Crónicas de las Tierras de la Bruma 21: La Responsabilidad del Poder (segunda parte)

 

Atiza bien ese fuego, que hace frío esta noche y no queremos que se apague antes de tiempo, ¿no? Porque quieres saber cómo fue la batalla con la Maestra del Solsticio, que lo veo en tus ojos, llevas esperándolo desde anoche. Pero antes de eso hay que hablar del violento ascenso por la torre, batallas que retrocedieron en el tiempo hasta el momento anterior a que el espejo fuese atacado y la torre cortada en dos como si hubiese sido golpeada por una espada titánica.

Allí arriba, como había prometido, se encontraba Savirie Valnesh, custodiando los restos de un espejo enorme en poder y tamaño, pero fragmentado. Pues los trozos de cristal mágico que habían ido encontrando por distintas partes del continente no eran más que las esquirlas del poderoso espejo. Y la hechicera, o bruja según se mire, les ofreció una opción: destruir el espejo esperando triunfar donde el Príncipe de la Oscuridad había fallado, sellando a la Maestra del Solsticio en la prisión planar... o adentrarse en el lugar de encuentro y enfrentarse a ella en una batalla que buscase desterrar su corrupción del mundo directamente. No hubo duda, no hubo discusión, el Nuevo Cisne atravesó el espejo y acabó en el esplendoroso palacio de la bruja cuyo nombre, como sabes, está perdido en el tiempo.

Pero la Maestra del Solsticio había hecho todo para poder proteger a los elfos de las Brumas que cubrían el bosque en aquellos tiempos. La única forma de sobrevivir era cambiar, transformarse, sacrificar cosas para no morir. Porque la vida es cambio, no entiende de moralidad, de blancos o negros, solo de ser cazador o presa. Las integrantes del Nuevo Cisne no escucharon sus excusas, sus justificaciones, su retorcida verdad. Marcharon por una victoria más importante de lo que nadie probablemente sabría, pues desconocemos qué hubiese ocurrido de no haberse puesto final a la Maestra del Solsticio ese día.

Sin embargo, la primera línea de defensa fueron ellas mismas. Reflejos distorsionados y retorcidos de ellas, donde luchar contra enemigos con las mismas armas. Y la muerte estuvo muy cerca, cuando Hotane fue derribada y los enemigos buscaron su destrucción siguiendo los mandos de la Maestra. Acero contra acero, las espadas de ambas Shanas se entrecruzaron en una elegante danza de muerte. Conjuro contra conjuro, los proyectiles de las dos Auroras surcaron el aire y causaron grandes daños. Virote contra virote, garra contra garra, ambos Gnaven se encontraron protegiendo a su gente y luchando con fiereza. Plegaria contra plegaria, ambos Zarel compitieron por mantener a sus compañeros en pie. Rayo contra rayo, ambas Milias contrarrestaron sus brutales fuerzas de hechiceras. Y mordisco contra mordisco, ambas Hotanes se encontraron en el centro del campo de batalla. Pues, como decía, fue una batalla dura donde la muerte danzó en el filo de la hoja de papel, en el brillo de la daga, en las plumas del virote. 

Prevalecieron contra si mismas solo para ver el mundo distorsionarse y reorganizarse a su alrededor. Del exterior de un bello palacio de cuidados jardines se vieron en el centro de un enorme patio con la Maestra del Solsticio en el núcleo del mismo. Torres colapsaban sobre ellas, portales demoníacos las atraían, danzarines perdidos surgían de caminos que no existían unos segundos antes mientras salones y habitaciones se retorcían y elevaban. No era una batalla al uso, pues la bruja era invencible de no destruirse sus espejos, escondidos en el laberinto retorcido y cambiante que era ese patio imposible, donde en cualquier momento uno se encontraba atravesando una puerta o cayendo hacia arriba a una posición extremadamente peligrosa. Pues todo el plano obedecía a la voluntad de la Maestra del Solsticio que no tenía piedad en usar todos los trucos y herramientas a su disposición. 

Pero, golpe a golpe, las esquirlas de los espejos se reproducían, decenas de imágenes reflejadas en sus cristales rajados, sus marcos sin relleno. Y, con cada uno destruido, el poder de la bruja menguaba hasta que finalmente fue vulnerable a los virotes de Gnaven. Su muerte transfirió el control del plano al enano, que lo transformó en una forja y refugio como los típicos de su pueblo, pero algo se aproximaba a allí, algo antiguo y poderoso. Pues el plano había sido diseñado como un punto de encuentro, una embajada, y el embajador acudía a la llamada del mismo. 

Gnaven y Zarel, los únicos que permanecieron a la llegada del mismo nunca contaron lo que vieron, solo podemos aventurar. Y quizás, esas cosas sea mejor dejarlas sin mencionar, no vaya a ser que su mismo nombre atraiga la atención indebida sobre nosotros mismos aquí. Bastante tenemos con nuestro peregrinaje como para llamar sobre nosotros el puto infortunio. Ellas aparecieron en las cercanías de Assur Na'asib, la ciudad élfica, que preparaba el entierro de los centenares de muertos de la batalla. Ancladas sus almas a los árboles en el cementerio de los elfos, donde los muertos pudiesen proteger a los vivos en un rito perturbador y retorcido que hizo que Milia se llevase a Gnaven y a Zarel lejos, pues empezaban a preguntarse si acaso habían escogido el lado equivocado...

El resto, como quien dice, es la historia obvia. Y con el fuego menguante, no vale la pena dedicarle mucho tiempo. Pagos, informes a Greco, senderos de batalla futuros que serían recorridos cuando llegase el momento. Y unas elecciones que se cerraban y un nuevo gobierno que surgiría en respuesta a ello. Pero, como digo, todo eso mejor te lo cuento mañana, que casi no hay llamas ya y será mejor que descansemos. Piensa y medita sobre todo el mal que acaso evitaron que sucediese con la destrucción de la Maestra del Solsticio y si tú, en su misma situación, habrías tenido el valor de atravesar el espejo o te habrías quedado satisfecho destruyéndolo. Y con eso empezarás a entender la grandeza que ellas tenían, porque con su gran poder, estuvieron a la altura de la responsabilidad que conllevaba, algo que no se puede decir de muchos...

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