La Edad Oscura 18: De Hombres y Reyes

Era el comienzo de diciembre del año 5020. El final de la Edad Oscura y el comienzo de una nueva edad, una edad que todavía estaba por conformarse, por definirse. Una edad que el Emperador no vería desde el trono pues su tiempo en el mismo se aproxima a su fin. 

Un tiempo de conflictos que comienza con la llegada de nuestros héroes a Hira, el planeta donde Lisandro Castillo forjó su leyenda, ahora todavía envuelto en la guerra entre el Imperio y el Califato de Kurga. Pero no lleva a nuestros viajeros al planeta la guerra, aunque eventualmente acaban involucrados en las maniobras políticas que la rodean, sino la busqueda de financiación para construir un nuevo Mount Rushmore en honor al Profeta y sus seguidores, financiado por una pía Condesa que habita en Hira. Y, mientras tanto, Seth se ve involucrado en la siempre complicada política gremial, donde los Charioteers están presionando a los demás miembros de la Liga para conseguir que se haga algo con respecto a los leviatanes que están atacando naves civiles, por tercera vez en poco tiempo cuando sus ataques eran antes motivo de dispersas leyendas inconexas en el espacio y el tiempo.

Y del frente de Hira de vuelta a Sutek, donde una promesa rota en el planeta del demonio de los juramentos rotos amarga temporalmente las relaciones complicadas entre Lisandro y Karyn. Pero, más importante, un lugar donde, tras una maniobra épica y arriesgada, tanto los Castillo como los Talebringers se enfrentan a los restos de la familia del antiguo Duque del planeta, ejecutado por Seth. Un castillo defendido por críos sin entrenamiento no es rival más allá de las defensas automatizadas, pero cuando llegan a la sala del trono, el consejero de la familia hace una plegaria a los demonios oscuros del planeta para poner a su gente a salvo y, bajo un manto de oscuridad, son llevados a un paradero desconocido. 

Sin tiempo para descansar ni reponer fuerzas, a la búsqueda de las gárgolas de los Annunnaki y sus poderes contra la oscuridad entre las estrellas. Y en un escarpado risco, en un búnker secreto de investigación militar de principios de la Segunda República, lo que encuentran es una muestra del ingenio y la brutalidad de la humanidad. Donde, entre extrañas máquinas, un hombre ha encontrado el modo de trascender la muerte, convertido en un extraño esqueleto animado con mejor talante de lo que uno esperaría de un nomuerto. Pero abajo, en torno a la maquinaria construida para modificar y drenar el poder de la gárgola, algo se mueve, algo todavía desconocido pero sin duda amenazante.

Porque el comienzo de algo nuevo siempre se hace con sangre, de un tipo u otro, y las montañas amenazan con derrumbarse sobre la ciudad-laboratorio antigua. Porque el peligro y el misterio puede tomar numerosas formas en este tiempo en que los soles, lentamente, pierden su fuerza.


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