a Chernobog y que, después, sería juzgada por el férreo Marcelo Orlando. Un hombre puro, duro y justo que, sin embargo, ha apendido a ver que el fuego debe ser atemperado si debe servir para templar las espadas del Pancreator. Un gesto agradecido sobre queso y vino por la poderosa Salandra Decados, preocupada por su amiga y rival.

Pero nuevos secretos del Creador son reveleados en las profundidades de los mares de Byzantium Secundus, en antiguos laboratorios de la Segunda República. Decaídos y anegados, cadáveres de submarinos son hogares de corales, peces y algas de toda clase. Y entre ellos, la monstruosidad que una vez fue una ballena cuya bestial naturaleza es derrotada por la más humilde de las armas: la burbuja. Pero en las profundidades mayores de la base donde se encontraría el imposible y el terror, pues la enorme gárgola que era objetivo de la expedición estaba rota y, bajo ella, el cuerpo muerto o durmiente de un pequeño leviatán espacial, su boca una puerta a la nada más abosluta donde acaso un científico encontró su descanso final... si tuvo suerte.

Más terrorífico aún que la bestia es el descubrimiento de laboratorio que Seth hace en el Emperador de los Soles Exhaustos cuando luz y oscuridad chocan... y, ante los atónitos indicadores y datos se produce un pequeño big bang, un momento de pura creación. El poder del Pancreator mismo. El bosón de Higgs. El alfa del omega que se aproxima. Y una herejía de un calibre tal que la fé de Karyn Havesti se sacude bajo su impacto, bajo las revelaciones que ello implica, las consecuencias que ello tiene. Los leviatanes son Oscuridad pura, pero la Oscuridad es parte indispensable del acto de creación tanto como la Luz, aunque sea por motivos distintos. 

Y es entonces cuando el rumbo se pone a Chernobog, a buscar las respuestas que los Simbiontes tienen para los humanos. No son misteriosos e incomprensibles como los Vau, pero si son alienígenas a nuestra forma de entender el mundo y la vida. Un ente, donde el único pecado es la división. Una corriente de la vida que no reconoce dios ni demonio. Una colección de experiencias que no de palabras. Un punto de vista no compuesto por imágenes sino por olores y recuerdos. Una comunicación extraña y distinta, pues ambas especies son demasiado distintas para encontrar otro modo de comunicarse. Una oportunidad que precede al inevitable reinicio de las hostilidades entre dos especies tan antitéticas que no pueden convivir en el mismo universo.

Pues, por muchos Mundos que compongan el Imperio, el universo sigue siendo demasiado pequeño para todo lo que en él ocurre. Y desde Varadim a Chernobog, cuando el presente pasa a manos de los que seguirán, el universo contiene la respiración ante lo que los herederos harán con el tiempo que se les ha legado. Porque el tiempo, no medido en días sino en decisiones, es lo único de verdadera importancia para los mortales, aquello que los hace únicos y especiales. El principio y el final. Y nosotros para contar su historia, que ellos mismos han olvidado, cuando ya nadie sepa quien fue Shakespeare, Mahoma o Seth y Lisandro Castillo.

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