Historia de una Ida y una Vuelta 9: Nova Desencadenado

 

Cumplir con lo prometido al Director McAvoy era un juego de cartas amañado. Con Sagremor habiendo cubierto su deuda al Doctor Kane, este estaba sin su oscuro ángel guardián. Antes hubo drama entre Rev y Ghia, algo sobre invadir la casa de la médica, pero era drama entre intensas que era tan previsible como el resultado de 2 y 2, pero tan inevitable como la muerte que a todos nos espera. Pero dejando eso de lado, y tras concretar los servicios de Mula para la corporación en su guerra con su rival, el resto fue sencillo. Como esquilmar a un primerizo con demasiado dinero y poco seso sentado en una mesa de poker.

Solo Ghia y Mula entraron en el hospital. Los médicos escaparon intactos, menos el Doctor Kane que nunca salió, y eso fue todo. Un nombre menos en la lista, el último de los que esta incluía. Y, con ello, el momento de la espinosa conversación sobre el futuro, y dejar salir el nombre que faltaba en la lista: la CEO de la T.A.I.U., la señora Tessier-Ashpool, la encargada de acabar con mi vida, robar mi trono, usurpar rastreramente mi destino trazado en impecable matemática. Pero fue Aurea quien añadió otro nombre a la lista, el de Gilgamesh, el Sheriff de Villa Navaja, el padre de Mula. El tremendo cabrón con pintas, maltratador abusivo y brutal, cazarrecompensas legendario y más cosas. Aunque su hijo no fue el que añadió su entrada en la carta a Santa Claus, estuvo de acuerdo. Y yo, que soy un Buen Samaritano, ¿como iba a oponerme a librar al mercenario de sus cadenas paternas?

Además, Gilgamesh, por gran combatiente que fuese, era más accesible que mi señora hermana. Durante años había tratado de cuadrar la respuesta a la Ecuación de cómo acabar con ella, y siempre terminaba de la misma frustrante manera, con un duelo bajo las frías lluvias de Salt Lake City. Un duelo que ella no aceptaría, una situación sin salida ni futuro. Podía encajar con nanoprecisión los cálculos de la muerte de todo el resto del mundo, pero no con ella, el fuego en mi pecho se llevaba mi razón y solo dejaba la fría y brutal ira. Estaba demasiado cerca de los árboles para ver el bosque, pero no quienes me rodeaban. Y fue entre Rev y Mula que se les ocurrió la base del plan para acabar con ella, para traerla a Marte, lejos de su fortaleza, en el punto de mira de mi revolver. Encajar los mimbres dispersos de sus ideas con la caza de Gilgamesh fue simple aritmética.

Hipótesis: Gilgamesh había ofendido a Arasaka al rechazarles y derrotarles, quitarle de en medio restauraría el plan de la corporación de crear una conexión que bien podría formarse con trenes de la T.A.I.U. Si esta corporación se encontraba con un escándalo de imagen lo suficientemente grave, actuaría en defensa de sus intereses con dureza y firmeza.

Contrahipótesis: orgullo y prepotencia llevarían a Gilgamesh a aceptar un desafío televisado de Mula si la escena se desarrollaba correctamente. Beneficios y un gran contrato formado por un tradicionalista corporativo podrían hacer que lady Tessier-Ashpool viniese a Marte a firmar, aprovechando para tratar de cambiar la narrativa sobre el escándalo.

Síntesis: matar a uno nos daría los favores necesarios para matar a la otra. Dos pájaros de un disparo de winchester.

Lo primero era conseguir que todo encajase en la ecuación. Una reunión con McAvoy nos llevaría al nuevo director de Arasaka en Marte, un plan financiero sólido le permitiría obtener beneficios y recuperar le honor que Gilgamesh le había robado a la corporación. Y, con ello, labrarse una puerta de oro con la que poder regresar a la Tierra triunfante. En la cafetería corporativa unas cuantas palabras de etiqueta japonesa, unos números sólidos en la cuenta de balances, una historia que un joven ambicioso estaba deseoso de aceptar y un visto bueno a un plan audaz fueron la danza para la que llevaba toda mi vida preparándome en otro tiempo, en otro lugar, en otro mundo. Un baile que nunca se olvida del todo. 

Pero el plan rápidamente encontró un contratiempo, cuando Mula trató de contactar con su padre para desafiarlo y se enteró de que llevaba días desaparecido. Había ido a buscar a un estafador de casinos por el que ofrecían una recompensa, un tipo de la sórdida Vice City, una de tantas personas perdidas bajo el engaño de los neones y las tetas virtuales. Era una ciudad complicada, gestionada por los grandes casinos corporativos, una oscura mafia de vicios y traiciones organizada para desplumar al más incauto con lujos y excesos de contrachapado y brillantina. Un lugar donde una vida valía menos que un as en la baraja adecuada, mi clase de garito. Pero también un sitio con una complicada historia con el solo, que había nacido en sus calles de carnicerías reconvertidas en prostíbulos. Y en ese antro cósmico, Gilgamesh había desaparecido, aparentemente tragado por la tierra y sin responder a nadie.

Ambas ciudades, Vice City y Olympus City, conectadas por el más rápido de los trenes marcianos de la T.A.I.U. Un excelente candidato para un asalto, un descarrilamiento, un escándalo de negligencia debido a recortes y cambios en los materiales de construcción que se cobrase unas cuantas vidas. El cebo adecuado para mi hermana, cuando llegase el momento. Pero como en todo plan, las cosas van en el orden correcto, y las ecuaciones fractales no mostraban que este fuese la hora de poner ese proceso en marcha.

Vice City nos encontró con su sordidez mal disimulada, como una prostituta a la que le han dado una paliza y trata de disimularlo con maquillaje barato. Joe's Bed & Breakfast sería nuestro alojamiento en la ciudad mientras, entre casinos, rastreábamos el paso de Gilgamesh persiguiendo al estafador. Hospitales con gente en coma y barras de bar de casino, ruletas que giran y callejones donde ha habido peleas. Y, sobretodo, un arma eléctrica y un edificio que consume una cantidad increíble de electricidad, especialmente poco aceptable por tratarse de un edificio abandonado tiempo antes. Sinceramente, no estábamos preparados para lo que se nos vendría encima, persiguiendo a un estafador que podía contar con unas monedas, descubrimos que en realidad era el Cabrón, el que más monedas tenía en el absurdo juego de Nova. Básicamente, ahora tenía infinitas. Fue Mula el que habló con el Doctor Demente y le sonsacó que el Cabrón era un clon de si mismo que se había decidido a seguir otro camino y que debía morir. Pero, con su absurda cantidad de monedas, era de todo punto imposible, su vida valía mucho más que las nuestras, ahora atadas al mágico número 4, al menos ya no 3. Pero el solo consiguió que el científico desactivase el juego de viajes en el tiempo, relegando a su copia al presente como cualquier mortal, mientras nosotros aún poseíamos la capacidad limitada de viajar usando nuestro nuevo servidor.

Pero adentrarse en aquel edificio era descender a la demencia del científico, aceptar su locura, jugar a sus juegos por sus reglas. El timador nos recibió muerto e iluminado con lucecillas baratas, mientras música de circo antiguo llenaba el lugar con su teatralidad esquizofrénica. Poco más adelante estaba el padre de Mula, inmovilizado y animado como un animatrónico, el miedo visible en sus ojos ante su impotencia. El solo apagó un cigarrillo en su pecho y luego le voló los sesos. Al final, el gran guerrero había muerto indefenso, humillado, rendido a ser una atracción de feria de dos dólares.

Un poco más adelante había una prueba de puntería para evitar que un hombre cayese en un ácido. Yo les dije que ese podía morirse pero Aurea no me hizo caso y le salvó la vida. Así que fue mi bala en su cabeza la que terminó con ella. Como le dije, solo eran negocios. Supongo que no mencioné el nombre de mi padre, pero los muertos lo están y solo unos pocos tenemos una segunda vida. Él no era uno de ellos. Murió gritando una primera vez mientras su cerebro se autodestruía en aquel hospital, y murió entre sorpresa una segunda vez contra mi pistola. Si Nova quería descolocarnos jugando con nuestros sentimientos, iba a tener que hacerlo mejor, sus jugadas eran poco acertadas.

Al menos hasta entonces, supongo que los corazones de los demás latían diferente al mío. Una antigua copia de Argenta nos esperaba en un árbol crucificada poco después, pero viva y anhelante ante una Aurea que la recibió y la cuidó. Reunidas de nuevo, antes del horror de la transformación en planta, antes de la separación y la confrontación, una Argenta más inocente y pura, pero también menos sabia y menos vivida. Pero un amor para el Espíritu de Marte, un motivo por el que vivir, un futuro por el que luchar si conseguía equilibrar a las dos Argentas que tendría su vida a partir de entonces.

En la siguiente planta nos aguardaba una danza macabra de gente con bolsas en la cabeza, danzando aterrorizados entre si por temor a la siguiente locura de Nova. Mula encontró a su madre muerta entre los danzarines y, con ella, un fragmento de su humanidad fue restaurado. Algo que proteger y cuidar, algo que querer, en medio del horror que había sido su vida. Y Ghia danzando encontró a su padre, débil y frágil, desorientado y perdido. Un médico, como su hija, en un baile de máscaras del infierno. Rev se topó con su tía, perdida y desorientada entre la gente que bailaba, otro fragmento de una vida antes de la tragedia autodestructiva en la que había degenerado su existencia. Ghia acompañó a la gente que valía la pena salvar hacia fuera, a ponerlos a buen recaudo, mientras los demás seguíamos avanzando.

En la siguiente planta, entre animales de zoo con caras humanas, se encontraba un hombre disfrazado de león y torturado salvajemente. El que bien podría considerarse el padre de Rev, aquel que la había sacado de las calles y le había dado un bar y un futuro. Rev se fue con Ghia a ponerlo a salvo, mientras los demás avanzábamos hasta un ascensor. Gas venenoso, un retroceso en el tiempo para ajustarme un respirador, y un ascenso hasta donde se encontraba el primero de los dos Novas que Atenea nos había indicado que había en el edificio. 

El clon, demente, habló con una seguridad que no le correspondía. Hasta que se la arrebaté, demostrándole que en este tiempo en que él permanecía anclado al presente, nosotros teníamos todo el pasado a nuestra disposición. Su máquina de guerra, la escalopendra mecánica de pesadilla que era él mismo, apareció reventando el techo, y con la ausencia de preparación fue sencillo darse cuenta de que había que retroceder en el tiempo. No le mostré su vulnerabilidad sino que con curiosidad descubrí de su servidor mientras ganábamos tiempo para que subiesen Rev y Ghia, tomando posiciones y preparándonos para el combate contra el monstruo mecánico. Hizo su entrada cuando destruí el servidor de un disparo, una vez que el grupo se encontraba listo.

La batalla fue brutal. Rev perdió uno de sus brazos para conseguir adherir sus explosivos al cuerpo del enorme constructo. Los misiles y disparos de Mula causaron devastadores daños pero no sin sufrir él también los golpes de las cuchillas que eran las patas de la criatura y requeriendo de la atención médica de Ghia mientras seguía combatiendo incansable. Las patadas y puños de la elegante danza letal de Aurea debilitaron aún más a la criatura mientras progresaba ajena a los ataques de la criatura que siempre impactaban donde la guerrera ya no estaba. Y Nero causaba destrucción con su lanzamisiles, mientras su escudo le mantenía a salvo de los ataques de la criatura, que no lograban perforar el blindaje de los mismos. ¿Y yo? Yo no estaba a la altura de ese combate, no me cuesta admitirlo, pero me aseguré con un certero disparo a la rodilla de que el clon de Nova no abandonaba la escena de la masacre pues tenía preguntas a las que responder.

Su yo monstruoso destruido su clon no tenía mano con la que jugar aquella partida. Contar o no contar era irrelevante, sus secretos se los podía robar Aurea de un desayuno, sus intentos de suicidio prevenibles por nuestros viajes en el tiempo. Pero resultó que no tenía cerebro sino un chip, que habría que desencriptar adecuadamente para obtener hasta el último fragmento de información de allí. Mientras los humanos de entre nosotros iban a preocuparse de sus seres queridos al hospital local, Mula y yo rastreamos el lugar en busca de todas las piezas de información. El plan de Nova, su demencial decisión de crear héroes con historias trágicas que devolviesen la ciencia al mundo, las tecnologías que quería que avanzasen y dónde entregarlas, las mentes de todas las personas encerradas en su extraño carnaval pesadillesco, los experimentos fallidos... todo, en nuestras manos.

Mientras tanto, la policía de Olympus City se encontraba ante la torre del Nova original. El plan inicial era que le avisasen de que se podía reactivar el sistema de viajes en el tiempo para poder asegurarnos de que teníamos toda la información necesaria en aquel lugar. Pero fue entonces que caí en la cuenta de que el Nova original era ahora vulnerable y no lo volvería a ser de nuevo. Era hora de acabar con su juego tanto como de su Cabrón clon. Así que convencí a la policía de que le reteniese unos días para interrogarlo y documentar su papel en todos estos hechos, al fin y al cabo la jefa de Nero estaba bastante obsesionada con su red y entramado, contenta estaría de tenerlo unos días a su disposición. Tiempo que tendríamos para regresar a Olympus, investigar la torre, neutralizar sus planes y avanzar los nuestros. Pues Nova era un cabrón que había creado unas vidas de mierda para nosotros tejiendo con cuidado los eventos a lo largo de siglos, pero mi ira seguía siendo para aquella que una vez había sido considerada de mi sangre, la serpiente escondida entre las hebras de césped. 

Pero eso sería cuando regresásemos a la ciudad. Ellas tenían que reencontrarse con sus familiares, con sus pasados, con lo que pudo haber sido pero les habían arrebatado. Y yo, bueno, un jugador como yo en una ciudad como Vice City siempre tiene formas de entretenerse con unos naipes y un buen whiskey. Y de paso devolver a sus familias las mentes de aquellas personas que Nova tenía apresadas y habían ido desapareciendo en los últimos días. Si es que al final, nadie podrá negar que soy un angelito, todo un Buen Samaritano con la más pura de las intenciones. Al menos en aquellas cosas poco importantes donde la Ecuación no se vea perturbada, al fin y al cabo, nunca se sabe cuando unas familias agradecidas por devolverles a su ser querido pueden ser usadas como peones útiles.

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