Cronicas de las Tierras de la Bruma 20: La Responsabilidad del Poder (primera parte)


Ragnarr, Victalove, Cyndas, Soldaren, Quinto, Alvin... incluso Alcides. Todos ellos tuvieron poder y lo que hicieron con él marca su historia en el mundo, su paso por el mismo, su imborrable trayecto. Pero el mundo empezaba a quedarse pequeño para el Nuevo Cisne a medida que su poder crecía, y era hora de decidir qué hacer con él, pues es la decisión la que marca el destino, la que determina qué letras legendarias escribe tu acero. Porque, como reza el puto dicho, con gran poder viene una gran responsabilidad de usarlo para construir algo, ¿pero el qué? El bosque entero ardería, creando un suelo fértil para plantar nuevos árboles, pero qué surgiese dependería de la nueva generación que caminaba. 

Pero mientras Evander y su navío eran hundidos fuera de la ciudad, nuestras heroínas se preparaban para partir hacia la torre de las brujas. Obviamente, pasaron cosas antes. Por mucho que el Cuestionador quisiese comprobar que Zarel no poseía el roce del Aeon en sus poderes, sus experimentos confirmaron que, aunque el muchacho distase de ser un paladín de las enseñanzas divinos, suyos eran los poderes que manejaba. Y no le habían enseñado en un monasterio a hacerlo. Y Mordenkainen se presentó ese momento para recoger el Objeto de Increíble Poder y Magnífico Diseño, revelando sus lecturas que el bosque se encontraba especialmente cercano a otros planos y lugares. Quizás fuese cosa de la vida que lo nutre, quizás fuese otra cosa, pero a diferencia de los otros biomas el bosque era el más poderoso para viajar por el cosmos.

Ya, ya veo tu impaciencia, se que sabes lo que sigue y quieres que llegue a esa parte. Pero contar la historia bien requiere paciencia, como nuestro peregrinaje, y ya llegaremos a la torre. Porque antes hubo un encuentro con Savirie en el bosque, que portaba un amuleto de la Dama del Lago, lo cual llevó a cierta confrontación suave sobre la idea de justicia, responsabilidad y retribución. Y es que, al final, esas cuestiones serían muy importantes pues cómo las respondiese determinaría que árboles se plantarían en el fértil suelo del bosque quemado. Honrando lo prometido tiempo atrás, a su manera al menos, la hechicera elfa que muchos consideraban una bruja les prometió que estaría allí cuando la necesitasen.

Pero para tomar la torre de la Maestra del Solsticio, la líder de las brujas, no bastaba con ellas seis, sino que hacía falta un ejército. Algo que ellas se negaban a ver cuando reunieron a los Príncipes de los elfos para decirles que irían a tomar la torre. Sin embargo, Sirain Thaalorn, el Príncipe de la Oscuridad, no quería entregarles las tropas necesarias. Él ya había perdido mucho en el primer ataque a la torre, siglos atrás y sabía el alto coste que tendría enviar a los elfos a una nueva batalla contra las brujas. Pero el alegato de Zarel agitó el corazón de su hija Va'alen Thaalorn que dijo a su padre que si él no dirigía a los hombres a la batalla, lo haría ella, pues el Nuevo Cisne había traído una oportunidad que aguantar y defender no volvería a ofrecer.

Y es que debes entender una cosa extremadamente importante. Los héroes no son héroes y los villanos villanos por su poder individual. Puedes ser el mejor espadachín, el más poderoso de los hechiceros, la más astuta de las asesinadas o la druida más sabia. De nada sirve serlo si tu poder no afecta al mundo y, al hacerlo, el mundo responde a ello. El Nuevo Cisne había pasado semanas luchando contra las brujas en el bosque, a solas, pero el árbol que cae en el bosque donde no lo escucha nadie sigue haciendo ruido y, con la restauración de Asur Na'assib ellas habían creado una leyenda a su alrededor, gente que depositaba en ellas sus esperanzas, sus sueños de un mundo mejor, de una vida en un bosque que no les quisiese matar. Y la esperanza, la lealtad, el apoyo son las armas más poderosas que una persona puede tener para construir un mundo. Otros preferirán la riqueza, el odio, el miedo, el control... pero al final, la oscuridad acaba teniendo un precio. 

Sus actos las habían convertido en la esperanza de todo un pueblo. En la posibilidad de un futuro mejor. Y cuando las campanas de la ciudad repicaron con fuerza, los elfos escucharon sus llamadas. Cogieron espadas y escudos, lanzas y arcos, armaduras y monturas y formaron para la batalla contra las brujas. Muchos no volverían y lo sabían, pero un ideal y un futuro son cosas por las que vale la pena morir, si son las adecuadas. Y, junto a ellos, un pequeño contingente de enanos, pues los Barbaslargas marcharon junto a los elfos.

La decisión y la determinación anidaron en sus corazones cuando marcharon al combate, pero en frente de los cinco mil elfos no había pocas monstruosidades. Decenas de enormes golems salieron a recibirlos de la torre y les lanzaban poderosas piedras como catapultas desde sus tejados. Centenares de pequeñas bestias creadas y retorcidas por las brujas se desperdigaron por los campos mientras brujas de todo tipo se unían a la batalla. Y, con algunos de los glifos de protección de la torre todavía en pie, las criaturas estaban energizadas y la huida era imposible: era una batalla a muerte, de la que se sabía como se entraba pero no había salida que no fuese la victoria... o la tumba. 

Las flechas volaron, los conjuros surcaron los cielos, el suelo tembló con el impacto de las rocas y las líneas de las formaciones de los elfos chocaron con el poderoso retumbar del acero contra los huesos y caparazones de las criaturas de las brujas. No era una batalla que se pudiese ganar por los medios tradicionales, como Va'alen les diría antes de iniciar el combate... el enemigo era infinito, lo único que importaba era entrar en la torre y destruir el espejo. Así que montadas sobre corceles fantasmas, empezaron a recorrer el campo de batalla entre los ataques de golems y criaturas. Las bolas de fuego de Zarel quemaron a los monstruos y derribaron uno de los grandes golems, destruyendo una de las estructuras corruptas que alimentaban a las brujas. El ejército de espíritus animales que acompañaban al paso de Hotane iba abriendo paso para que sus amigas la pudiesen seguir. Las ballestas de Gnaven y la protección de Ossom mantuvieron vivos a la gente ante los ataques de los golems. Los certeros golpes de Shana cortaron sus junturas. Y la contramagia de Aurora evitó que la bruja los mantuviese anclados en el sitio cuando la magia de la hechicera se impuso a los intentos de la corrupta por controlar el entorno en su contra. 

Pero con cada paso dado, un elfo moría en la retaguardia. Con cada criatura quemada o asaeteada caía un arquero. Porque toda batalla tiene costes y muchos no verían ningún amanecer más, sus almas encerradas en los bosques protectores de los elfos. Sirain Thaalorn fue uno de los que cayeron en ese día, en ese campo, y su propia hija hubiera caído probablemente contra los golems también de no ser protegida por Milia desde el otro lado del campo de batalla, que se teletransportó hasta allí para salvarle la vida pese al riesgo que implicaba.

Porque, al final, lo único que importaba era cruzar ese campo de muerte y entrar en la torre donde les esperaría el destino mismo. Y es que, cuando atraveraron las filas de monstruosidades bestiales dejaron de ser simples aventureras, para convertirse en algo más. Las adalides de un cambio, alguien a quien merece la pena seguir aunque el precio sea altísimo, pues son dignas de esa confianza. Por eso aún ahora, tanto tiempo después, aún las recordamos con este peregrinaje. Porque, cuando hizo falta, dieron un paso al frente.

Y, mientras la última de las gárgolas-golem derribaba una de las torres laterales para bloquear la entrada a la torre, las seis integrantes del Nuevo Cisne corrían y, entre cascotes y polvo, atravesaron la entrada del refugio de la más poderosa de las brujas sin posibilidad de retirada ahora que la torre bloqueaba la salida. Pero, lo que ocurrió entonces, los portentos que estás deseando escuchar, te los contaré mañana. Ahora es tarde y aún nos queda mucho por caminar entre estos árboles ralos y este campo malnutrido. Duerme, descansa y recuerda que, si ahora seguimos este camino y nos duelen los pies, es porque ellas tanto tiempo atrás siguieron caminos que aún hoy resuenan a través del tiempo. Por eso son leyendas.

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